Revista de Prensa

Israel, el shabat y la electricidad - Dónde medra la israelofobia - A quién beneficia el irredentismo palestino

 

"No habrá un Estado halájico aquí. Habrá un Estado que se preocupará de todos los ciudadanos de Israel sin excepción""Los Acuerdos de Abraham funcionan, pero sólo en los países [que los suscribieron], no en un bloque imaginario de ‘árabes’ o en un ambiguo ‘Oriente Próximo’""La mera existencia de un día de luto por la creación del Estado de Israel, miembro de las Naciones Unidas desde 1949, no tiene precedentes y va en contra del espíritu de la Carta de la ONU"

Todo parece indicar que quien más tiempo ha desempeñado el cargo de primer ministro en la historia de Israel va a volver a desempeñarlo esta misma semana. Frente a quienes ven con inquietud el peso que pudiera tener el nacionalismo religioso en su nuevo Gobierno, el líder del Likud (derecha secular), Benjamín Netanyahu, proclamó recientemente en el Parlamento israelí (Knéset): 

Hay y habrá electricidad en shabat, hay y habrá baño en la playa para todo el mundo. Mantendremos el statu quo y todo el mundo vivirá de acuerdo con sus propias creencias.

No habrá un Estado halájico aquí. Habrá un Estado que se preocupará de todos los ciudadanos de Israel sin excepción. Hemos decidido seguir nuestro propio rumbo, el de la derecha nacionalista y el de la derecha liberal, y lo vamos a hacer.

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En la página web del muy interesante EMET, Huseín Abubaker Mansur reflexiona sobre las  manifestaciones de israelofobia que se han visto en Qatar con ocasión del Mundial de fútbol, con vergonzosos episodios de acoso y discriminación de ciudadanos israelíes, y las compara con lo que se vive en Emiratos desde la firma de los Acuerdos de Abraham –que llevaron a la normalización de las relaciones entre Abu Dabi y Jerusalén–: una paz cordial que se traduce en una espléndida acogida a los israelíes que visitan el país.

En Doha hubo acoso e intimidación a los israelíes no por un estallido espontáneo de amor a Palestina, sino porque todo el mundo sabe que los dirigentes de Qatar lo aprueban.

(…) Lo ocurrido en Qatar demuestra que la política oficial y, sobre todo, el liderazgo importan. Tanto Qatar como los EAU son cultural e históricamente muy similares. Incluso se invitó a Qatar a unirse a los EAU cuando se crearon, en la década de 1970. Sin embargo, las opciones políticas, y me atrevería a decir el carácter, de los líderes de ambos países marcan manifiestamente una enorme diferencia. Un país se convirtió en el modelo de la política islamista, el otro en el modelo del cosmopolitismo árabe. Un país alimenta el conflicto y la discordia y el otro trata de promover el compromiso y la tolerancia. Los Acuerdos de Abraham funcionan, pero sólo en los países [que los suscribieron], no en un bloque imaginario de ‘árabes’ o en un ambiguo ‘Oriente Próximo’.

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Adi Schwartz, autor del recién publicado (en español) La guerra del retorno, denuncia la más reciente fechoría antiisraelí perpetrada en la ONU so capa de propalestinismo, la conmemoración de la Nakba, y advierte de que con una comunidad internacional entregada al irredentismo palestino será imposible alcanzar la paz entre israelíes y palestinos.

La decisión de la Asamblea General de las Naciones Unidas (…) de conmemorar el llamado Día de la Nakba («catástrofe») palestina es en realidad una decisión para lamentar la creación del Estado de Israel. 

No sólo refleja la visión del mundo de los palestinos y por qué Israel jamás ha conseguido firmar un acuerdo de paz con ellos, sino que también pone de relieve el papel destructivo de la comunidad internacional en Oriente Próximo. 

(…)

Quienes quieran entender por qué han fracasado las negociaciones de paz en las últimas décadas, sólo tienen que escuchar a los palestinos: para ellos, el duelo por la creación de Israel aún continúa.

En las últimas décadas, los palestinos han optado una y otra vez por continuar la lucha contra Israel y rechazar las propuestas de paz, porque [lo contrario] significaría reconocer finalmente al Estado de Israel. Incluso cuando se les ofreció un Estado palestino independiente, sin asentamientos, con capital en Jerusalén Este, los palestinos lo rechazaron. La explicación es sencilla: para ellos, la guerra por la existencia de Israel sigue abierta.

Y sin embargo, paradójicamente, la insistencia palestina en conmemorar el Día de la Nakba podría facilitar las cosas a Israel en términos de diplomacia, porque durante años intentamos en vano convencer al mundo de que la negativa palestina a reconocer a Israel es lo que está en el centro del conflicto. 

Los palestinos consiguieron engañar a muchos en la comunidad internacional (y a algunos en Israel) afirmando que con Israel se retirara de Judea y Samaria todo se arreglaría en paz. Y aquí están, admitiendo que el problema no es la supuesta ocupación de Israel, sino su propia existencia. 

(…)

La mera existencia de un día de luto por la creación del Estado de Israel, miembro de las Naciones Unidas desde 1949, no tiene precedentes y va en contra del espíritu de la Carta de la ONU. La decisión de celebrar el Día de la Nakba en la sede de la ONU en Nueva York es un eslabón más de una larga cadena de decisiones que no hacen sino prolongar el conflicto.