Contextos

Siria: un pasado accidentado y un futuro incierto (2)

Por Amir Taheri 

"Se calcula que Irán ha invertido unos 12.000 millones de dólares en su aventura siria, lo que incluye el pago de los salarios de los empleados del Gobierno en las áreas que aún controla Asad. En el momento en que se escribe esto, Irán ha perdido 143 oficiales, de capitanes para arriba, en los campos de batalla sirios""Turquía ha pagado más caro que Irán su implicación en Siria. A diferencia de Irán, que no ha aceptado ni un solo refugiado sirio, Turquía ha acogido a más de 2,5 millones, lo que representa un problema humanitario y de seguridad a largo plazo en un momento en que Ankara se enfrenta a una recesión económica y a una creciente tensión social""Rusia, que también ha entrado en combate en apoyo de Asad, podría estar reconsiderando su impulsiva decisión de participar en un conflicto que no termina de comprender y en un país donde, un cuarto de siglo después del derrumbe de la URSS, tiene pocos contactos fiables"

Ya hemos mencionado la implicación de Irán para tratar de proteger un régimen con el que nunca logró trabar una verdadera amistad. Se trató desde el principio de una alianza por necesidad, y no por voluntad propia, porque Teherán necesitaba a Damasco para dividir al mundo árabe durante la guerra de ocho años entre Irán e Irak, dado el historial de rivalidad entre Asad padre y Sadam Husein por el liderazgo del Baaz panárabe.

Asad padre sólo visitó Teherán una vez, durante unas horas, y puso un especial cuidado en imponer límites estrictos a la presencia iraní en Siria, mientras aprovechaba la generosidad iraní en forma de rebajas en el precio del petróleo, donaciones de efectivos y entrega de armas. Hasta que no llegó Basar, Siria no permitió a Irán abrir consulados fuera de Damasco y, finalmente, constituir 14 centros culturales para promover el islam chií. También fue con Basar cuando Teherán y Damasco cerraron un Acuerdo de Cooperación en Defensa, relativamente limitado, que incluía la celebración de conversaciones entre los respectivos Estados Mayores y el intercambio de información militar.

Aunque más de un millón de iraníes visitaran Siria cada año para peregrinar a la tumba de Sayida Zeinab, cerca de Damasco, casi ningún sirio ha visitado Irán, mientras que el comercio entre ambos aliados ha seguido siendo irrelevante. En una entrevista concedida poco antes de morir en combate cerca de Alepo, el general iraní Husein Hamadani recordaba cómo los altos mandos del Ejército sirio eran “extremadamente reacios” a dejar que el Ejército iraní tuviera voz en la planificación, y mucho menos en la dirección, de las operaciones militares contra los rebeldes anti-Asad. Los generales sirios habían recibido una formación secular, les encantaba beber, y consideraban a los iraníes unos fanáticos medievales enredados en ideales anacrónicos.

En 2015, sin embargo, Irán era el principal financiador del régimen de Asad. Se calcula que Irán ha invertido unos 12.000 millones de dólares en su aventura siria, lo que incluye el pago de los salarios de los empleados del Gobierno en las áreas que aún controla Asad. En el momento en que se escribe esto, Irán ha perdido 143 oficiales, de capitanes para arriba, en los campos de batalla sirios. La rama libanesa de Hezbolá, enviada a luchar a Siria por orden de Teherán, ha sido determinante para limitar las pérdidas territoriales de Asad, especialmente en la zona del sur próxima a la frontera con el Líbano y las montañas al oeste de Damasco. Los cálculos más precavidos indican que las bajas de Hezbolá en 2014 y 2015 superaron las 800, un tercio más que en la guerra contra Israel de 2006.

El guía supremo de Irán, Alí Jamenei, ha declarado públicamente que no permitirá un cambio de régimen en Damasco; ha sido el único líder extranjero que lo ha hecho.

Mientras Irán es la potencia más importante que apoya a Asad, Turquía ha surgido como la principal fuente de financiación de las fuerzas anti-Asad. En la primera década del nuevo siglo, Turquía, cuya economía experimentaba un crecimiento estable, invirtió más de 20.000 millones en Siria y convirtió Alepo y las provincias adyacentes en parte de su periferia industrial. Pese a que los críticos con Turquía la acusan de albergar ambiciones neo-otomanas de dominar Oriente Medio, es más probable que los líderes de Ankara vean el embrollo sirio como una oportunidad para resolver el problema de los secesionistas kurdos turcos asentados en territorio sirio desde la década de 1980.

Los líderes islámicos turcos moderados siempre han tenido vínculos con el movimiento global de los Hermanos Musulmanes, y están decididos a ver cómo sus aliados sirios acaban teniendo mucho que decir sobre el futuro de ese país.

Turquía ha pagado más caro que Irán su implicación en Siria. A diferencia de Irán, que no ha aceptado ni un solo refugiado sirio, Turquía ha acogido a más de 2,5 millones, lo que representa un problema humanitario y de seguridad a largo plazo en un momento en que Ankara se enfrenta a una recesión económica y a una creciente tensión social.

La decisión de Ankara de espolear a un gran número de refugiados para que fueran a la Unión Europea fue un intento de forzar a las naciones más ricas del continente a compartir parte de la carga. Tras cuatro años de presión, Turquía no ha logrado convencer a su aliado estadounidense de que apoye la creación de un refugio seguro y una zona de exclusión aérea en Siria para persuadir a algunos sirios, al menos, de que permanezcan en su país en vez de convertirse en refugiados en Turquía y otros países colindantes.

Sin embargo, la presunción iraní de que, pase lo que pase en Siria, su seguridad nacional no se verá comprometida, mientras Turquía corre un peligro directo, podría ser equivocada. El califato del Estado Islámico (ISIS) ya ha llegado a un acuerdo tácito para no acercarse a menos de 40 kilómetros de la frontera iraní con Irak, lo que indica por tanto su deseo de evitar un enfrentamiento directo con Teherán en este momento.

No hay garantías de que mantengan dicho autocontrol en un contexto de Estados fallidos en Siria y algunas partes de Irak. Las autoridades iraníes han declarado públicamente que hay unos 80 grupos armados del Estado Islámico presentes en Afganistán y Pakistán, cerca de las fronteras iraníes. La seguridad de Irán también podría verse amenazada por una implicación más intensa de varias comunidades kurdas, y de los exiliados sirios, turcos, iraquíes e iraníes en dichos países, en un conflicto regional más amplio. Un apoyo total de Irán a Asad también podría acabar con la República Islámica en el bando perdedor cuando caiga, si cae, lo que queda del régimen de Damasco.

Rusia, que también ha entrado en combate en apoyo de Asad, podría estar reconsiderando su impulsiva decisión de participar en un conflicto que no termina de comprender y en un país donde, un cuarto de siglo después del derrumbe de la URSS, tiene pocos contactos fiables.

Tres sucesos parecen haber persuadido al presidente Putin para que atempere su entusiasta postura inicial. El primero fue que el ISIS derribara un avión de pasajeros ruso, un recordatorio de la vulnerabilidad que Rusia comparte con otros países ante el terrorismo global. El segundo fue que Turquía derribara un avión de combate ruso, un recordatorio de que en una situación tan caótica como la de Siria no hay forma de garantizar que todo seguirá bajo control todo el tiempo. El tercero fue el ataque organizado por una muchedumbre partidaria del Califato a una base militar rusa en Tayikistán, presumiblemente para vengar el asesinato de una chica de la zona por un soldado ruso.

Se calcula que en Rusia viven más de 20 millones de musulmanes, practicantes o no, en su mayoría suníes y, como mínimo, teóricamente afines a la mayoría suní que lucha en Siria contra Asad. El firme respaldo de Moscú a éste podría provocar una respuesta terrorista no solo contra turistas rusos, como vimos en Sharm el Sheij, sino dentro de la propia federación.

© Versión original (en inglés): Gatestone Institute 
© Versión en español: Revista El Medio