Contextos

El legado de los premios: Sájarov frente a Nobel

Por Michael Rubin 

"Mientras que la mayoría de premios Nobel se concede por el trabajo de toda una vida y por logros contrastados, el comité de políticos que concede el de la Paz se ha basado en los últimos años para otorgar el galardón en consideraciones políticas, simbolismos y expectativas de futuras acciones, más que en un historial de logros"

Felicito a Malala Yusafzai, la colegiala y escritora paquistaní que sobrevivió a un intento de asesinato por parte de los talibanes, por ganar el Premio Sájarov de Derechos Humanos de este año. Malala ha escrito en blogs para defender el derecho de las niñas a recibir una educación básica frente a un movimiento político dedicado a hacer de las mujeres meras posesiones; ha sido valiente y ha golpeado a los talibanes en su misma médula, porque si no, no habrían tratado de silenciarla permanentemente.

Pese a que había cierta incertidumbre por saber si el Parlamento Europeo haría lo correcto, al final éste no ha menoscabado el premio y el legado de quien le da nombre, y lo ha concedido a alguien valeroso y que lo merece, una elección que perdurará mucho después de que otros candidatos hayan dejado de estar políticamente en boga.

Sin embargo, en general no se puede decir lo mismo del historial del comité de selección del Premio Nobel de la Paz.

Mientras que la mayoría de premios Nobel se concede por el trabajo de toda una vida y por logros contrastados, el comité de políticos que concede el de la Paz se ha basado en los últimos años para otorgar el galardón en consideraciones políticas, simbolismos y expectativas de futuras acciones, más que en un historial de logros. Ello quedó de manifiesto con la elección de la activista yemení Tawakul Karman. El presidente de los cinco miembros que integran el comité noruego del Nobel declaró en su día a Associated Press que Karman pertenecía a un movimiento musulmán vinculado a los Hermanos Musulmanes, “quienes en Occidente son considerados una amenaza para la democracia”, y añadió:

Yo no lo creo. Hay muchos signos de que ese movimiento puede ser parte importante de la solución.

Sin embargo, Karman tiene un concepto muy restringido de quién es digno de tener derechos humanos. Alza su voz por los activistas de los Hermanos Musulmanes -fue muy explícita tras el golpe en Egipto en julio de este año-, pero guarda un conspicuo silencio cuando quienes cometen la violencia son islamistas. Así, no se pronunció en defensa de Malala Yusefzai, ni siquiera cuando la vida de esta niña de 14 años pendía de un hilo, ni tampoco ha condenado los ataques de los Hermanos Musulmanes a los coptos. De hecho, la actitud de Karman parece ser un reflejo de la de su compañero acólito de la Hermandad, Recep Tayyip Erdogan, que ha negado que el presidente sudanés, Omar al Bashir, pueda ser cómplice de genocidio, pues “un musulmán nunca puede cometer un genocidio”.

Puede que el comité del Nobel pueda redimirse este año con su elección, pero le queda un buen trecho para dejar atrás su escarnio de los derechos humanos y de la democracia. Decididamente, el contraste entre las elecciones de Yusefzai y de Karman, los logros de ambas y la lógica existente tras sus galardones son una rueda de molino que pende del cuello de los Nobel.

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