Contextos

Turquía, culpable de la quiebra kurda de la tregua

Por Michael Rubin 

PKK
"Predije que, después de que el Comité Olímpico Internacional (COI) tomara su decisión, Turquía ya no necesitaría portarse bien, y que el proceso de paz se vendría abajo en septiembre""El presidente castigará al PKK, pero el único a quien debe culpar es a sí mismo. Mientras los medios turcos y sus colegas occidentales manifestaban su optimismo por el logro de una tregua por parte de Erdogan, pocos consideraban lo que los kurdos esperaban conseguir""La mayoría de los turcos no puede concebir lo que supondría la igualdad y la reintegración dentro de Turquía""Con todo lo problemáticos que puedan ser ciertos comportamientos del PKK, es hora de que los responsables políticos norteamericanos reconsideren al grupo y a su líder, y de acabar con el apoyo ciego a Erdogan"

El pasado abril, en medio de gran optimismo público por el proceso de paz entre las autoridades turcas y los insurgentes del Partido de los Trabajadores del Kurdistán (PKK), sugerí que el Gobierno turco era más cínico que sincero y estaba utilizando el proceso de paz por dos motivos: en primer lugar, para ganarse el apoyo kurdo a la Constitución propuesta por el primer ministro, Recep Tayyip Erdogan -que consolidaría su poder durante más de una década- , y, en segundo lugar para conseguir para Estambul los Juegos Olímpicos de 2020 (lo explico aquí con más detalle). Predije que, después de que el Comité Olímpico Internacional (COI) tomara su decisión, Turquía ya no necesitaría portarse bien, y que el proceso de paz se vendría abajo en septiembre.

Bien, septiembre ya está aquí. Las ambiciones de Erdogan respecto a su constitución han sido dejadas a un lado por su propio comportamiento durante las manifestaciones de la plaza Gezi a comienzos del verano, y el COI decidió hace unos días ignorar la mal concebida propuesta de Estambul y elegir a Tokio. Ahora, como un mecanismo de relojería, el proceso de paz se viene abajo.

La Unión del Comité Democrático del Kurdistán, una fachada del PKK, emitió un comunicado el lunes sobre la ruptura de las negociaciones, parte del cual resumo a continuación:

Mientras se trata un problema con cien años de antigüedad, imponer el aislamiento a una de las principales partes interesadas y no dejarle espacio para que trabaje en la solución supone una clara prueba de que el Gobierno no es sincero en cuanto a resolver la cuestión. Mientras el primer ministro y su Gobierno son libres cada día de celebrar muchas sesiones y de intercambiar opiniones con numerosos grupos, al líder de la APO sólo se le permite reunirse durante dos horas al mes; este hecho demuestra claramente que el proceso no está avanzando (…) Construir nuevos puestos militares, nuevas presas y centrales hidroeléctricas basta para demostrar la mala voluntad gubernamental. Se están preparando para la guerra, no para la paz. Durante los nueve meses en los que no hubo conflicto, comparados con los años del mismo, el Gobierno ha ido aumentando más y más sus preparativos militares. No ha dado pasos hacia la democratización de Turquía. No ha liberado a los presos del KCK -lo que habría despejado el camino para políticas democráticas- y tampoco ha derogado la ley antiterrorista.

Erdogan ha convocado una reunión de emergencia con su Gabinete militar y de seguridad nacional para discutir la situación. El primer ministro castigará al PKK, pero el único a quien debe culpar es a sí mismo. Mientras los medios turcos y sus colegas occidentales manifestaban su optimismo por el logro de una tregua por parte de Erdogan, pocos consideraban lo que los kurdos esperaban conseguir.

Tras el acuerdo de alto el fuego, viajé a Bruselas y a Qandil (una zona del Kurdistán iraquí controlada por el PKK) para discutir la cuestión con intelectuales kurdos y altos cargos del PKK. Si bien aún hay muchas cosas respecto a las cuales ellos y yo no estamos de acuerdo, y buena parte de las conversaciones fue off the record, quedó claro que el partido kurdo esperaba bastante más de lo que Erdogan estaba dispuesto a ofrecer. De hecho, aparte de algunos programas de radio y de libertad lingüística, les ofreció poco más que nada.

La mayoría de los turcos no puede concebir lo que supondría la igualdad y la reintegración dentro de Turquía. Más que hablar de unos cuantos cursos de idioma kurdo, deberían comprender que la verdadera reconciliación supondrá que antiguos soldados del PKK se integren en el Ejército turco, y que ex espías del partido kurdo se incorporen al MIT, el servicio de inteligencia nacional. Estambul, la ciudad con mayor población kurda del mundo, deberá tener señales bilingües en las calles. En esas circunstancias, Turquía se convertiría en un Estado binacional. En cualquier caso, el PKK querrá que su líder Abdalá Öcalan sea liberado de prisión.

No hay excusa para que Turquía no libere a Öcalan si es seria respecto a la paz. Al fin y al cabo, al entablar negociaciones con él, lo volvió el hombre indispensable. Tras años de declarar que era irrelevante, Erdogan lo convirtió en la única figura capaz de representar a los kurdos de Turquía en unas negociaciones. Cuando sea liberado, dudo que se conforme con ser alcalde de Diyarbakir, que sería el tope si alguien aceptara el plan del mandatario turco.

Turquía y Estados Unidos consideran que Öcalan es un terrorista, pero ya es hora de que los estadounidenses reconsideren esa denominación: ambas partes tienen las manos manchadas de sangre en este conflicto, y el PKK ha actuado mucho tiempo como un grupo insurgente organizado, más que como uno terrorista. EEUU sacó de la lista de organizaciones terroristas al Muyahidín Al Jalq, un culto aborrecible que lleva a cabo acciones terroristas, ha atacado a norteamericanos en el pasado y tiene un apoyo insignificante en Irán. En cambio, el PKK nunca a atacado a norteamericanos, no los ha sobornado (como hace el Muyahidín) y goza de un amplio apoyo no sólo en Turquía, sino en Irán y Siria.

Öcalan, desde el aislamiento en una celda, le ha dado cien vueltas a Erdogan e, independientemente de lo que ocurra a continuación, saldrá de esto como vencedor. Si el alto el fuego se viene abajo, aún tendrá la relevancia que Erdogan le ha otorgado. Si el primer ministro ofrece más concesiones, él afirmará la estrategia del PKK.

Con todo lo problemáticos que puedan ser ciertos comportamientos del PKK, es hora de que los responsables políticos norteamericanos reconsideren al grupo y a su líder, y de acabar con el apoyo ciego a Erdogan, que ha utilizado a los kurdos como balón político y aún tiene que trazar su mapa de ruta o su enfoque para resolver el problema. Ciertamente, eso no significa que haya que cambiar el apoyo ciego a un autócrata por otro, sino que se debe determinar qué es lo que juega a largo plazo en pro de la estabilidad regional, de la democracia y de los intereses nacionales estadounidenses.

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