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Siria: un pasado accidentado y un futuro incierto (y 3)

Por Amir Taheri 

Siria.
"La idea de un nuevo Estado suní en el Éufrates ha dado pie a otra idea, la de un Estado para minorías como la alauita, la cristiana, los ismailí y la drusa en el Mediterráneo, extendido desde parte del Líbano hacia la costa siria, a lo largo de las montañas al oeste de Damasco""La idea de un Estado kurdo unificado nunca ha estado más presente en la mente de los kurdos de toda la región. Sin embargo, su materialización nunca ha parecido tan lejana como hoy""Hoy, el desafío no es rescatar, mediante ardides diplomáticos, una Siria que en buena medida ha dejado de existir, sino ayudar a crear una nueva. Ese es un reto que, sin embargo, nadie parece querer o ser capaz de afrontar"

El país más dramáticamente afectado, y tal vez de manera permanente, por el conflicto sirio es el Líbano. Han llegado a él más de 1,8 millones de refugiados sirios, lo que ha alterado el delicado equilibrio demográfico del país.

El Gobierno interino del Líbano, donde el primer ministro, musulmán suní, tiene enormes poderes ejecutivos, está deseoso por dar la ciudadanía a los recién llegados lo más rápido posible. Si los que llegan se quedan permanentemente, el Líbano podría convertirse en otro Estado de mayoría árabe suní, con los cristianos, los chiíes y los drusos representando no más del 45% de la población.

La vecina Jordania también se está viendo afectada de manera importante, en este caso en beneficio de la élite hachemí. La absorción de aproximadamente 1,2 millones de refugiados sirios, la mayoría musulmanes suníes, y de otro medio millón de refugiados iraquíes suníes diluiría la mezcla demográfica a favor de las comunidades no palestinas, entre las que destacan las minorías árabe beduina, circasiana, drusa, túrquica y cristiana, que no suponen más del 35% de la población.

El país más directamente afectado hasta ahora es Irak, que ha perdido buena parte de su territorio, y en especial su tercera ciudad más populosa, Mosul, que han pasado a ser del califato del Estado Islámico, centralizado en la ciudad siria de Raqa. A los líderes de Bagdad les preocupa pensar que las potencias occidentales puedan acabar aceptando una nueva división de Oriente Medio que incluiría la aparición de un nuevo Estado de mayoría suní compuesto por cuatro provincias iraquíes y cinco sirias.

La idea de hablar con el ISIS ya la ha considerado en Gran Bretaña el nuevo líder del Partido Laborista, Jeremy Corbyn, que ha sugerido que se abran canales secundarios con el califato para probar la posibilidad de establecer diálogos de paz y alcanzar compromisos. Dicha iniciativa equivaldría a un primer paso hacia el reconocimiento de un nuevo Estado suní independiente.

A Irak también le preocupa el futuro de las regiones kurdas recuperadas de manos del califato del ISIS por los combatientes kurdos de Turquía, Siria e Irak. ¿Devolverán los kurdos esos territorios a Bagdad cuando retorne la calma?

La idea de un nuevo Estado suní en el Éufrates ha dado pie a otra idea, la de un Estado para minorías como la alauita, la cristiana, los ismailí y la drusa en el Mediterráneo, extendido desde parte del Líbano hacia la costa siria, a lo largo de las montañas al oeste de Damasco. Eso cubriría más o menos la parte de Siria que los franceses denominaron durante su mandato “la Syrie utile” (la Siria útil). Rusia, otro Estado que hace poco empezó a implicarse en Siria, podría asegurarse las instalaciones aeronavales que quiere tener en el Mediterráneo en el territorio de ese nuevo Estado.

Ni que decir tiene que los kurdos, divididos en comunidades radicadas en Siria, Turquía, Irak, Irán, Armenia y Azerbaiyán (exsoviético), ya se ven afectados por el conflicto sirio. La idea de un Estado kurdo unificado nunca ha estado más presente en la mente de los kurdos de toda la región. Sin embargo, su materialización nunca ha parecido tan lejana como hoy. Varias comunidades y partidos kurdos están enfrentados en una amarga lucha por el control del discurso y la agenda kurdos, lucha que a veces está cerca de convertirse en un conflicto armado. Conscientes de los peligros que supone, el líder kurdo iraquí Masud Barzani se ha visto obligado a posponer inmediatamente su anunciado plan de declarar la independencia en las tres provincias iraquíes que controla en coalición con otros partidos.

Unidos en su lucha contra el ISIS en su propio territorio, los kurdos están profundamente divididos respecto a qué hacer a continuación; el peligro de que empleen las armas –muchas suministradas por EEUU– los unos contra los otros no se puede descartar.

El conflicto en Siria también afecta a otros países árabes y musulmanes, en parte por ser un polo de atracción para el yihadismo creado por el califato y otros grupos islamistas como Jabat al Nusra (Frente de la Victoria). Cuando esto se escribe, grupos que afirman tener vínculos con los yihadistas sirios han cometido o intentado cometer actos terroristas en 21 países de mayoría musulmana, desde Indonesia a Burkina Faso, pasando por Arabia Saudí, Turquía, Egipto y Libia. Dichos grupos también han atentado o intentado atentar en Francia, Bélgica, Alemania, Gran Bretaña y Estados Unidos.

Los Estados árabes del Golfo Pérsico ricos en petróleo han apoyado activamente a varios grupos anti-Asad. Pero también corren el peligro de repetir su desastrosa experiencia en Afganistán, cuando ayudaron a los yihadistas a luchar contra los comunistas locales y sus patrocinadores soviéticos para acabar teniendo a los talibanes y Al Qaeda.

De hecho, varios líderes yihadistas llevan medio siglo soñando con hacerse con el control de al menos un país árabe rico en petróleo que sea capaz de asegurar los recursos económicos para su estrategia de conquista global.

A finales de este mes se celebrará en Génova una nueva conferencia internacional sobre Siria. En el orden del día figura un plan para compartir el poder, una nueva Constitución y unas elecciones generales supervisadas por la ONU en un plazo de dos años. En un principio, el plan iba a ser desarrollado en 2012 por un think tank con sede en Nueva York y transmitido a Asad a través de dos destacadas figuras políticas libanesas. Asad lo recibió con cautela. El plan también contaba con el apoyo del Consejo de Seguridad Nacional de la Administración Obama. Sin embargo, en el último momento el presidente Obama lo vetó y declaró públicamente que Asad tenía que marcharse.

Si el plan tenía una ligera posibilidad en 2012, hoy no tiene prácticamente ninguna. La razón es que nadie es del todo responsable de su propio campo en Siria, asumiendo que uno podría descubrir campos fácilmente reconocibles capaces de actuar como entidades diferentes.

Siria nunca había sido un Estado como entidad diferenciada hasta que el Mandato Francés, experimentando con al menos cinco versiones, la convirtió en uno tras la Primera Guerra Mundial.

Para 2011, cuando Deraa desencadenó la revuelta nacional, Siria se había convertido en un Estado nación formal con sentido de identidad siria (sariana, en árabe) que nunca antes había existido. Esta sariana se manifestó en la literatura, el cine, la televisión, el periodismo de Siria y, sobre todo, en la versión del árabe que la gente habla a lo ancho y largo del país.

Con el colapso del Estado sirio, que ahora controla precariamente en torno al 40% del territorio nacional, y la intensificación del conflicto con todos sus inevitables trasfondos sectarios, ese sentido de sariana se ha visto muy afectado, y en las zonas bajo control del califato del ISIS es señalado como el enemigo número uno. La Siria de hoy es un mosaico de emiratos, grandes y pequeños, que coexisten o luchan en el contexto de una economía de guerra y un énfasis en las particularidades locales, étnicas y religiosas. Muchos de estos emiratos han desarrollado un sistema de coexistencia que les permite dirigir las comunidades bajo su control y guiarlas en diferentes direcciones. En la mayoría de los casos, la dirección elegida es hacia lo que se vende como “puro islam mahometano”, en una multiplicidad de formas. Pero en algunos pocos casos, para gran sorpresa de muchos, también hay en marcha tímidos experimentos con el pluralismo y la democracia.

Hoy, el desafío no es rescatar, mediante ardides diplomáticos, una Siria que en buena medida ha dejado de existir, sino ayudar a crear una nueva. Ese es un reto que, sin embargo, nadie parece querer o ser capaz de afrontar.

© Versión original (en inglés): Gatestone Institute 
© Versión en español: Revista El Medio

Siria: un pasado accidentado y un futuro incierto (1)
Siria: un pasado accidentado y un futuro incierto (2)