Contextos

Trump merece el Nobel de la Paz

Por Shmuley Boteach 

"Si en octubre se le niega a Trump, sólo se conseguirá socavar aún más la credibilidad del controvertido galardón"

En los once años en que fui rabino en Oxford, organizamos una conferencia anual que dictaba un premio Nobel de la Paz. Entre ellos estuvieron Elie Wiesel (en dos ocasiones), Mijaíl Gorbachov, Joseph Rotblat, Simón Peres e Isaac Rabin, cuyo discurso hubo de ser cancelado sólo unas horas antes como consecuencia del primero de los terribles atentados contra autobuses que siguieron a los Acuerdos de Oslo –que le hicieron, precisamente, hacerse con el Nobel–.

Me he relacionado con muchos otros Nobel de la Paz, como Desmond Tutu, Jody Williams, Henry Kissinger y el Dalai Lama.

Así las cosas, soy consciente de que he estado con receptores del más prestigioso galardón mundial, pero también de que se trata de un premio que en las últimas décadas ha quedado gravemente en entredicho. El peor ejemplo lo tenemos en que el sanguinario Yaser Arafat, padre del terrorismo moderno, lo recibió, lo que depreció para siempre su prestigio.

Si en octubre se le niega a Trump, sólo se conseguirá socavar aún más su crédito. No se trata de amar u odiar a Trump. Se trata de premiar al hombre o la mujer que haya hecho más por hacer avanzar la causa de la paz en el último año.

El tratado de paz entre Israel y Emiratos es transformativo. A diferencia de los acuerdos entre Israel y Egipto e Israel y Jordania, no se trata de una paz fría. A diferencia de los Acuerdos de Camp David de Jimmy Carter, no demanda a Israel que devuelva vastos territorios conquistados en guerras defensivas. A diferencia de los esfuerzos de Bill Clinton por llevar la paz a Israel y Jordania, no asienta una relación entre Israel y uno solo de sus vecinos, sino que proclama una nueva era, transformativa, para todo Oriente Medio.

Durante décadas, la región ha estado signada por las tres T: tiranía, terrorismo y tribalismo. Los enemigos de Israel consintieron convertir al Estado judío en el chivo expiatorio de los conflictos de la zona, algo que ingenuamente compró la Administración Obama. Los Estados del Golfo no están tan ciegos. Saben que el cáncer regional es el Gobierno de Irán, con su expansionismo y su visión revolucionaria para la instauración de la hegemonía de los mulás en Oriente Medio. Esta es la razón fundamental por la que el presidente Trump ha tenido éxito donde fracasó Obama.

En los últimos años hemos visto ganar el Nobel de la Paz a individuos no muy conocidos por el gran público. Los que sí lo son a menudo son celebrados no necesariamente por haber logrado la paz, sino por protagonizar actos heroicos que han lanzado un mensaje a los monstruos que lastiman a inocentes; así, en 2014 se premió a Malala Yusafzai por su “lucha contra la supresión de los niños y los jóvenes y por el derecho de todos los niños a la educación”. El más grande norteamericano del siglo XX, Martin Luther King, fue galardonado no por que lograra la paz –sólo hay que ver el conflicto racial que está devastando América–, sino para reconocer su heroica lucha por la justicia racial. Madre Teresa ganó el premio por su excepcional labor humanitaria en Calcuta. El Dalai Lama no llevó la paz al Tíbet, que sigue ocupado por la China autoritaria; consiguió el premio por abogar por la paz.

No se me malinterprete. Todos ellos se merecían de sobra el galardón. Pero el objetivo último del mismo es celebrar no sólo grandes logros u homenajear a grandes individuos, sino a quienes han logrado la paz.

Trump es diferente de muchos de los que acabo de mencionar. Es un personaje polarizador, carece de popularidad universal y muchos le odian. Pero realmente está logrando la paz. El panorama de Oriente Medio después de Trump será muy diferente a como era antes de Trump. Para bien.

Estuve en Oslo el pasado noviembre. Visité el Grand Hotel, donde los galardonados con el Nobel disfrutan de una bella suite con balcón, desde el que se les agasaja. El Comité Nobel de Noruega tiene sólo unas semanas por delante para decidir quién saldrá al balcón (si las condiciones meteorológicas lo permiten). Su decisión no debería basarse en el qué dirán, sino en quién ha hecho más por asegurar que haya menos guerra y más paz.

© Versión original (en inglés): The Algemeiner
© Versión en español: Revista El Medio