Contextos

El hombre que derrocó a Morsi

Por Lee Smith 

"El hecho de que los egipcios estén tan ansiosos por colmarle de títulos y de otros ornatos dignos de un héroe de culto sugieren que estamos asistiendo al nacimiento de un culto a la personalidad""Lo que quizá sea más alarmante es que Sisi consulta regularmente a Mohamed Hasanein Heikal, un periodista de 89 años y antiguo confidente de Gamal Abdel Naser, el líder árabe más carismático del siglo pasado, cuyo peligroso narcisismo hizo que Egipto se viera envuelto en dos guerras catastróficas""Así pues, puede que sea el provincianismo de Sisi, su consideración de Egipto como centro del mundo, tanto como su ambición, lo que ha hecho que se una a Heikal. Naser era el campeón del nacionalismo árabe, pero, en sus manos, ese concepto ideológico de una gran nación árabe unificada fue siempre un instrumento para los intereses nacionales egipcios, a menudo a expensas de otros actores de la región, como Jordania y Arabia Saudí"

Desde que obligó al primer presidente electo de Egipto a abandonar su cargo hace unas semanas, el ministro de Defensa Abdul Fatah al Sisi se ha convertido en un héroe para el pueblo. Canciones populares en alabanza del jefe del Consejo Supremo de las Fuerzas Armadas egipcias, de 58 años, llenan las ondas, mientras retratos hagiográficos del hombre que salvó a la revolución conmueven a sus fans de nuevo cuño. Le llaman afectuosamente el Mariscal de campo del pueblo, pese a que este oficial de carrera no es mariscal de campo, sino que posee el rango de coronel general. El hecho de que los egipcios estén tan ansiosos por colmarle de títulos y de otros ornatos dignos de un héroe de culto sugieren que estamos asistiendo al nacimiento de un culto a la personalidad.

A Sisi no parece que le importe mucho. El hombre que depuso a Morsi se divierte con famosos, e invita a actores, actrices y cantantes egipcios a que asistan a sus maniobras militares financiadas por Estados Unidos. Se ha hecho fotografiar liderando a sus tropas en una maratón y en otras hazañas masculinas, como una versión egipcia de Vladimir Putin. Al general que ahora está al frente del mayor Estado árabe -y que, según la rumorología/conspiranoia egipcia, regaña al director de la CIA, John Brennan- le gusta que se sepa que desafía a los americanos. El militar que puede haber liquidado el proceso democrático egipcio cuando éste aún estaba en ciernes tiene grandes aspiraciones para sí mismo y para Egipto. En su primer discurso tras el golpe, Sisi explicó que había actuado no sólo debido a la crisis económica del país, sino porque “la influencia y el estatus de Egipto en la región estaban disminuyendo y, consecuentemente, también lo hacía su papel en la comunidad de naciones”. Lo que quizá sea más alarmante es que Sisi consulta regularmente a Mohamed Hasanein Heikal, un periodista de 89 años y antiguo confidente de Gamal Abdel Naser, el líder árabe más carismático del siglo pasado, cuyo peligroso narcisismo hizo que Egipto se viera envuelto en dos guerras catastróficas.

Incluso si Sisi no tiene aspiraciones de tipo naserista para liderar la región, es un tipo muy diferente de militar al de los que han defendido y dirigido Egipto durante los últimos treinta años. El hombre que estuvo al frente del Consejo Supremo de las Fuerzas Armadas antes que Sisi, y que gobernó Egipto después de Hosni Mubarak, fue Mohamed Husein Tantawi. “Tantawi no era un hombre ambicioso, era un burócrata”, dice Samuel Tadros, miembro del Centro para la Libertad Religiosa del Hudson Institute y autor del recientemente publicado Motherland Lost: The Egyptian and Coptic Quest for Modernity (“Patria perdida: la búsqueda egipcia y copta de la modernidad”). “Fuad Ayami describió, de forma célebre, a Mubarak como a un funcionario con rango de presidente”, dice Tadros. “Tantawi era un funcionario con rango de mariscal de campo”.

Morsi jubiló a Tantawi, de 77 años, el pasado agosto, y lo sustituyó por Sisi, un hombre mucho más joven que disfruta de los focos como no lo hacía su predecesor. “Tantawi nunca concedía entrevistas a los medios”, explica Tadros. “Permitía que todos los otros generales salieran en televisión, lo que sugería que el Consejo Supremo de las Fuerzas Armadas era más un proyecto colectivo”. Por otra parte, Sisi quiere que se sepa que él es quien lleva la voz cantante. “Es el único que sale en televisión. Él y el portavoz del Ejército. Sisi domina la escena”.

Algunos analistas han señalado que el golpe de Sisi y su operación de detención, en la que ha arrestado a cientos de miembros clave de los Hermanos Musulmanes, es similar al enfrentamiento de Naser con los Hermanos, pero puede que las semejanzas vayan más allá. Después de todo, Sisi está recibiendo algunas de sus indicaciones del mismo hombre que fue el cerebro de Naser. Mohamed Hasanein Heikal, un prolífico escritor y antiguo editor del principal periódico egipcio, Al Ahram, es más conocido por su relación con el antiguo presidente. Tanto si Heikal dirigía los movimientos de Naser, como le gusta hacer suponer al decano de los periodistas egipcios, como si simplemente fue testigo privilegiado de su proceso de toma de decisiones, su reputación de gran hombre se basa casi por completo en su historia con el héroe supremo del nacionalismo árabe. Según algunas informaciones, Sisi se reunió con Heikal de forma habitual antes del golpe. Fuentes egipcias afirman que el periodista escribió el discurso en el que el general daba a Morsi un ultimátum de 48 horas, y también su anuncio posterior al golpe.

Tadros afirma:

No es sorprendente que Sisi se dejara cautivar por alguien como Heikal. Incluso cuarenta años después de la muerte de Naser, conserva ese aura de grandeza en torno suyo -una gran mente, un genio, alguien que está bien relacionado y que conoce el mundo y sus costumbres mejor que nadie. Esa reputación es inmerecida, pero atraería a alguien como Sisi, cuya experiencia del mundo es muy limitada. Compárelo con Mubarak y Tantawi. Muchos de esos oficiales mayores fueron adiestrados en la Unión Soviética, así que la aversión de Mubarak hacia el socialismo se basaba en haber vivido allí y haber visto cómo era. Lo que sabemos de Sisi, por otra parte, es que fue agregado militar en Arabia Saudí y que fue entrenado brevemente en Estados Unidos. No es un hombre de mundo.

Así pues, puede que sea el provincianismo de Sisi, su consideración de Egipto como centro del mundo, tanto como su ambición, lo que ha hecho que se una a Heikal. Naser era el campeón del nacionalismo árabe, pero, en sus manos, ese concepto ideológico de una gran nación árabe unificada fue siempre un instrumento para los intereses nacionales egipcios, a menudo a expensas de otros actores de la región, como Jordania y Arabia Saudí. Al comprometer a las tropas para que lucharan junto a las fuerzas republicanas en la guerra civil de Yemen del Norte (1962-70), Naser se involucró en una guerra por poderes contra Riad, una política desastrosa a la que a menudo se ha denominado el Vietnam egipcio. Con decenas de miles de soldados en Yemen, Naser se encontró luchando en otro frente en junio de 1967, cuando Israel aplastó a Egipto y conquistó el Sinaí en seis días.

Si Sisi depuso a Morsi con la idea de enderezar la nave del Estado, no podría haber elegido peor ejemplo que Naser. Tadros explica:

No creo que esto quiera decir que Sisi vaya a atacar a Israel. Aunque, en algún momento, eso podría ser un problema. Lo que significa para Sisi es el regreso de Egipto a un lugar de preeminencia. Debido a nuestra civilización -la civilización faraónica, la civilización islámica-, los egipcios creen que nuestro país merece ser gobernado por alguien con más visión que Mubarak o Morsi. Sisi encaja en esa versión de un Egipto seguro de su destino y que está a la cabeza de la región.

The Weekly Standard