Contextos

Turquía delata agentes israelíes a Irán

Por Evelyn Gordon 

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"Turquía reveló a Teherán deliberadamente las identidades de hasta 10 iraníes que trabajaban como informadores para Israel, lo que tuvo como consecuencia una significativa pérdida de información sobre el programa nuclear iraní. El primer ministro turco Recep Tayyip Erdogan aprobó personalmente esa decisión"

Si alguien aún se cree la promesa del presidente Barack Obama de impedir que Irán llegue a ser nuclear, el bombazo informativo que ofreció ayer David Ignatius en el Washington Post debería hacer que esa ilusión se desvaneciera. Según Ignatius, Turquía reveló a Teherán deliberadamente las identidades de hasta 10 iraníes que trabajaban como informadores para Israel, lo que tuvo como consecuencia una significativa pérdida de información sobre el programa nuclear iraní. El primer ministro turco Recep Tayyip Erdogan aprobó personalmente esa decisión, adoptada tras otros incidentes en los que el jefe de espionaje del primer ministro turco (nombrado a dedo por éste) entregó a Irán información confidencial de inteligencia obtenida por Estados Unidos e Israel. Pero Washington no sólo se negó a presentar siquiera una queja ante Ankara: hizo que las relaciones con Turquía fueran aún más cordiales, hasta el punto de que “Erdogan estaba entre las principales personas de confianza de Obama”.

No hace falta decir que alguien que fuera en serio respecto a detener el programa nuclear iraní estaría furioso por la pérdida de información significativa al respecto, y no recompensaría al responsable de dicha pérdida nombrándolo principal confidente. Con semejante comportamiento, Obama ha indicado a Teherán que está perfectamente satisfecho de permanecer en la ignorancia respecto a su carrera en pos de la bomba. Alguien que fuera en serio respecto a detener el programa también dejaría de compartir información confidencial sobre el tema con una persona de la que se sabe que ha pasado ésta a Teherán, en vez de seguir tratándolo como confidente.

Pero, incluso sin el bombazo de Ignatius (que debería provocar dimisiones en masa en el Caucus del Congreso sobre Turquía, si es que el Congreso es tan serio respecto a la detención del programa nuclear iraní como hasta ahora ha demostrado ser), el contraste entre la sesión de negociaciones con Irán de esta semana y la reunión de Obama con Netanyahu del mes pasado nos proprocionó pruebas bastante claras de las posturas adoptadas por el presidente estadounidense. Según Haaretz, Obama se quejó al primer ministro israelí de que las conversaciones palestino-israelíes avanzaban demasiado lentamente y exigió que se aceleraran; dijo que, en caso contrario, el plazo límite de nueve meses no se cumpliría. Si esa fecha no se cumple, no es probable que suceda nada que haga imposible un acuerdo, pero, aún así, el mandatario estadounidense consideró que una sesión de negociaciones a la semana no es suficiente.

En cambio, con Irán el tiempo es verdaderamente esencial: su programa nuclear sigue avanzando rápidamente incluso durante las negociaciones, y los expertos predicen que, a este ritmo, alcanzará capacidad crítica  (la capacidad de producir armas nucleares sin ser detectados) como muy tarde a mediados de 2014. Pero para este asunto Obama parece tener todo el tiempo del mundo: tras la sesión inaugural en Ginebra de esta semana, las conversaciones entre Irán y el denominado P5+1 no se reanudarán hasta dentro de tres semanas, el 7 de noviembre. El contraste entre la impaciencia de Obama respecto a la cuestión palestino-israelí -que no es urgente-, y su paciencia, aparentemente inagotable, respecto a la iraní -que sí lo es-, es una prueba concluyente de qué problema le preocupa de verdad y cuál no.

El mes pasado, una encuesta mostró que dos tercios de los judíos israelíes ya no creen en la promesa de Obama de impedir que Irán consiga la bomba, y cuando la información revelada por Ignatius haya calado, supongo que esa cifra se elevará aún más. Precisamente por eso, al contrario   de lo que afirma el New York Times, con su vana creencia de que Netanyahu “está cada vez más solo en el extranjero y en casa”, el público israelí le respalda ahora firmemente: según otra reciente encuesta, dos tercios de israelíes afirman que respaldarían un ataque unilateral israelí contra Irán, todo un vuelco respecto al 58% que se oponía al mismo el año pasado. Los israelíes, al parecer, empiezan a ser conscientes de que nadie va a impedir que Irán tenga armas nucleares si ellos no lo hacen.

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