El conflicto ruso-ucraniano y las resultantes tensiones entre Rusia y Occidente pueden ampliarse aún más durante mucho tiempo. Si es así, ello producirá, probablemente, cambios geopolíticos sustanciales. Es demasiado pronto para predecir el impacto de los mismos sobre Israel, pero algunas cuestiones importantes (aparte de lo que les suceda a los judíos ucranianos) requieren ya de una minuciosa vigilancia israelí.
La primera de ellas se refiere a las garantías occidentales. En los Memorandos de Budapest sobre Garantías de Seguridad, de 1994, Rusia, EEUU y el Reino Unido garantizaron las fronteras ucranianas. Dichas garantías fueron inútiles cuando Rusia se anexionó Crimea. Probablemente vuelvan a ponerse a prueba cuando otros territorios ucranianos con una mayoría de rusoparlantes se declaren independientes o deseen unirse a Rusia.
Las garantías occidentales para Israel han sido mencionadas a menudo como posible elemento de un futuro tratado de paz con los palestinos. El fracaso de dichas garantías en lo que respecta a Crimea debería suponer una gran lección adicional para aquellos israelíes que aún no han comprendido que, tras un acuerdo de paz (el cual, por ahora, es improbable), Israel deberá ser capaz de contar sólo consigo mismo.
La segunda cuestión a vigilar son los acontecimientos relativos a la legislación internacional. Occidente ha acusado a Rusia de violar dicha legislación al anexionarse Crimea. Ello implica que Estados Unidos y la Unión Europea sí que la respetan. Ese argumento se vio profundamente debilitado por Gerhard Schroeder, excanciller socialista alemán y amigo de Putin. Afirmó que él mismo era uno de los muchos líderes occidentales que violaron la legislación internacional relativa a Kosovo. Schroeder comparó el referéndum organizado por el Gobierno de Crimea con la declaración de independencia de Kosovo respecto a Serbia. El excanciller considera además que la política de asociación de la UE es la causa primordial del conflicto ucraniano.
La Unión Europea ha sostenido constantemente que la política israelí de asentamientos en los territorios (que, históricamente, no han formado parte de ningún Estado soberano) va en contra de la legislación internacional. Ese argumento ha sido rebatido por numerosos y destacados expertos legales. Las afirmaciones de Schroeder debilitan aún más la postura de la UE. Si la Unión ha hecho algo que es mucho peor que de lo que acusa falsamente a Israel, ese argumento debería ser empleado por los israelíes como respuesta a la continua agresión verbal de la que son objeto por parte de la UE.
La tercera cuestión a vigilar se refiere a las afirmaciones de que Rusia es el “adversario” de la OTAN. Esa expresión la empleó el vicesecretario de la Organización, el general Alexander Vershbow. Hillary Clinton comparó las tácticas de Putin con las de Hitler. Tras ser criticada por ello, se retractó en parte de sus palabras.
Sin embargo, hasta ahora, en el conflicto ucraniano no ha resultado muerto ni herido ningún ciudadano de un país de la OTAN por rusos o separatistas prorrusos. Los palestinos, por ejemplo, han matado y herido a varios de esos ciudadanos. Resultaría sorprendente que Mohamed Abás, en su habitual glorificación de los asesinatos palestinos de civiles, no incluyera a algunos terroristas asesinos de occidentales. Sin embargo, Occidente apoya económicamente a la Autoridad Palestina. Hamás se parece a Hitler bastante más que Putin, como demuestran sus estatutos, las declaraciones de sus altos cargos y sus tácticas. No obstante, Clinton jamás ha comentado nada al respecto.
Las tensiones internas que afectan a Ucrania comenzaron con un levantamiento popular contra el presidente Victor Yanukovych por parte de un conglomerado de demócratas y neofascistas en proporción indeterminada. Hay occidentales que sugieren que este conflicto recuerda a la Guerra Fría. Ésa es otra potencial fuente de problemas que Israel debería vigilar atentamente.
Ya hay una generación que ha crecido sin saber que la Guerra Fría fue una lucha de poder entre dos ideologías globales opuestas: el comunismo y la democracia. Esa batalla se encontraba también tras muchas guerras y conflictos, los cuales a veces se combatían total o parcialmente por terceros. Algunos ejemplos, entre muchos posibles, son la guerra civil griega, el conflicto de Corea y la guerra de Vietnam.
Putin es un nacionalista ruso. Sería absurdo afirmar que pretende una conquista ideológica global. La Unión Soviética tenía potenciales quintacolumnistas entre los comunistas de Occidente. Los occidentales que actualmente se oponen a las políticas europeas, o que incluso apoyan las posturas políticas de Putin, lo hacen por diversos motivos, pero no porque tengan ninguna afinidad ideológica con él.
Comparar el conflicto ucraniano con la Guerra Fría resulta peligroso. Convertir esta controversia en una de tipo ideológico tendría consecuencias extremadamente peligrosas. Nos distrae de la verdadera ideología global que se enfrenta a la democracia: grandes sectores del islam, que pretenden imponer su religión en todo el mundo mediante el proselitismo o el terror yihadista.
La Unión Europea y sus Estados miembros han cometido varios graves errores en el pasado. Uno de ellos fue permitir la inmigración masiva y no selectiva procedente de países musulmanes con culturas radicalmente distintas. Sectores de esos inmigrantes eran radicales racistas antisemitas, antidemócratas y/o proselitistas.
Un segundo grave error fue la creación del euro, torpemente ejecutada. La crisis resultante estuvo cerca de poner en peligro la economía global. También está quedando cada vez más claro que la reducción en Europa de las Fuerzas Armadas y del gasto en Defensa fue otra grave decisión equivocada. Ello resulta cada vez más evidente en un momento en el que la opinión pública estadounidense insta a una reducción de la implicación militar de su país en cuestiones internacionales.
Los europeos pueden estar desempeñando un papel peligroso -con o sin las problemáticas posturas estadounidenses- con su parte de culpa en exacerbar el conflicto ucraniano. Al mismo tiempo, siguen causando problemas políticos para Israel. Los dirigentes israelíes deberían enfrentarse a la UE bastante más de lo que lo han hecho en el pasado, a causa de sus dobles raseros y de sus errores, los cuales podrían empañar el futuro mundial.