Revista de Prensa

Trump no quiere empezar la Tercera Guerra Mundial; quiere evitarla

 

Donald Trump. presidente de EEUU

Eso es lo que sostiene Ben Weingarten, del London Center for Policy Research y del Claremont Institute, en esta pieza donde defiende que el presidente norteamericano, lejos de comportarse de manera temeraria, como denuncian sus críticos, ha sido un modelo de prudencia y contención en su manejo de la cuestión iraní. 

(…) quienes temen una guerra [a gran escala deben saber que] la Administración Trump ha actuado con notable contención con respecto al régimen iraní, incrementando lenta y metódicamente la presión económica mientras expresaba su deseo de [confiar en la] diplomacia. (…) 

El presidente Trump ha demostrado que no está interesado en la guerra, sino en asegurar la paz mediante la firmeza y la resuelta defensa de los intereses nacionales de EEUU contra quienes los amenazan.

(…) el continuo apaciguamiento hacia Irán habría provocado una mayor agresividad [por parte de la República Islámica] y dejado a EEUU en peor posición para el futuro.

Obviamente, son numerosas las maneras en que Irán puede vengarse contra fuerzas y objetivos norteamericanos en Oriente Medio. Pero la razón de que Irán tenga la capacidad de infligir semejante daño es, precisamente, la política de apaciguamiento seguida por EEUU durante decenios. En otras palabras: así como hay costes potencialmente elevados para la acción, también los hay para la inacción.

El presidente Obama y, aparentemente, sus sucesores [en el Partido Demócrata] que quieren volver al acuerdo nuclear creen que el soborno del enemigo compra una (falsa) paz. La Administración Trump cree, en cambio, que el camino hacia la paz pasa por sacar a los enemigos del campo de batalla.

(…)

(…) el ataque norteamericano contra Soleimani ha desestabilizado a un régimen mulocrático que a día de hoy es más vulnerable que hace una década, y encima se ha quedado sin su principal estratega militar. Se le está presentando resistencia en Irak, el Líbano y en sus propias calles. Está enfangado en guerras subsidiarias. Ha perdido activos en ataques israelíes. Su economía convalece bajo la presión de las sanciones norteamericanas. […] La desestabilización del régimen (…) debe ser considerada positivamente. 

(…) El ataque contra Soleimani no va de desencadenar la Tercera Guerra Mundial por la amenaza iraní. Es más bien un intento de impedir que estalle.

Kim Ghattas, del Carnegie Endowment for International Peace, incide en algo que está siendo clamorosamente ignorado en buena parte de la prensa internacional: en el papel del capo terrorista iraní eliminado por EEUU en los conflictos que devastan Oriente Medio y en la represión de las recientes manifestaciones populares que han tenido lugar en países como el Líbano, Irak o el propio Irán.

Soleimani era respetado y tenido, era visto como el maléfico cerebro que estaba detrás de unas políticas que sembraban muerte y destrucción y como el genial arquitecto del expansionismo iraní. Era igualmente odiado, no sólo por los suníes que sufrían a manos de sus milicias en Siria e Irak, también por correligionarios chiíes, incluso en Irak e Irán, donde contribuyó a apuntalar un sistema represivo y era visto como el principal responsable de la implicación de Irán en onerosos conflictos extranjeros. […] En Irak, fue decisivo en la violenta represión de las protestas [ciudadanas] del pasado octubre. (…) Aunque los iraquíes han seguido saliendo a las calles, más de 500 de ellos han perdido la vida. También en Irán las manifestaciones [de finales de 2019] fueron brutalmente reprimidas: hubo más de 1.000 muertos. 

(…) las recientes protestas explican de hecho el alivio que muchos han sentido en Beirut y Bagdad, en Damasco y Saná, pues culpaban al propio Soleimani de lo que pasaba en sus países o comunidades.

Christopher Bedford, vicepresidente de Young Americans for Freedom, celebra la decisión del presidente Trump de ordenar la muerte de Soleimani; pero ahora le insta a que ordene la retirada de las tropas norteamericanas de países como Irak, pues entiende que ya no tiene sentido mantenerlas allí.

La orden del presidente Trump de matar al general iraní Qasem Soleimani fue una decisión correcta. Al mismo tiempo, el hecho de que tuviera que tomarla, la manera en que tuvo que tomarla y el peligro mortal que representa para los intereses norteamericanos ilustran de manera muy precisa por qué las fuerzas estadounidenses no deberían pasar un Irak un día más del necesario para despachar nuestros menguantes asuntos allí.

Irán necesitaba recibir una dura, contundente lección. Durante cuatro décadas ha estado jugando con el termostato global sin dejar de estar pendiente de las reacciones de EEUU. La República Islámica ha recurrido al terrorismo, los secuestros, la extorsión, el sabotaje y los bloqueos desde su instauración, en 1979. El [pasado] jueves, el presidente de EEUU hizo comprender a Irán lo que siempre debió quedar claro: que orquestar un ataque contra una embajada norteamericana es una línea que no se ha de cruzar.

[…]

(…) el presidente Trump ha matado al líder del ISIS y, ahora, a un general iraní responsable de la muerte de cientos de norteamericanos. Ha hecho un gran trabajo para despejar el pantanal que sus predecesores dejaron en Irak y Siria. Ahora ha llegado la hora de desengancharse [de la región].