Plus ça change… (“Cuanto más cambia algo…”). Argelia, siempre obediente a los deseos del Ejército y de los Servicios de Seguridad, reeligió por abrumadora mayoría a su achacoso y anciano presidente el pasado 17 de abril. Abdelaziz Buteflika, conocido por la abreviatura de Butef, cosechó el 82% de los votos en una carrera prácticamente sin competencia. Alí Benflis, que quedó en segundo lugar con el 12%, denunció un fraude masivo, que, probablemente, incluía la cifra oficial de participación del 52%, demasiado alta si se tienen en cuenta los numerosos llamamientos al boicot.
Queda por ver si la continuidad supondrá estabilidad para Argelia. Hay motivos para temerse lo contrario; en particular, una creciente violencia intertribal, el descontento latente entre los jóvenes y la amenaza terrorista.
El año pasado estalló la violencia en la ciudad de Gardaia (400.000 habitantes), en el norte del Sáhara. Ha enfrentado a árabes y bereberes y causado ya, al menos, 10 muertos y más de 400 heridos. Al menos 700 comercios y viviendas han sido incendiadas y se ha llamado a fuerzas de Policía adicionales para restaurar la calma.
Los problemas comenzaron cuando el mausoleo de un patriarca bereber fue destruido a finales de diciembre, lo que hizo estallar tumultos en Gardaia, tres cuartas partes de cuya población está formada por bereberes mozabitas. La situación sigue siendo tensa, pese a los once siglos de historia de convivencia pacífica entre ambas comunidades. Los mozabitas han sido siempre autónomos, y se han ocupado de sus asuntos sin injerencias de Argel. Llegados a este punto, lo que se teme es que la violencia pueda extenderse a la región estratégica próxima a los yacimientos petrolíferos, no lejos de las fronteras entre Argelia y sus vecinos del Sahel.
Para empeorar las cosas, en un incidente aparte, el Gobierno central respondió a unas manifestaciones pacíficas en Tizi Uzu, en la Cabilia, cerca de la costa mediterránea, en las que se conmemoraba la Primavera Bereber de 1980. Por primera vez, la Policía prohibió las manifestaciones anuales, y estalló la violencia. Unas fotografías en las que aparecen policías golpeando a manifestantes han despertado indignación y provocado la hostilidad de la población bereber.
Parece que Buteflika esté perdiendo el control de las diversas comunidades argelinas, y si la situación empeora, ello podría hundirlo.
También podría hacerlo la indignación reprimida de los jóvenes argelinos, cuyas pobres expectativas provocan un sentimiento de humillación y de cinismo ante el fosilizado sistema del país. Las estadísticas son deprimentes: cada año, medio millón de jóvenes abandonan la escuela sin diplomarse. Un tercio de la población está por debajo de los treinta años; la mitad de esos jóvenes están desempleados, y la otra mitad gana una media de 235$ al mes.
Muchos de ellos responden con la emigración a Europa en busca de oportunidades. Algunos se suicidan. Pero el régimen ignora la cuestión de la juventud; no hay ningún joven en los círculos de poder político. Además, hay indignación en todas las clases sociales por la forma en la que es gobernado el país. Así que se han puesto en práctica medidas para apaciguar el descontento de diversos grupos mediante el reparto de subvenciones: subsidios a la vivienda; aumentos en las pensiones, en los salarios de los profesores, en los subsidios de desempleo y en las subvenciones a los agricultores y ganaderos; subvenciones para el grano, el agua, la leche, la electricidad y el combustible.
También se ha adoptado otra serie de medidas más inusuales: bonus de entre 125 y 440 dólares para los policías cuyos hijos superen el examen de bachillerato, por ejemplo, y extras de 1.850$ para las parejas recién casadas. Estos gastos han ascendido a más de 600.000 millones de dólares desde que Buteflika llegó al poder en 1999. Pero por mucho que las autoridades intenten comprar a los descontentos, parece probable que el barril de pólvora estalle tarde o temprano, y los dirigentes del país deben de saberlo. Las reservas de divisas de Argelia se están reduciendo rápidamente. Puede que el temor a la represión por parte del Ejército no logre mantener tranquilas las calles para siempre.
De hecho, la propaganda contraria al régimen procedente de Al Qaeda en el Magreb Islámico (AQMI), no cae en saco roto. En un vídeo de una hora, el grupo critica a la corrupta Administración de Buteflika y subraya los problemas políticos, sociales y económicos del país. El vídeo hace hincapié en la connivencia entre el régimen y sus aliados occidentales, sobre todo con Francia, de la que se afirma que está matando a musulmanes en Mali. Algunos jóvenes descontentos están aceptando este enfoque y son presa fácil para los reclutadores de Al Qaeda. Además, gracias a su muy exitoso modelo de negocio, AQMI es rica: Reuters calcula que ha ganado al menos 150 millones de dólares mediante los rescates de secuestros en los últimos diez años, y se beneficia enormemente del contrabando y el tráfico de drogas, armas y seres humanos.
Debido a lo poroso de las fronteras de Argelia con Mali, Túnez y Libia, Al Qaeda en el Magreb Islámico y sus afiliados circulan fácilmente y cometen atentados por toda la región. Para facilitar aún más las cosas a los terroristas, Argel se niega a cooperar con sus vecinos y no acepta injerencias externas en su forma de manejar el terrorismo. Además, el hecho de que las Fuerzas Armadas argelinas mantengan a miles de efectivos en la frontera con Marruecos, con quien libran una larga guerra soterrada, limita su efectividad en otras áreas.
Aún así, el Ejército argelino sigue siendo, de lejos, el mejor de la región, bien equipado y adiestrado; su presupuesto es más alto, por ejemplo, que el de naciones más pobladas, como Pakistán o Irán.
Lo que sigue siendo más problemático es la capacidad de AQMI para atentar contra objetivos estratégicos, como la planta de gas de In Amenas, que atacó en enero de 2013 y donde mató a 39 extranjeros y a un guardia de seguridad argelino. Parece probable que no se haya aprendido la lección, y en cualquier momento podría haber una repetición. Tan sólo unos días después de la reelección de Buteflika, Al Qaeda en el Magreb Islámico demostró el formidable enemigo que es al asesinar a 11 soldados en Tizi Uzu. Aunque el Ejército argelino ha matado a 37 terroristas en lo que va de año, no hay motivos para creer que la amenaza de AQMI vaya a desaparecer en un futuro inmediato.
En cuanto a Estados Unidos, la visita del secretario de Estado, John Kerry, tan sólo unas semanas antes de las elecciones argelinas, demostró que lo que cuenta para Occidente es la estabilidad. Si bien Argelia, por lo general, no es muy favorable a la cooperación internacional, sus Fuerzas Especiales, según Le Figaro, se han unido recientemente a las estadounidenses para combatir a elementos de AQMI en el sur del país.
Hasta ahora, Argelia ha evitado una Primavera Árabe, pero las elecciones presidenciales a la soviética del 17 de abril podrían ser, para muchos, la gota que colma el vaso. Pese a que la oposición civil está desorganizada, cualquier estallido espontáneo de desórdenes, que se sumara a la cuestión bereber y a las de Al Qaeda, podría ser demasiado para que Buteflika, de 77 años, lo pudiera manejar (o cualquier otro, si a eso vamos). Argelia, que sufrió una brutal guerra civil entre 1991 y 2002, y una sangrienta guerra de la independencia en los años 50 y principios de los 60, ha conocido antes el caos.
Artículo elaborado con la colaboración de Camelia Assem.