Conforme Libia se sume cada vez más en una guerra civil, los tunecinos se muestran cada vez más hartos de su vecino oriental, del que muchos temen se convierta en un Estado fallido.
En las recientes elecciones presidenciales, no hubo ningún candidato que lograra la mayoría en la primera vuelta y, por tanto, a finales de diciembre se celebrará una segunda entre Moncef Marzuki, presidente en funciones, y Beyi Caid Esebi, líder de Nidaa Tunis. El vencedor ocupará el cargo durante los próximos cinco años y desempeñará un importante papel a la hora de decidir la política exterior tunecina, como establece la Constitución en su artículo 77.
En la etapa preelectoral quedó claro que la defensa y la seguridad ocupaban un papel destacado en los programas de los candidatos. Teniendo en cuenta la caótica situación reinante en Libia (dos periodistas tunecinos fueron secuestrados por milicias, y a menudo se producen escaramuzas fronterizas) y la presencia de grupos terroristas en las montañas entre Túnez y Argelia, ambas cuestiones seguirán siendo fundamentales en el enfrentamiento entre Marzuki y Esebi.
En general, el discurso de ambos candidatos sobre Libia gira en torno a tres cuestiones fundamentales:
En primer lugar, la seguridad fronteriza. Los dos políticos creen que conforme se deteriore la situación en Libia, entrarán más armas y más extremistas en Túnez. Los tunecinos creen que la falta de una autoridad central fuerte en el país vecino implica que el suyo tendrá que cargar con el peso de defender la frontera. El ministro del Interior ha revelado que miles de jóvenes tunecinos se han introducido en Libia: algunos de ellos para ser adiestrados a fin de llevar a cabo atentados en Túnez, mientras que otros se dirigirán a Siria a través de Turquía. Incluso Abu Ayad al Tunisi, líder del grupo radical tunecino Ansar al Sharia, vive en Libia. Su grupo es cómplice de asesinatos políticos y de atentados contra soldados y miembros de las fuerzas de seguridad, y se ha comprometido a llevar a cabo más ataques en cuanto sus miembros y dirigentes consigan mayor apoyo y protección en la turbulenta región oriental libia.
En segundo lugar, el contrabando. Si bien éste ha sido durante mucho tiempo la única fuente de ingresos para muchos habitantes de la zona fronteriza, ahora el flujo de mercancías peligrosas y lucrativas procedentes de Libia, entre ellas drogas y armas, se ha convertido en una fuente de preocupaciones para Túnez. El contrabando ha creado una economía paralela en el país que supone, aproximadamente, la mitad de la economía oficial tunecina. El International Crisis Group vincula el alarmante crecimiento en las operaciones de contrabando con el vacío de seguridad posterior al levantamiento contra el régimen de Ben Alí, y con el caos producido por la guerra libia. Aparte de ser ilegal, el contrabando refuerza a los yihadistas, que sobornan a las autoridades fronterizas y aduaneras para que hagan la vista gorda en la entrada de mercancías en Túnez.
En tercer lugar, la comunidad de refugiados libios en Túnez. Según cálculos oficiales, en 2011 entraron en el país cerca de millón y medio de libios que huían del suyo. El conflicto que prosigue en Libia ha impedido que muchos de ellos regresen allí, y su presencia continuada en territorio tunecino ha causado problemas relacionados con la seguridad, la integración, el suministro de productos y los puestos de trabajo. El cuatro de noviembre el Ministerio del Interior publicó un decreto en el que se prohibe que los libios puedan organizar reuniones o actividades políticas sin autorización. Quienes infrinjan esta nueva ley podrían afrontar la expulsión y la deportación inmediata.
En cualquier caso, parece que Túnez se muestra favorable a colaborar con socios occidentales y regionales para hacer frente a la espinosa cuestión libia. Desde el Ejecuivo se insta constantemente a que se consulte a norteamericanos, argelinos, egipcios y europeos para poder encontrar una solución pacífica y no militar a la crisis. Y, dado el clima actual, es probable que el nuevo presidente, sea Marzuki o Esebi, siga una táctica similar.