Eric S. Edelman y Jonathan Schanzer, de la Fundación para la Defensa de las Democracias (FDD), han publicado un artículo en el Wall Street Journal en el que instan a Donald Trump a ponerse duro con el autócrata islamista Recep Tayyip Erdogan, dado que su acercamiento a Rusia puede representar un problema de gran importancia para la seguridad no sólo de EEUU sino de los demás países miembros de la OTAN.
El presidente de Turquía, Recep Tayyip Erdogan, puede que se haga el tonto, pero no lo es.
En diciembre de 2017, meses después de que el Congreso [de EEUU] aprobara una ley que impone duras sanciones a los Gobiernos que adquieran armamento ruso, el caudillo [turco] hizo un depósito [para la compra] del avanzado sistema de defensa antiaérea ruso S-400. Ahora, Erdogan busca una exención, y por lo que parece piensa que Trump está inclinado a concedérsela. Pero es probable que Trump no pueda hacerlo sin el visto bueno del Congreso. Ahora bien, aunque pudiera, no debería.
(…) El S-400, que le costará a Ankara unos 2.500 millones de dólares, es ampliamente considerado uno de los sistemas de defensa antiaérea más mortíferos.
Pero la de su letalidad no es la razón por la que el Departamento de Estado y el del Tesoro de EEUU han pedido a Erdogan que cancele la compra. El mayor problema tiene que ver con el riesgo de exponer tecnología estadounidense a potencias hostiles.
Turquía está a punto de recibir [varios aviones] F-35 de fabricación americana; de hecho, ya hay pilotos turcos recibiendo entrenamiento con estos cazas de quinta generación en una base de Arizona. El manejo de [F-35] junto con el S-400 ruso podría permitir a Moscú recopilar información de inteligencia sobre las capacidades del avión de combate más avanzado del mundo. (…)
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Hay quien dice que esas medidas contra Turquía son un error. Después de todo, se trata de un miembro de la OTAN. Y si EEUU no se muestra cuidadoso, podría poner a Ankara fuera de la Alianza… y en brazos de Rusia o incluso Irán.
El caso es que Turquía viene estando fuera de la OTAN desde hace un decenio. (…) Ha apoyado a los peores actores yihadistas en la guerra civil siria, algunos de ellos vinculados con Al Qaeda y el Estado Islámico (…)
Además, en el plano doméstico se ha sumido en el autoritarismo. El régimen de Ankara es en la actualidad el mayor carcelero mundial de periodistas. Ha tomado a ciudadanos de EEUU y de otros países occidentales como rehenes (…)
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El presidente [Trump] no debería sucumbir a las lisonjas de Erdogan. En vez de cautivarla, la Administración [Trump] debería forzar a Turquía a decidir si quiere seguir siendo parte integral de la alianza occidental o estar en ella sólo nominalmente.
Moshé Phillips, de la organización sionista Herut, llama la atención sobre la masiva lluvia de cohetes que ha caído sobre Israel en las últimas fechas para advertir sobre las funestas consecuencias que tendría la creación de un Estado palestino en Judea y Samaria (Margen Occidental o Cisjordania).
Los cerca de 700 cohetes lanzados por Hamás y la Yihad Islámica contra Israel desde la Franja de Gaza en lo que llevamos de mayo no son sólo una ronda de más de lo mismo en las miniguerras entre Israel y Hamás a las que el mundo se está acostumbrando. Lanzados en las semanas previas al previsto desvelamiento del “acuerdo del siglo” del presidente de EEUU, Donald Trump, para la paz árabe-israelí, esos cohetes son 700 acuciantes razones por las que no ha de crearse un Estado palestino.
Durante años, la comunidad internacional importunó a Israel para que abandonara Gaza. A los israelíes se les decía que si se ponía fin a “la ocupación”, los gazatíes abrazarían la paz. La presencia de los soldados israelíes y de las comunidades judías (…) era el obstáculo para la paz, y una vez se retirara Israel, los palestinos de Gaza no tendrían más razones para atacar [al Estado judío], decían.
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Para los defensores de las concesiones territoriales israelíes, Gaza habría de sentar un precedente que confiaban se replicara pronto en Judea y Samaria.
Pues bien, Gaza se ha convertido en la más vívida ilustración de por qué abandonar Judea y Samaria en las hostiles y extremadamente corruptas manos de la Autoridad Palestina es una idea peligrosa.
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Ahora, volvamos a esos 700 cohetes. Un Estado palestino en Judea y Samaria significaría que la frontera estaría en las afueras de Jerusalén y Tel Aviv. Esos 700 cohetes podrían dirigirse contra el Muro Occidental de la Ciudad Vieja de Jerusalén [el Muro de los Lamentos], la Knéset [Parlamento israelí] o los aviones de pasajeros que aterrizan en el Aeropuerto Internacional Ben Gurión.
En el Begin-Sadat Center for Strategic Studies (BESA), el analista israelí Shay Attias lamenta que los organizadores de Eurovisión hayan decidido no celebrar el festival de este año en Jerusalén, y denuncia que con ello ha reforzado la posición del movimiento israelófobo BDS, que pretende la marginación internacional del Estado judío por medio de una vasta campaña de boicot, desinversiones y sanciones.
La decisión de la Unión Europea de Radiodifusión de no celebrar en Jerusalén la edición 2019 del festival de Eurovisión arroja luz sobre la brecha que separa a Israel de Europa, pese a la afinidad natural entre ambas.
Pese a que Israel ha ganado el festival en cuatro ocasiones y organizado dos de sus ediciones en Jerusalén (en 1979 y 1999), Europa decidió que este año no consentiría [que se volviera a celebrar en Jerusalén]. Israel venció en la edición del año pasado, y, de acuerdo con el protocolo del festival, la capital del país ganador alberga la edición del año siguiente. No importó: el reclamo israelí fue denegado.
Tras el reconocimiento de Jerusalén como capital de Israel por parte del presidente de EEUU, Donald Trump, la Unión Europea ha capitaneado la oposición global a la soberanía israelí sobre la ciudad.
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En la batalla diplomática sobre (…) Jerusalén, el movimiento BDS se ha anotado una victoria. El BDS denuncia que “las fuerzas israelíes capturaron la zona oriental de Jerusalén [de manos] jordanas en 1967” e insiste en que el estatus de la ciudad está en disputa, premisa que ha sido aceptada por los organizadores de Eurovisión.