Revista de Prensa

Quién controla el salafismo

 

El académico estadounidense F. Gregory Gause III cree que se exagera la importancia de Arabia Saudí en la difusión del salafismo y que, desde los años 70 del siglo pasado, hay otras corrientes más determinantes en este desarrollo, que ha desembocado en el Estado Islámico.

El wahabismo saudí es profundamente inmovilista en lo político. Pide a los musulmanes que obedezcan a sus dirigentes mientras estos implanten el islam, aunque sea de manera imperfecta, en sus sociedades. (Esto no resulta particularmente sorprendente en una religión de Estado). El éxito de la yihad en Afganistán, sin embargo, otorgó un contenido político revolucionario al salafismo global para muchos de sus adeptos, como Osama ben Laden, que pronto se convirtió en una amenaza directa para el régimen saudí y los demás regímenes musulmanes.

Lo que había sido durante mucho tiempo un fenómeno apolítico de musulmanes que imitaban el wahabismo saudí en sus vidas personales se convirtió, para parte del movimiento global salafista, en un elemento de identidad política. Algunos continuaron por el camino de la violencia, alistándose o simpatizando con Al Qaeda o, después, el Estado Islámico. Otros, incluidos activistas de Arabia Saudí, evitaron la violencia pero criticaron a sus regímenes por desviarse del islam ‘verdadero’. Otros salafistas entraron en la esfera política democrática, ganando escaños parlamentarios como Kuwait, Baréin y Egipto.

El salafismo se transformó en un movimiento religioso con diversas manifestaciones políticas, y la mezcla de conservatismo social e inmovilismo político representado por la variante oficial saudí es sólo una de ellas.

Según establece el pacto entre el P5+1 y la República Islámica de Irán, las restricciones sobre el programa atómico de Teherán quedarán sin efecto en el plazo de 15 años. John Hannah, de la Foundation for Defense of Democracies, reflexiona sobre las consecuencias y sugiere qué hacer para prevenirlas.

La vigencia de las cláusulas del acuerdo son una bomba de relojería que tiene que ser desactivada. Eso significa desengañar a Irán de la idea de que EEUU está preparado para aceptar cualquier plan para expandir drásticamente la capacidad [iraní] de enriquecimiento (o de reprocesamiento de plutonio y capacidad de separación) una vez que las restricciones del acuerdo expiren.

Como repiten constantemente los pesimistas, el acuerdo no es vinculante legalmente. Un nuevo presidente estará en su derecho de aceptarlo, rechazarlo o pedir que se modifique para abordar las preocupaciones fundamentales relativas a la seguridad nacional. Este hecho debe tener una influencia real en la nueva Administración, mientras se acerca a sus socios internacionales [en el acuerdo], los cuales estarán deseosos de evitar el colapso total del pacto, así como un temprano encontronazo con un nuevo líder estadounidense. Una oferta de buena fe del nuevo presidente para aplicar el acuerdo, pareja con una petición razonable de que las deficiencias más notorias serán abordadas, podría, con tiempo, asegurar el éxito diplomático, especialmente si se respalda con una amenaza creíble de actuar unilateralmente en caso de que finalmente resulte necesario.

El desarrollo progresivo y las altas cifras de crecimiento económico y demográfico en el continente africano, especialmente en la parte subsahariana, son un estímulo pero también un reto para para esos países. Glenn Yago, del Milken Institute, explica qué papel puede desempeñar Israel en este proceso histórico.

Tales retos son también oportunidades. El dinamismo de esa mezcla de fronteras y desarrollo del mercado del África Subsahariana no sólo crea un enorme potencial de inversión, también la perspectiva de un impacto social significativo en términos de mejora de servicios e infraestructuras, reducción de la pobreza y aumento de los ingresos.

¿Por qué debería interesar eso a Israel? Porque su experiencia como una nación en desarrollo ha contribuido a convertirla en un polo de tecnologías innovadoras y relevantes para otros países desarrollados. La experiencia de Israel en tecnología financiera, energía alternativa, agua sostenible y agricultura inteligente es vital para un desarrollo eficiente y a gran escala en este siglo. Además, la cooperación entre Israel y el África Subsahariana ya en marcha –la construcción del mayor campo de energía solar conectado a la red en África Oriental por Gigawatt Global a las instalaciones solares domésticas fuera de red de Kaenaat, los fondos de capital de riesgo israelíes orientados específicamente a las inversiones en desarrollo de la región, la construcción de viviendas asequibles de Vital Capital o la introducción del riego por goteo en el continente por la compañía israelí Netafim– demuestra el potencial natural de estas asociaciones estratégicas.