Contextos

Turquía: ¡cuidado con el olivo judío!

Por Michael Rubin 

Recep Tayyip Erdogan, presidente de Turquía.
"Los judíos se enfrentan a un antisemitismo sin precedentes, hasta el punto de que la comunidad ha empezado a hacer las maletas y marcharse, como hizo la de Irán en tiempos de la revolución jomeinista"

Debido al sectarismo del presidente Recep Tayyip Erdogan, Turquía se ha vuelto un lugar bastante inhóspito para las minorías religiosas, sean éstas la judía, la cristiana, la aleví o la yazidí. En los últimos años, radicales turcos han asesinado o tratado de asesinar a sacerdotes. Mientras que el Gobierno ha tratado de suscitar simpatías en la crisis de los refugiados acaecida como consecuencia del auge del Estado Islámico en los vecinos Irak y Siria, el tratamiento que otorga Turquía a los refugiados cambia radicalmente en función de su religión. Por decirlo claramente, cuando Turquía reparte ayuda humanitaria, no hace falta que los yazidíes se molesten en solicitarla. En cuanto a los alevíes –una secta escindida del sunismo de la que forma parte al menos una quinta parte de la población turca–, Erdogan se ha negado a reconocer sus lugares de culto y considera que sus niños deberían ser educados sólo en la doctrina suní. Los judíos se enfrentan a un antisemitismo sin precedentes, hasta el punto de que la comunidad ha empezado a hacer las maletas y marcharse; como hizo la mayor parte de la comunidad judía iraní durante y después de la revolución islámica.

¿Cómo de malo se ha vuelto el antisemitismo en Turquía? Erdogan, por supuesto, no ha simpatizado en absoluto con el movimiento ecologista turco. Las protestas del parque Gezi comenzaron como un intento de salvar una de las pocas zonas verdes del centro de Estambul frente al desarrollo urbanístico promovido por el Gobierno; pero se transformaron en un movimiento opositor más amplio como consecuencia de las duras tácticas de Erdogan. En los meses posteriores, Erdogan ha acelerado la urbanización, lo que ha suscitado la ira de quienes pretenden proteger los espacios verdes del país. Ahora, al parecer, los partidarios del presidente han encontrado una forma nueva y creativa de justificar que se arranquen árboles. En un artículo de un diario turco se expone una campaña difamatoria que promueve la idea de que los olivos son pro judíos y que, por tanto, deberían ser destruidos. Un colega turco ha traducido el párrafo fundamental:

Cuando esté cerca el fin del mundo, estallará una guerra entre musulmanes y judíos, que ganarán los primeros. Los judíos tratarán de huir y de esconderse tras los árboles. Todos esos árboles gritarán: “¡Hay un judío detrás de mí, ven y mátalo!”. Sólo el olivo no los delatará, porque es un árbol judío; por eso Israel promueve que se planten olivos.

Por consiguiente, parece que es bueno talar olivos. Así, no debería haber quejas cuando el gobernante Partido de la Justicia y el Desarrollo (AKP) destruya miles, cuando no cientos de miles, de olivos en la Turquía occidental a fin de despejar el terreno para el desarrollo minero e industrial. Pues la finalidad no es otra que preparar al mundo para el fin de los tiempos y la aniquilación de los judíos.

Claro que sí, presidente Obama. Turquía pertenece a Europa. ¿Qué podría salir mal?

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