La Casa Blanca ha abandonado oficialmente su política de adiestrar a los rebeldes sirios ahora que Vladímir Putin los está matando.
Normalmente diríamos que eso equivale una rendición, pero llegados a este punto abandonar el adiestramiento de los rebeldes sería lo correcto incluso si Putin decidiera ayudarnos en vez de torpedearnos.
Hace tres años escribí que derrocar a Bashar al Asad serviría a los intereses norteamericanos.
El régimen del Partido Socialista Árabe Baaz, empezando por su fundador, Hafez al Asad, y hasta el Gobierno de su hijo Bashar, es el más letal patrocinador del terrorismo de todo el Oriente Medio árabe. Ayudó a la sangrienta insurgencia iraquí, que mató a miles de soldados estadounidenses y asesinó a decenas de miles de civiles iraquíes. Se ha valido del terrorismo y de las fuerzas armadas convencionales para controlar el Líbano desde mediados de los años 70. Ha convertido Siria en el centro logístico de Hezbolá, la fuerza armada no estatal mejor equipada y más letal del mundo. Ha librado una guerra terrorista contra Israel y el proceso de paz durante décadas, no sólo desde el Líbano, sino desde la Margen Occidental y Gaza. Y es el único aliado árabe de Irán y su puente hacia el Mediterráneo.
Eso fue en los primeros días de este conflicto, antes de que el Estado Islámico se adueñara de buena parte del país, cuando el Ejército Libre Sirio aún podría haberse moldeado para convertirse en una fuerza por lo menos semimoderada.
Evidentemente, armar y adiestrar a un ejército rebelde para luchar contra el régimen de Asad y Hezbolá habría sido algo extremadamente arriesgado que podría haber salido mal de muchas maneras. Pero ahora el Estado Islámico, el Frente Al Nusra -vinculado a Al Qaeda- y otros islamistas totalitarios han copado de tal forma el escenario del conflicto que adiestrar a un ejército rebelde ya ni siquiera es algo arriesgado: está garantizado que fallará o nos explotará en la cara. Nuestra breve oportunidad de conjurar un apocalipsis local pasó hace mucho.
El campo de batalla sirio ya está conformado, y no queda sitio ni siquiera para una fuerza semimoderada fuera de la región kurda.
Casi todos los políticos moderados de Siria han huido del país o están escondidos bajo la cama. Estados Unidos no tiene influencia en las zonas árabes del país. En estos momentos lo único que podemos hacer es respaldar a los kurdos.
En caso de que quedara alguna duda, el pasado domingo Putin dejó completamente claro que Rusia está interviniendo estrictamente para reforzar el régimen de Asad, lo que le sitúa claramente de parte del eje Irán-Hezbolá.
Puede que, de paso, se libre del Estado Islámico, pero de momento no entra en sus planes. De todas formas, en general el Estado Islámico y Asad no se han estado combatiendo mutuamente; están demasiado ocupados luchando contra todos los demás. Lo que garantiza que todos los demás, con la posible excepción de los kurdos, van a perder.
© Versión original (en inglés): World Affairs Journal
© Versión en español: Revista El Medio