El 30 de junio del año pasado la oficina de la ONU en Ginebra albergó una reunión al más alto nivel en la que participaron los países y organizaciones implicados en la guerra civil siria. Además de los responsables de la ONU, la Liga Árabe, la UE, EEUU y Rusia para las cuestiones de política exterior y seguridad, estuvieron presentes representantes de Turquía, Kuwait y Qatar.
La cumbre finalizó con un texto que pretende servir de guía para la solución del conflicto. Se trata del tan famoso como poco conocido Comunicado de Ginebra, que esta semana ha vuelto a adquirir notoriedad tras la visita del secretario de Estado norteamericano a Rusia.
¿Qué dice el Comunicado de Ginebra, y cuál es su importancia real? Para empezar, es un compendio de grandes principios y buenas intenciones de difícil aplicación práctica. Pedir un alto el fuego sin contrapartidas, la liberación de los detenidos, que se respeten la libertad de prensa y los derechos de asociación y manifestación mientras se desarrolla una guerra civil que se ha cobrado decenas de miles de vidas no parece precisamente una acción efectiva. En eso consisten fundamentalmente los seis puntos con los que comienza la parte dispositiva del texto, de cuya virtualidad cabe dudar por la dificultad de que dos bandos enfrentados en una lucha a muerte, en la que no escapa la población civil, vayan a respetar principios más propios de una sociedad democrática en pleno funcionamiento que de un país sumido en el espanto.
Tras estas apelaciones de carácter general, el Grupo de Acción desgrana en el texto cinco “líneas directrices y principios” para una transición pacífica, que es lo que esta semana John Kerry y su homólogo ruso, Serguéi Lavrov, han acordado como plan de futuro. En esencia, lo que pretenden Rusia y EEUU, con el apoyo del grupo de países y organizaciones firmantes del CG, es instaurar un alto el fuego que dé paso a un proceso de transición a la democracia, receta ya probada en Afganistán o Irak con resultados ciertamente más modestos de los esperados en un principio.
Para el caso de Siria, los impulsores del CG pretenden “el establecimiento de un órgano de gobierno transitorio capaz de instaurar un clima de neutralidad en el que pueda desarrollarse la transición». Dice más el texto:
El órgano de gobierno transitorio tendría plenos poderes ejecutivos. Podrá incluir miembros del actual Gobierno y de la oposición, así como de otros grupos, y será conformado sobre la base del consentimiento mutuo.
A partir de la formación de este Gobierno transitorio pluralista, la idea es redactar una Constitución que habría de aprobar el pueblo sirio y que permitiera la celebración de elecciones democráticas y, por tanto, la conformación de un nuevo Ejecutivo. Éste debería conducirse en el futuro respetando los usos democráticos ampliamente compartidos, con respeto a los derechos humanos y a la mujer, aspecto éste remarcado expresamente en el plan de Ginebra.
La línea de acción es clara, pero las dificultades de su aplicación no pueden ser más abrumadoras. En primer lugar, el actual régimen sirio es una dictadura brutal dominada por una minoría y acostumbrada a destruir a cualquier fuerza opositora, por lo que resulta dudoso que acceda a abandonar el poder para compartirlo con los que hasta ayer mismo ha venido masacrando sin piedad. Pero es que la oposición tampoco es garantía de que la democracia vaya a triunfar. No cabe olvidar que entre los grupos que luchan contra Bashar al Asad hay organizaciones islámicas radicales de raíz suní –incluida Al Qaeda–, que no están muriendo y matando para implantar una democracia de corte occidental, forma de organización social sobre la que vierten todo su odio, sino para la instauración de un férreo régimen islámico que acabe con la herejía alauita, surgida del principal movimiento herético, el chiísmo, cuya erradicación es uno de los primeros deberes de los islamistas suníes, prácticamente hegemónicos en el bando rebelde.
A pesar de todos estos inconvenientes, EEUU y Rusia han decidido recuperar los principios del CG y convocar una conferencia de paz para finales de este mismo mes de mayo. Es imposible prever lo que pueda resultar, pero es evidente que el optimismo corre de parte de Obama, mientras Putin sigue fiel al férreo pragmatismo que lo ha acompañado toda su carrera. No es casual que, mientras Kerry se fundía en un abrazo con Lavrov en favor de la paz, saltara la noticia que el Kremlin sigue vendiendo baterías antiaéreas de última generación y misiles de crucero a Bashar al Asad…