Revista de Prensa

La alianza Rusia-Irán es más débil de lo que se cree

 

Ari Heistein y Vera Michlin-Shapir explican en este artículo las importantes diferencias geoestratégicas de fondo entre Moscú y Teherán. En el caso del conflicto sirio, Irán quiere a toda costa mantener a Bashar al Asad en el poder. Para Rusia, en cambio, y a pesar de las apariencias, eso no es una prioridad.

A pesar del hecho de que Rusia e Irán están llevando a cabo campañas militares en nombre del régimen de Asad, ambos países tienen designios radicalmente diferentes para Siria. Rusia está interesada en evitar la caída del régimen alauita liderado por Asad y mantener un Estado cliente en la región. Irán está interesado en que Siria sea completamente dependiente de Teherán. Esa disparidad de puntos de vista sobre el futuro de Siria hace que los actores operen de manera distinta en el desarrollo de la guerra. Rusia se concentra en la preservación del régimen sirio apuntalando sus instituciones (especialmente reforzando el Ejército Árabe Sirio). Como Moscú y Damasco han forjado poderosos lazos culturales y militares a lo largo de las últimas cuatro décadas, Rusia está interesada en ayudar a preservar el régimen sirio. Por lo tanto, Bashar al Asad no es en sí mismo un elemento crucial para mantener Siria como Estado cliente. De hecho, si Asad abandona su posición (…), es más probable que el país surja de la guerra como una unidad viable para servir a los intereses rusos en la región. Por consiguiente, Rusia ya ha dejado claro que no está “unida inextricablemente” a Bashar al Asad.

El analista Yamal Jashogui anima a Arabia Saudí y a Turquía a iniciar una acción decidida para conquistar el principal bastión del Estado Islámico en Siria, a la vista de que EEUU, centrado en su política de apaciguamiento con Irán, no parece dispuesto a ejercer un papel relevante.

En mi opinión, el problema de Arabia Saudi y Turquía es la ambigüedad de EEUU. Las violaciones de los derechos humanos y los crímenes de guerra ya no motivan al presidente estadounidense a intervenir, o al menos a hacer que otros intervengan bajo el paraguas de la ONU. EEUU está ocupado con el acuerdo nuclear con Irán, que podría devolver la República Islámica al redil de la comunidad internacional.

EEUU probablemente declarará que el mundo es más seguro gracias a este acuerdo; que Irán ya no va a interferir en los asuntos internos de otros países, perpetrar asesinatos o expandir la violencia en el nombre del esperado Mahdi. EEUU podría presentarnos más bien el nuevo Irán como el Estado pacífico y moderado.

Ali Mamuri refiere los acontecimientos recientes que han comenzado a debilitar la convergencia de los principales grupos chiíes del país. A su juicio, la alianza chií corre grave riesgo de quebrarse, a pesar de los esfuerzos iraníes por mantenerla firme.

Los partidos políticos chiíes y sus distintas corrientes se organizan en el Parlamento bajo la Alianza Nacional Iraquí. Esta alianza no habría sobrevivido si el miedo a las otras sectas, especialmente a los suníes, no existiera entre los chiíes. Su unidad, sin embargo, ha comenzado a perder vigor con la crisis económica y la petición de reformas. Esas reclamaciones comenzaron con una serie de manifestaciones populares en julio de 2015, que fueron iniciadas por los movimientos civiles y en las que tuvieron gran protagonismo los partidarios del clérigo Muqtada al Sader.
(…) la alianza chií ha perdido su dinamismo político para resolver las diferencias. Las fuerzas chiíes han llevado sus disputas internas fuera de los círculos chiíes. Junto a ello, las fuerzas tradicionales, como las más altas autoridades chiíes e Irán, han fracasado a la hora de mediar y limitar las disputas.