En las filas del nacionalismo palestino han sido muy populares revolucionarios tercermundistas como el Che Guevara, Ho Chi Minh, Franz Fanon y –notablemente– Mao Zedong. Los textos del líder chino –especialmente su icónico Libro Rojo– eran lectura habitual entre los miembros de la OLP. La China de Mao procuró armas, adiestramiento y propaganda a los combatientes palestinos. Fuentes israelíes estimaron en 33 millones de dólares (al cambio actual) el valor del armamento enviado por Pekín a los palestinos entre 1965-1970. Parece que para el año 1967, informó Shaina Oppenheimer en Haaretz, “los palestinos estaban peleando casi exclusivamente con armamento de fabricación china”.
La China de Mao fue la primera nación no árabe en establecer relaciones con la OLP, fundada en 1964, y ya en marzo de 1965 Ahmed Shukeiri, primer cabecilla de la organización nacionalista palestina, viajó a Pekín. Ese mismo año el régimen maoísta comenzó a conmemorar el Día de Solidaridad con el Pueblo Palestino. El sucesor de Shukeiri a partir de 1968, Yaser Arafat, viajó no menos de catorce veces a China entre 1964 y 2001, al punto de que en “los hogares chinos se acostumbraron a ver en la televisión” al líder palestino, “descendiendo de un avión vestido con su uniforme militar y su kefia”, señaló Oppenheimer. Sin embargo, para cuando Mao murió, en 1976, el apoyo chino a la OLP se había debilitado considerablemente.
La causa palestina también sucumbió a la tentación maoísta. El maoísmo cristalizó como tendencia en las agrupaciones palestinas a partir de 1972, especialmente entre quienes repudiaban la estructura centralizada de Fatah y preferían el concepto maoísta de aprendizaje de las masas. Al igual que el líder chino, opinaban que el liderazgo político debía casar con las preocupaciones y condiciones del pueblo para que de él surgiese un ánimo revolucionario integral. Anhelaban unir a las masas arabo-palestinas según el modelo chino de guerra popular.
Los conceptos marxistas-leninistas tuvieron cabida en una amplia gama de grupos terroristas palestinos, como el Frente Popular para la Liberación de Palestina (FPLP) de George Habash, y el Frente Democrático para la Liberación de Palestina (FDLP) del jordano Naif Hawatme y el Frente Popular para la Liberación de Palestina-Comando General (FPLP-CG) de Ahmed Yibril, exoficial de ingeniería del Ejército sirio. Los exponentes maoístas fueron los menos conocidos Munir Shafiq, Muhamad al Bahais y Basim al Tamimi, entre otros.
El académico alemán Manfred Sing ofrece un informativo viaje en el tiempo hacia el maoísmo palestino en su monografía de 44 páginas “Brothers in Arms: How Palestinian Maoists Turned Jihadists” («Hermanos de armas: cómo los maoístas palestinos se volvieron yihadistas»), publicada en Die Welt Des Islams: International Journal for the Study of Modern Islam. En 1976, unos maoístas palestinos crearon su propia organización, Al Sariya al Talabiya, en Beirut occidental. Al año siguiente fue rebautizada como Katibat al Yarmaq. Para enfatizar su identidad árabe, preferían usar los términos aj (hermano) y ujt (hermana) en vez de rafiq o rafiqa (camarada). Atrajeron a palestinos y libaneses –tanto cristianos como musulmanes y drusos–, así como a comunistas iraquíes y marxistas iraníes que habían arribado al Líbano para recibir entrenamiento en campamentos de Fatah. A pesar de las diferencias ideológicas explícitas, la organización aceptó a todos ellos.
La muerte del Gran Timonel (1976) y el abandono de la Revolución Cultural por parte de sus sucesores dejaron una sensación de vacío ideológico entre los maoístas palestinos. Cuando, tres años después, la revolución jomeinista triunfó en Irán, varios de ellos vieron en el fundamentalismo islámico el camino hacia la victoria. Su apego a la unión popular, la lucha armada, la movilización de las masas y el martirio permaneció inalterado; sólo que de allí en más estos el marco de referencia sería islámico.
Como Manfred Sing ha notado, el fracaso de la Revolución Cultural les forzó a repensar sus premisas sobre la supremacía marxista-leninista en el campo del conocimiento social, histórico, ideológico y metodológico. Cuando Jomeini postuló una “Revolución Cultural Islámica” (1980), para varios de ellos la tentación fue imposible de resistir. Al ver que el gran ayatolá movilizó exitosamente a las masas iraníes contra la Monarquía persa al grito de “Allahu Akbar!” («¡Alá es grande!»), concluyeron que el Islam podía ser un instrumento revolucionario para el pueblo árabe y palestino. “La idea de que la revolución no era posible sin la fe les forzó definitivamente a dar marcha atrás y abjurar de sus previas convicciones materialistas”, escribe Sing. Concluyeron que habían estado presos de una teoría revolucionaria extranjera y errada. “En los países árabes la revolución no tendrá el cabello rubio y los ojos azules, ni el rostro amarillo y los ojos rasgados”, comentó el maoísta palestino desencantado Munir Shafiq; y añadió: “Quien albergue en su mente la opción marxista debe irse a Suecia, China o Vietnam”.
El tránsito del maoísmo al islamismo no fue digerible para todos los miembros de Katibat al Yarmaq. Algunos abandonaron el campo de batalla y eligieron esparcir su mensaje propalestino por medio de libros y películas. Quienes trocaron a Mao por Alá pudieron hacerlo al abrir el prisma de la violencia política maoísta para incluir valores musulmanes. Su profecía sobre la victoria final, antes arraigada en la inevitabilidad marxista-maoísta, fue encapsulada en la predestinación religiosa islámica. Sing subraya que no se generó un islam maoísta ni un maoísmo islamizado, sino algo distinto. En cualquier caso, eventualmente el maoísmo fue abandonado por los militantes palestinos y hoy no es más que un recuerdo lejano de una de las fases ideológicas de la revolución palestina.