En Niza o en Jerusalén, el objetivo del terrorismo islamista es el mismo.
Está condenado al fracaso como sus predecesoras, el fascismo y el comunismo.
Turno para los que ni mucho menos ven en el célebre acuerdo la causa de los males de Oriente Medio.
El muftí de Jerusalén fue una máquina de generar odio a los judíos.
Los países europeos, por simple proximidad geográfica, deberían estar más interesados en encontrar cauces de solución.
Lucha de poder en Gaza entre las dos principales organizaciones islamistas y otros grupos alternativos, reflejo de la división en el mundo islámico.
Hoy, el Kremlin contempla la alianza con Damasco como parte de su estrategia de reconstrucción de la influencia rusa en la región.
Ya no es lo que pudiera haber sido. Es un simulacro de Estado, el patio trasero de Siria, la costa mediterránea de Irán, una guerra civil latente y otra candente.
Tiene el derecho histórico a existir en la tierra que vio nacer el judaísmo. Su creación fue obra de judíos. Su perduración depende de la humanidad.