Porque no es de fiar, sostienen Gregg Roman, director del Middle East Forum, y el escritor Eylon Aslan-Levy en esta pieza publicada por el Daily Caller. A juicio de estos analistas, lo último que necesitan EEUU, Israel y Oriente Medio es un personaje como el magnate, al que califican de imprevisible e inconsecuente, en la Casa Blanca.
Todos los indicios sugieren que una presidencia de Trump podría poner temerariamente en riesgo la incondicional alianza entre EEUU e Israel, y por tanto la seguridad de la única democracia de todo el Medio Oriente.
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Un presidente Trump podría jugar con los aliados regionales de EEUU tan temerariamente como el presidente Obama, agravando así las crecientes amenazas sobre el orden mundial liberal por el que América ha bregado tanto justo con más necesita ser rehabilitado.
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El choque entre el sobrio realismo israelí y la ostentosa confianza de Trump en sus propias capacidades es ideal para una fricción innecesaria entre Jerusalén y Washington.
El máximo responsable de la política norteamericana para Oriente Medio en tiempos de George W. Bush se hace eco en su blog del Council on Foreign Relations de las críticas que el Alto Comisionado de Naciones Unidas para los Derechos Humanos ha vertido sobre las prácticas represivas del régimen de Al Sisi, así como de la carta que por el mismo motivo ha enviado The Working Group on Egypt –del que forma parte el propio Elliott Abrams– al presidente Obama.
“Egipto es un país importante y afronta amenazas terroristas en el oeste, en el Desierto Occidental y Libia, y en el Sinaí”, admite Abrams, que añade:
Habrá argumentos de ‘Realpolitik’ que demanden que respaldemos al presidente Sisi y simplemente permanezcamos callados ante las violaciones a los derechos humanos.
Pero creo que eso es completamente erróneo. El realismo exige que hablemos, por dos razones. En primer lugar, porque a quienes reprime Sisi son demócratas, progresistas, ciudadanos laicos y moderados: la mera base para el progreso futuro de la sociedad. Simplemente no es cierto que la represión sólo esté alcanzando a miembros de la Hermandad Musulmana, yihadistas, extremistas y terroristas.
En segundo lugar, lo que está haciendo Sisi no funciona. La combinación de corrupción, represión y falta de progreso económico significa que Egipto seguirá siendo inestable.
(…) En esencia, EEUU está volviendo a las andadas, a apoyar a un régimen represivo en aras de una supuesta estabilidad. Eso es lo que hicimos con Mubarak. (…) La única diferencia es que Sisi es más represivo que Mubarak.
Frederick W. Kagan, del American Enterprise Institute, asegura que el régimen de Vladímir Putin no ha abandonado Siria ni dejado de apoyar al dictador Bashar al Asad, sino que ha emprendido una maniobra de distracción y que los planes de Moscú para el Mediterráneo Oriental son de largo aliento y de gran impacto geoestratégico.
[Putin tiene la intención de] mantener en Siria el avanzado sistema de defensa S-400. (…) Esos misiles alcanzan de sobra el espacio aéreo turco, lo que permite a Putin prohibir operaciones de la OTAN en Turquía sin tener que recurrir a la fuerza aérea.
(…) Esta ‘retirada’ es, pues, un engaño. Durará exactamente lo que el ‘alto el fuego’ (…) o hasta que uno o más grupos de la oposición empiecen a hacer avances importantes ante las fuerzas del régimen [de Asad].
En ese punto, Putin probablemente se declare impelido a responder a las provocaciones de los terroristas y de quienes los apoyan –esto es, EEUU, Turquía y la OTAN– y pasará a la ofensiva. En el entretanto, consolidará el primer bastión (…) permanente de Rusia en el Mediterráneo desde el siglo XVIII.
EEUU y Occidente deberían prestar mucha más atención a las implicaciones geoestratégicas de esta realidad que al espejismo de la retirada de Putin.