Un año después de que la coalición internacional contra el Estado Islámico, encabezada por Estados Unidos, comenzara sus ataques aéreos sobre Siria, y más de 7.000 ataques después, el presidente estadounidense, Barack Obama, se ha dado cuenta de que la campaña aérea no logrará alcanzar ninguno de los objetivos de la coalición. La reciente intervención rusa no añadirá nada nuevo a lo que hasta ahora han logrado los estadounidenses. Como los ataques rusos están siguiendo la misma estrategia fallida, no harán más que aumentar el sufrimiento del pueblo sirio, que se tambalea bajo el peso de la guerra y de los males que la acompañan desde hace cinco años. Por eso vale la pena analizar qué es lo que impulsa la última aventura en Siria del presidente Vladímir Putin.
La economía rusa está sufriendo debido al aislamiento internacional de Moscú y a las sanciones económicas internacionales impuestas tras la anexión de la península de Crimea, en 2014. La actual intervención militar aumentará la producción de las fábricas de armamento rusas, creando más oportunidades laborales y ayudando a la recuperación económica del país. Además, la intervención en un escenario internacional romperá el aislamiento de Moscú impuesto por la Unión Europea. Estados Unidos ha empleado a menudo tácticas similares, impulsando la economía doméstica con las compras a fabricantes de armas que dependen de las guerras para mantener sus fábricas en funcionamiento.
Durante una entrevista con Steven Pifer, director de la Brookings Arms Control and Non-Proliferation Initiative, y exembajador de Estados Unidos en Ucrania, éste señalo que la intervención de Moscú en Siria brinda al país la oportunidad de renovar su viejo armamento, un proceso que no había podido llevar a cabo desde los 90 debido a la falta de fondos:
Rusia quiere matar dos pájaros de un tiro: apoyar al régimen de Asad y, al mismo tiempo, usar esas armas para renovar [sus arsenales].
Además, Moscú ha entrado en la guerra tras plantear una pregunta que Occidente aún tiene que responder: “¿Qué pasará después de Asad?”. En otras palabras: ¿qué estrategia se adoptará en la Siria posterior a Asad? Con su intervención, Moscú trata de decirle a Washington que la Primavera Árabe no trajo consigo nada más que inestabilidad, debido a las maniobras políticas y la cortedad de miras de Estados Unidos. Si los rusos tienen suerte, ello demostrará que los norteamericanos se equivocaban y que Rusia merece un puesto en la escena mundial.
Las autoridades rusas han declarado que los ataques aéreos tienen como objetivo al Estado Islámico, pero, sobre el terreno, sirven de apoyo al régimen de Bashar al Asad y le allanan el camino para que recupere los territorios que ha perdido. Eso significa que el régimen carece de fuerza y dominio en la guerra. Todas las facciones contendientes están igualadas en el campo de batalla: la combinación de las fuerzas de Asad, del Ejército Libre Sirio, del Frente al Nusra, del Estado Islámico, de Ahrar al Sham y de los separatistas kurdos hace difícil predecir el resultado de la guerra. Con unos contendientes tan dispares dando vueltas sin avanzar, los ataques aéreos rusos, como sucedió con los estadounidenses, no lograrán decidir el curso de la guerra.
Además, para Rusia es difícil luchar de forma eficaz contra las fuerzas antigubernamentales porque son milicias no oficiales que operan en zonas pobladas. Si bien es poco probable que los ataques aéreos alcancen objetivos militares, los expertos creen que causarán un elevado número de víctimas civiles. Si la guerra continúa, Rusia se verá obligada a retirarse, presionada por la comunidad internacional y los ciudadanos rusos.
Conforme se alargue la contienda, Putin se verá obligado, al final, a detener los ataques aéreos, y una escalada bélica parece muy improbable. Es dudoso que el dirigente ruso esté tan loco como para enviar tropas de combate para decidir el conflicto sirio. La historia nos demuestra que nadie ha salido victorioso de una invasión militar. Las fuerzas estadounidenses, consideradas las más poderosas del mundo, no han conseguido triunfar en ese campo; al contrario, sufrieron enormes pérdidas en Vietnam e Irak. Y pese a las grandes capacidades militares de la Unión Soviética, no pudo alzarse con la victoria en Afganistán. Por tanto, si Putin envía tropas de combate, Siria podría convertirse en el nuevo Afganistán de Moscú.
Por todos estos motivos, es de suponer que Putin, que busca pelea con Estados Unidos, fracase. No lograr decidir la lucha en Siria supondrá un revés para el papel que Rusia está tratando de desempeñar en los países que fueron barridos por la Primavera Árabe. El fracaso de Moscú será una victoria para Washington, sin que ésta tenga que meterse en el matadero sirio. Ésa es la política de Obama: lograr ganancias sin involucrar directamente a Estados Unidos o derrotar a sus rivales arrastrándolos a una lucha en la que ninguna de las partes pueda ganar.
© Versión original (en inglés): Fikra Forum
© Versión en español: Revista El Medio