El terrorismo islamista que padece Israel no difiere del que padece el resto del mundo.
Es escandaloso el silencio de Occidente ante la persecución anticristiana.
Hay un vector inequívoco en la diplomacia vaticana hacia la religión islámica, evidente para el que lo quiera ver.
El gran telón de fondo ha sido la diáspora cristiana en Oriente Medio.