Contextos

Cómo Hamás perdió la primavera árabe

Por Jonathan Schanzer 

Terroristas de Hamás.
"Sorprendentemente, los años de la primavera árabe no han sido favorables para Hamás""Qatar, que nada en dinero, es quien ha contribuido con mayor generosidad, y además encabeza los proyectos de construcción en Gaza""El movimiento está deliberadamente descentralizado para garantizar que Israel no pueda decapitar a sus máximos dirigentes de un solo golpe""Las autoridades egipcias cerraron el paso de Rafah entre Egipto y Gaza, y, posteriormente, clausuraron 120 túneles de contrabando entre la Franja y el Sinaí, privando así a Hamás en la práctica de su principal vía comercial con el exterior""Se están tramitando los planes para una empresa privada, propiedad de hombres de negocios gazatíes, llamada Compañía Palestina para la Zona de Libre Comercio""Por ahora, Hamás parece haber perdido sus ansias de conflicto, lo que indica que el movimiento está en un estado de cambio"

El grupo terrorista palestino Hamás se está enfrentando a su antiguo patrón, Irán. Junto a Hezbolá y Rusia, la República Islámica ha respaldado firmemente al régimen de Bashar al Asad mientras éste masacraba a decenas de miles de sirios durante los últimos dos años. Pese a su propio historial truculento, la matanza ha sido demasiado para Hamás. La dirección externa del grupo dejó el año pasado su cuartel general de Damasco, que ocupaba desde hacía tiempo, y, en el proceso, abandonó también el Eje de Resistencia iraní.

Al parecer, esto no sentó bien al régimen clerical iraní. Hay noticias de que, en los últimos meses, Irán ha reducido drásticamente su ayuda económica a Hamás, que supuestamente superaba los 100 millones de dólares anuales. Si bien representantes de la organización palestina niegan estas informaciones, y es casi seguro que Teherán sigue suministrándole armas, es indudable que la relación se ha visto crispada.

Sorprendentemente, los años de la primavera árabe no han sido favorables para Hamás. El enfrentamiento con Irán es sólo un ejemplo de ello. El grupo no ha conseguido beneficiarse del auge regional de Gobiernos islamistas, como él. En vez de eso, la facción se encuentra en un extraño punto de inflexión, con más aliados ideológicos, pero con menos auténticas alianzas.

Hace tres años era inimaginable que Hamás se fuera a encontrar en esta encrucijada. El prestigio regional del movimiento, nacido a comienzos de la intifada de 1987 como escisión de los Hermanos Musulmanes, se vio reforzado por el meteórico ascenso de varios Gobiernos de los Hermanos en la zona. Hamás ya había resultado vencedora en las elecciones palestinas de 2006, y en 2007 se convirtió en el Gobierno de la Franja de Gaza tras expulsar a la Autoridad Palestina en un violento golpe. Así que, cuando los Hermanos Musulmanes ascendieron en la región a consecuencia de los disturbios de la primavera árabe, parecía de lo más natural que el Gobierno gazatí de facto se integrara sin problemas en el nuevo Oriente Medio.

Pero la relación económica con sus patronos iraníes y sirios pronto se convirtió en una desventaja. El grupo se vio atrapado en una lucha entre sus financiadores chiíes (Irán es chií, y Siria es un Estado cliente de Irán) y el nuevo orden suní (los Hermanos Musulmanes lo son). La decisión de Hamás pronto se vio facilitada por las sanciones occidentales contra Irán por su ilícito programa nuclear, que devoró las reservas iraníes de divisas y erosionó la capacidad del régimen para financiar a sus peones. El Movimiento de Resistencia Islámico se encontró entonces en una postura decididamente incómoda: la de tener una alianza con el régimen alauita de Siria, respaldado por Irán, mientras Asad abatía a suníes y palestinos por igual. Hamás abandonó su sede de Damasco en febrero del año pasado.

Esperando realinearse con el nuevo orden suní de la región, el movimiento envió a destacadas figuras a gestionar las relaciones con tres potencias estrechamente vinculadas a los Hermanos Musulmanes: Egipto, Turquía y Qatar. Con el tiempo, este triunvirato ha llenado el vacío dejado por Irán.

Qatar, que nada en dinero, es quien ha contribuido con mayor generosidad, y además encabeza los proyectos de construcción en Gaza. Se cree que Turquía ha aportado fondos adicionales y que está construyendo hospitales y mezquitas en este enclave costero. Además, vende allí una amplia gama de productos. Egipto, ahogado por las deudas, no puede aportarle fondos a Hamás, pero el Gobierno de Morsi ha maniobrado para sacar a Hamás del aislamiento.

Esta nueva composición del  patronazgo del movimiento se refleja claramente en la reciente elección de su directiva. El jefe de su Ejecutiva, Jaled Meshal, que trabajaba desde Damasco y gestionaba las relaciones con Irán, opera ahora desde Doha (Qatar). Saleh al Aruri, que es una estrella en ascenso en Hamás y está encargado de sus operaciones en la Margen Occidental, sirve como emisario con base en Turquía. El veterano dirigente Musa Abu Marzuk, que hace de portavoz ante los medios, está establecido en El Cairo. Además, la organización mantiene a miembros de la directiva en Jordania y en el Líbano, mientras que otros dirigentes permanecen en Gaza, como el primer ministro Ismaíl Haniye y el Gabinete de Hamás.

Por supuesto, Hamás siempre ha mantenido líderes en el extranjero. El movimiento está deliberadamente descentralizado para garantizar que Israel no pueda decapitar a sus máximos dirigentes de un solo golpe. Pero desde el éxodo de Damasco, su estructura se parece más a un cuerpo diplomático.

El liderazgo de Mashal en todo este proceso ha sido endeble. En los últimos años, numerosos informes han sugerido que se preparaba para dejar el puesto. Al fin y al cabo, era el responsable de las relaciones con los iraníes y los sirios, y esas relaciones se habían agriado. Pero en abril el dirigente interino de Hamás parecía haber encontrado la estabilidad laboral en Doha, gracias al nuevo cordón umbilical financiero que les une allí. Fue reelegido en abril de 2013 como jefe de la Ejecutiva, pero sólo tras un prolongado periodo de confusión que rodeó al proceso de selección, el cual, al parecer, tuvo lugar en diversos lugares, como Turquía, Sudán o Egipto, y fue pospuesto en varias ocasiones debido a cuestiones técnicas.

Sin embargo, aún no está claro a dónde se dirige Hamás bajo la dirección de Mashal. Ha expresado repetidamente su deseo de unirse a la laica Organización para la Liberación de Palestina (OLP), que lleva mucho sirviendo de base política al enemigo doméstico de Hamás, Al Fatah. Como señala Myaimar Abusada, profesor de ciencia política residente en Gaza:

 Mashal comprende que, para que Hamás se convierta en una entidad legítima, deberá formar parte de la OLP.

Pero no está claro en absoluto cómo eso puede atraer a una mayoría de las partes interesadas en Hamás. Darse la mano con la OLP es algo antitético para la plataforma de resistencia del movimiento. A fin de cuentas, aquélla se muestra abierta a negociar con Israel, algo que Hamás rechaza firmemente. Puede que por eso, en medio del divorcio de Irán y Siria, sus antiguos patronos han concentrado su desprecio sobre Meshal y lo han llamado sionista, de propina.

Al final, parece que Qatar influyó al movimiento para mantener a Meshal al timón, en lo que seguramente fue más un reflejo del ascendente económico del emirato que del peso político del dirigente palestino.

Por su parte, Turquía parece menos preocupada por influir a Hamás en su toma de decisiones. En vez de eso, el primer ministro Tayyip Erdogan se ha consagrado a sacarla de su aislamiento político y económico, lo que hace con frecuencia en los escenarios mundiales. La flotilla patrocinada por Turquía en 2010 -cuyo propósito era romper el bloqueo israelí de Gaza, pero que, en cambio, desencadenó un conflicto con comandos israelíes en alta mar- fue una forma bastante dramática de expresar su postura.  Desde entonces, Erdogan ha encontrado formas menos problemáticas de abogar por el movimiento islamista palestino. Por ejemplo, se recordará cómo dijo el año pasado ante la audiencia de una cadena de televisión norteamericana:

No considero a Hamás una organización terrorista. Hamás es un partido político.

Se dice que, en diciembre de 2011, el primer ministro turco “dio instrucciones al Ministerio de Finanzas para que asignara 300 millones de dólares para enviarlos al Gobierno de Hamás en Gaza”. Tanto Turquía como Hamás lo han negado, pero Reuters y el diario israelí Haaretz  publicaron sucesivos reportajes en los que se mencionaba esta relación económica. Mientras, es innegable que Turquía ha financiado hospitales, mezquitas y escuelas en la Gaza controlada por Hamás, y ha aportado fondos adicionales destinados a ayudar al Movimiento de Resistencia Islámico a reconstruir su territorio tras la guerra contra Israel en noviembre de 2012.

La relación de Hamás con Egipto ha resultado ser la más impredecible. Después de la elección de Mohamed Morsi, de los Hermanos Musulmanes, en 2012, la organización palestina esperaba una nueva era de cordiales relaciones, a diferencia de las dificultades experimentadas por el movimiento con quien durante mucho tiempo fue el hombre fuerte del país, Hosni Mubarak. Sin embargo, durante el último año las relaciones han sido tensas. La mayor parte de la fricción procede de la violencia en la península del Sinaí, atribuida a grupos yihadistas salafistas con base  en Gaza, por no mencionar la red de túneles entre Egipto y la Franja, que permite a Hamás pasar combustible de contrabando e incluso, potencialmente, llevar a cabo operaciones en Egipto. El movimiento palestino ha negado repetidamente haber cometido cualquier irregularidad, e incluso ha amenazado con demandar a las publicaciones egipcias que lo afirman.

Pero es difícil negar la guerra fría existente entre Hamás y las fuerzas de seguridad egipcias. Las tensiones alcanzaron un punto álgido el año pasado, cuando yihadistas atacaron un puesto militar egipcio en Rafah y mataron a 16 soldados. Después del ataque, las autoridades egipcias cerraron el paso de Rafah entre Egipto y Gaza, y, posteriormente, clausuraron 120 túneles de contrabando entre la Franja y el Sinaí, privando así a Hamás en la práctica de su principal vía comercial con el exterior. Además, siguen incautándose de armas y explosivos en la península, que supuestamente van destinados a la Franja de Gaza, entre ellos cohetes de corto alcance y misiles antitanque. Sólo en mayo clausuraron 23 túneles de contrabando.

La presión egipcia ha obligado a Hamás a reconsiderar su actual estrategia de resistencia. El principal propósito de los túneles, cuando se crearon en los primeros años de la segunda intifada (2000-2005), era transportar cohetes y morteros a la Franja de Gaza. Pero adquirieron mayor importancia para Hamás después de que Israel construyera la barrera de seguridad para evitar que terroristas suicidas se infiltraran en el país. Los túneles se convirtieron en una vía de suministro de bienes a los que los israelíes no permitían la entrada. Y se volvieron aún más cruciales después de que el movimiento saqueara la Franja y tomara al asalto la Autoridad Palestina en 2007, cuando Israel impuso un embargo sobre el enclave costero. Los túneles son ahora la principal arteria de Hamás para muchos productos básicos, por no mencionar que es una lucrativa fuente de impuestos para el movimiento islamista convertido en Gobierno.

Pero mientras crecían las tensiones con Egipto por los túneles, los líderes de Hamás comenzaban a hacer circular una idea que atrajo a casi toda Gaza. ¿Por qué no sacar la economía de la Franja a la superficie, con la ayuda de Egipto? Se están tramitando los planes para una empresa privada, propiedad de hombres de negocios gazatíes, llamada Compañía Palestina para la Zona de Libre Comercio. La empresa beneficiaría a Egipto al permitirle vender bienes a aproximadamente 1,8 millones de consumidores, de manera que estuvieran sujetos a impuestos y, por tanto, ayudaran a su agónica economía. Y ayudaría a Gaza al facilitar el flujo libre de bienes por primera vez en seis años.

Por supuesto, una medida así obligaría a Hamás a renunciar a su contrabando de armas. Al aceptar un acuerdo como éste, el movimiento se vería obligado a renunciar a la violencia, si no de palabra, sí de obra.

Semejante decisión no dependería de Mashal o de cualquier otro de los dispersos miembros de la Ejecutiva en el exilio. Más bien dependería por completo de la dirección establecida en Gaza, que es aún el centro de gravedad del movimiento. Y seguramente se recibiría con un rechazo significativo.

Después de años de ser descritos como pragmáticos, los dirigentes gazatíes se han vuelto cada vez más radicales. Por supuesto, Gaza ha sido siempre la base de operaciones de las Brigadas de Ezedin Al Kasem, que actúan como brazo armado del movimiento. Pero como señala el profesor Abusada, la dirección de Hamás en Gaza ahora incluye a “figuras que fueron liberadas en el intercambio de prisioneros por Gilad Shalit”, un acuerdo de 2011 en el que Israel intercambió a más de 1.000 palestinos acusados de terrorismo por un solo soldado secuestrado. El profesor prosigue: “Rawhi Mushtaha y Yahya al Sinwar son dos de los nuevos altos cargos de Hamás en Gaza. Ambos han sido condenados por múltiples asesinatos”.

Eso explica, en parte, por qué el movimiento no ha roto todos sus lazos con Irán. En septiembre del año pasado, el cofundador de Hamás, Mahmud al Zahar, se reunió con varios dirigentes iraníes en Teherán. Y, como reconoció Zahar, “nadie puede ignorar la relevancia de Irán y su importante lugar en la cuestión palestina”.

Lo que no reconoció Zahar fue que Irán también puede amenazar a la organización. De hecho, puede dirigir ataques contra intereses egipcios en el Sinaí, comprometiendo aún más la ya difícil relación entre Hamás y El Cairo. De forma bastante fácil puede armar, financiar o entrenar a alguno de los otros grupos terroristas gazatíes, entre ellos la Yihad Islámica Palestina y los Comités de Resistencia Popular. Los dirigentes del movimiento saben que pagarán un precio si Irán dirige un ataque por medio de terceros contra Israel, lo que provocaría represalias que podrían debilitar su capacidad para gobernar Gaza.

Como señala el profesor Abusada respecto a Hamás:

Cualquier operación israelí contra Gaza desestabilizará su Gobierno y su control sobre la Franja. Por eso mantienen el alto el fuego.

Por ahora, Hamás parece haber perdido sus ansias de conflicto, lo que indica que el movimiento está en un estado de cambio. En una reciente entrada de su página web en árabe iban tan lejos como para pedir a los medios que dejaran de insistir en sus divisiones internas, y repetían que se siguieran centrando en derrotar al “enemigo sionista”.

Todo esto ha hecho que algunos observadores aboguen por un compromiso con el movimiento y por convencer a sus dirigentes para que renuncien a la violencia. Pero mientras el centro de gravedad de Hamás esté en Gaza, lo más seguro es que esto no dejen de ser meras ilusiones. Como señala el profesor Abusada, “Hamás está en un proceso de transformación. Moderación no es la palabra adecuada en este caso. Pero algo está pasando”.

Foundation for Defense of Democracies