Contextos

Turquía se sigue acercando a Rusia y a Irán

Por Jesús M. Pérez 

Recep Tayyip Erdogan.
"Está por ver que Rusia, Irán y Turquía acuerden una política común para Siria, cuando cada cual tiene sus propios intereses, que no encajan necesariamente con los de los otros. De momento, asistimos a gestos de cara a la galería que son un desplante de Turquía a sus tradicionales socios occidentales. Pero cuanto más avance Ankara en su realineamiento internacional hacia Moscú y Teherán, menos ambigüedades podrá mantener"

Después del fallido golpe de Estado del 15 de julio, las autoridades turcas siguen dando pasos conducentes a reorientar su política exterior. Turquía es miembro de la OTAN y ha sido eterno candidato a entrar en la Unión Europea. Pero Ankara parece decidida a acercarse al bloque que forman Rusia e Irán.

El ministro iraní de Asuntos Exteriores, Mohamad Javad Zarif, visitó Ankara el pasado viernes para reunirse con su par turco, Mevlüt Çavuşoğlu. Fue significativo que el iraní fuera uno de los Gobiernos que más rápido reaccionaron al intento de golpe de Estado para condenarlo, en contraste con el silencio occidental. Ese gesto fue valorado por el Gobierno turco y explica los recientes gestos diplomáticos. Para Irán, el triunfo de un golpe de Estado pudo haber supuesto la llegada al poder en Turquía de la facción más secular y nacionalista del Ejército, hostil a Irán.

Tras la reunión, Zarif y Çavuşoğlu dijeron que sus países mantendrían un «contacto más cercano” en la cuestión de la “integridad territorial de Siria”. Es decir, que se oponen a cualquier solución que suponga la partición del país, y que siguen con especial atención los progresos territoriales alcanzados por las fuerzas kurdas de Siria. Algo que en Ankara preocupa especialmente, porque Siria sirve de retaguardia para las fuerzas insurgentes separatistas kurdas de Turquía. Çavuşoğlu habló además de “fortalecer la cooperación” entre Turquía e Irán para lograr una “paz duradera en Siria”. Por su parte, Zarif dio la bievenida desde Irán a la “nueva cooperación” entre Rusia y Turquía. La televisión estatal iraní HispanTV recogió la noticia de que el presidente turco podría visitar próximamente Irán para formar un grupo de trabajo ruso-turco-iraní sobre Siria.

Mientras tanto, siguen los pasos del acercamiento turco a Rusia en dos áreas estratégicas como la defensa y la energía. El miércoles, Çavuşoğlu anunció que Turquía establecerá un canal diplomático, de defensa e inteligencia con Rusia. Para ello se desplazaría hasta Rusia una delegación turca formada por altos cargos del Ministerio de Asuntos Exteriores y de las Fuerzas Armadas, así como por el jefe del servicio de inteligencia turco.

Turquía aspira a incrementar la cooperación tecnológica con la industria de defensa rusa. Tratándose de un miembro de la OTAN, las Fuerzas Armadas turcas han sido tradicionalmente clientes de la industria de defensa occidental. Pero en las últimas décadas Turquía ha procurado desarrollar una industria de defensa local y tener nuevos proveedores, como China, Singapur, Corea del Sur e Israel, buscando siempre transferencias de tecnología. Precisamente la interrupción de varios proyectos militares llevaron a Turquía a retomar sus relaciones con Israel (véase «Turquía necesita a Israel»).

La búsqueda de proveedores tecnológicos colocó al país en situaciones extrañas. En 2013 Turquía concedió un contrato para un sistema de defensa antiaérea de largo alcance al modelo chino HQ-9, fabricado por una empresa sobre la que pesaban sanciones estadounidenses. La decisión fue explicada por la disposición china a transferir tecnología a Turquía, pero el sistema era imposible de integrar en una red de defensa antiaérea que sigue estándares OTAN. Así que finalmente la decisión fue anulada. Las decisiones de índole tecnológico tienen por supuesto implicaciones políticas de alcance internacional, que colocarán a Turquía en un dilema creciente sobre su alineamiento geopolítico.

El derribo de un avión ruso por parte de la fuerza aérea turca congeló las relaciones con Moscú en materia energética. Tras la cumbre bilateral de San Petersburgo (véase «Consecuencias de un giro estratégico por parte de Turquía»), dos proyectos clave se vuelven a poner en marcha. El presidente Erdoğan anunció que se reactivará el proyecto Turkish Stream, un gasoducto submarino que atravesará el Mar Negro y llevará el gas natural ruso a Turquía y a la Península Balcánica. Este proyecto hace competencia a Nabucco, que pretende llevar gas natural de la cuenca del Caspio hasta el centro de Europa y ahora está parado. Si sale adelante la alternativa ruso-turca, la Unión Europea podría encontrarse con una pinza energética rusa desde el Báltico y el Mar Negro.

Además, Rusia y Turquía retoman la construcción de la planta nuclear de Akkuyu, la primera con la que contará Turquía, que será construida por una filial de la corporación estatal rusa Rosatom con un socio local turco. Antes de la crisis diplomática entre Rusia y Turquía, los planes para la planta era que entrara en servicio en 2022.

Lo que hemos visto desde la intentona del 15 de julio no han sido más que gestos y declaraciones. Está por ver que Rusia, Irán y Turquía acuerden una política común para Siria, cuando cada cual tiene sus propios intereses, que no encajan necesariamente con los de los otros. De momento, asistimos a gestos de cara a la galería que son un desplante de Turquía a sus tradicionales socios occidentales. Pero cuanto más avance Ankara en su realineamiento internacional hacia Moscú y Teherán, menos ambigüedades podrá mantener.