Revista de Prensa

Turquía: de la democracia a la dictadura

 

"Una vez más, Oriente Medio es la zona más crítica para el periodismo, debido sobre todo a la guerra de Siria, el conflicto del Gobierno contra las milicias islamistas en Libia y la acción de los terroristas del Estado Islámico en los territorios que están bajo su control"

Recep Tayyip Erdogan ha vuelto a poner de manifiesto su desprecio por los límites gubernamentales que caracterizan a un sistema democrático con una nueva ofensiva contra la prensa libre. Las redadas policiales contra el diario Zaman y la televisión Samanyolu son un episodio más en la batalla de Erdogan contra su ex aliado Fetulá Gülen, un líder islamista exiliado en EEUU.

Estas últimas acciones autoritarias de Erdogan aceleran notablemente la degradación de Turquía hacia una dictadura de corte islamista y otorgan todo su sentido a la famosa frase del presidente turco, tantas veces citada: “La democracia es un tren del que te bajas cuando ha llegado a su destino”.

Erdogan, un islamista suní que, junto a Qatar, apoya a los Hermanos Musulmanes de la región –incluido Hamás–, está moviéndose hacia una nueva fase. Mientras el derrocado presidente egipcio Mohamed Morsi trató de moverse demasiado rápido, Erdogan ha estado haciéndose inteligentemente con el país a un ritmo lento desde que se convirtió en primer ministro en 2003.

Desde las protestas del parque Gezi del pasado verano, parece que Erdogan se ha convertido en menos paciente. Y la guerra de Siria también ha revelado dónde se encuentra el corazón de Erdogan: busca la caída de Bashar al Asad a manos de la oposición dominada por los islamistas y rechaza ejercer un papel significante en la campaña liderada por EEUU contra el Estado Islámico.

Al Arabiya se hace eco del informe anual de la organización Reporteros Sin Fronteras, que recoge los asesinatos de periodistas y las violaciones de sus derechos a lo largo y ancho del planeta. Una vez más, Oriente Medio es la zona más crítica para el periodismo, debido sobre todo a la guerra de Siria, el conflicto del Gobierno contra las milicias islamistas en Libia y la acción de los terroristas del Estado Islámico en los territorios que están bajo su control.

Aunque las cifras son ligeramente mejores que en 2013, no se puede decir que éste que ahora acaba haya sido un buen año para la prensa libre.

Los conflictos armados y la rápida expansión militar y el salvajismo de los militantes del Estado Islámico han garantizado que Oriente Medio sea, una vez más, la región más peligrosa para informar, con Siria liderando por tercer año consecutivo la lista de los “países más peligrosos del mundo para los periodistas”, de acuerdo con el resumen del informe anual de Reporteros Sin Fronteras publicado el pasado martes.

Hasta el momento, 66 periodistas han muerto, 119 han sido secuestrados y 178 han sido hechos prisioneros en todo el mundo a consecuencia de su trabajo, y eso que el año no ha acabado aún. De acuerdo con el informe, casi la mitad de los periodistas asesinados han caído en Siria (15), Palestina (7), Irak (4) y Libia (4), lo que los convierte en los países más mortíferos para los periodistas este año, junto con Ucrania (6).

La presentación de un borrador de resolución ante el Consejo de Seguridad de la ONU que obligaría a Israel a retirarse de los territorios en disputa en el plazo de dos años es el inicio de una estrategia unilateral palestina que busca aislar internacionalmente al Estado judío. 

A pesar de que la presentación de este documento coincide en el tiempo con la crisis de Gobierno en Israel y el adelanto de las elecciones, las autoridades palestinas afirman que ambas circunstancias no están relacionadas y que, como se dice textualmente en el documento, “el tren palestino ha salido de la estación y ya nada lo va a parar”.

Los palestinos han fijado los parámetros para un acuerdo con Israel, básicamente que no habrá solución a menos que Israel se retire a las fronteras previas a 1967 y acepte Jerusalén Este como capital del Estado palestino.

Por lo que se refiere a los palestinos, no importa si el próximo jefe de Gobierno es Netanyahu, Herzog o Livni. Ellos esperan que el próximo Gobierno mantenga negociaciones sobre la base del contenido del borrador de resolución, o tendrá que hacer frente a una ofensiva diplomática en la escena internacional.

El liderazgo palestino ve el movimiento en el Consejo de Seguridad como parte de una batalla diplomática internacional contra Israel. Y como Abás dijo (…), esta es una batalla que los palestinos están dispuestos a ganar a toda costa.

En esta pieza de opinión de los periodistas paquistaníes Mira Sezi y Shehrbano Tasi, publicada por The New York Times, se denuncia la pasividad de las autoridades paquistaníes con el Talibán, grupo terrorista al que incluso han ayudado cuando les ha interesado desestabilizar a países vecinos. El caso de Imra Jan, campeón de cricket metido a político, es tal vez el más descriptivo por su contemporización con la violencia y su deseo de negociar con los terroristas.

La matanza del colegio de Peshawar, perpetrada por talibanes, debería hacer cambiar la opinión del Gobierno y los partidos paquistaníes. 

La masacre ha provocado una oleada de horror en todo el país. Durante demasiado tiempo los paquistaníes han vivido en una situación de negación acerca de la presencia del terror en su sociedad. Cuando en enero y febrero de 2014 dos bombas mataron a 180 chiitas hazaríes en Beluchistán, la respuesta fue: ha sido un desafortunado ataque de un grupo minoritario. Cuando en mayo de 2010 una mezquita ahmadí fue volada en Lahore, lo que provocó la muerte de un centenar de personas, la respuesta fue: ha sido un desafortunado ataque de un grupo minoritario. Cuando en octubre de 2012 Malala Yusafzai fue disparada en la cara, la respuesta: ha sido un desafortunado ataque contra una colegiala descarada (fue ampliamente etiquetada como agente de la CIA). Ahora, 132 escolares inocentes han sido asesinados. ¿También encontraremos una manera de ‘encajar’ esto?

(…)

Cuando un periodista le pidió que condenara al Talibán –que ya había reclamado la autoría del asesinato de todos esos niños–, Imra Jan respondió: “La situación no está todavía clara. Déjenme llegar a Peshawar y esclarecer la situación”.

La situación nunca ha estado más clara. Es el momento de prescindir de las delirantes amenazas procedentes de “fuerzas extranjeras” y de la idea de que nuestros problemas obedecen a conspiraciones urdidas  por otros. Nuestro Gobierno no necesita “hablar” con los talibanes. Necesita perseguirlos.