¿Qué podría haber de malo en la posibilidad de que una empresa aeronáutica norteamericana consiguiera un lucrativo contrato en el extranjero? En una época en que la Administración Obama ha estado recortando los gastos de defensa y las líneas aéreas son una industria en problemas, abrir un nuevo mercado sería un dato positivo para cualquier gran compañía. Significaría más puestos de trabajo, y además una reducción del déficit comercial. Cualquiera se alegraría, ¿no? Salvo que en este caso los que más se alegrarían del acuerdo serían los teócratas de Teherán.
El acuerdo al que nos referimos es la muy real posibilidad de que dentro de poco la compañía Boeing venda aviones a Irán. Según informa el New York Times, directivos de la compañía han sido invitados a discutir ese ambicioso negocio con el régimen islamista. Sería la primera gran transacción entre una empresa estadounidense e Irán desde antes de la Revolución Islámica de 1979. Por eso, en vez de considerar todo este asunto sólo desde el punto de vista de una gran empresa que busca nuevos contratos, debemos concebir el posible acuerdo Boeing-Irán como la siguiente etapa del camino hacia la distensión con el régimen islamista, que siempre ha sido el verdadero propósito del acuerdo nuclear.
Aunque Irán está deseando acabar con todo vestigio de las sanciones internacionales que lo aislaron antes de que se alcanzara acuerdo nuclear, esta disposición en particular no debería suponer ninguna sorpresa. Aunque en su momento pasó inadvertida, el acuerdo con Irán incluía una cláusula específica según la cual Estados Unidos permitiría la venta a Irán de «aviones comerciales de pasajeros» y de «piezas y servicios relacionados». De hecho, el mes pasado Boeing anunció que el Gobierno estadounidense le había concedido una licencia para iniciar conversaciones con los iraníes para venderles una nueva flota de aviones. Modernizar su industria del transporte es una de las principales prioridades de Irán tras el acuerdo, así que eso convierte a Boeing en el socio perfecto para los ayatolás, aunque también estén buscando clientes y vendedores en Europa.
Pero la particular importancia de las conversaciones con Boeing reside en el hecho de que el Congreso no ha levantado las sanciones sobre Irán. Así, mientras los Gobiernos e industrias europeos han estado viviendo una fiebre del oro en Teherán, tratando de conseguir por todos los medios una parte en la inmensa lluvia de dinero originada por el fin de las sanciones, los norteamericanos siguen manteniéndose al margen. Pero al conceder permiso a Boeing para que pueda hacer negocios con el Estado que más apoya al terrorismo en todo el mundo la Administración Obama busca crear una gran excepción que sirva para vencer la resistencia a unas relaciones más cordiales con Irán.
Como resultó evidente durante las negociaciones del acuerdo nuclear, el verdadero propósito no era sólo posponer durante una década la consecución de un arma nuclear por la República Islámica; ese mísero logro que, aunque los iraníes cumplan los términos del acuerdo, hace que su programa nuclear permanezca intacto y posibilita su adaptación para propósitos armamentísticos de forma bastante sencilla una vez expire el acuerdo. Pero el presidente ha esperado todo el tiempo que el acuerdo, pensado para que Irán pudiera «ponerse a bien con el mundo», hiciera que el régimen se moderara durante ese periodo.
No hay señal alguna de dicha moderación, mientras Irán sigue violando las resoluciones de Naciones Unidas sobre su programa de misiles balísticos, y además continúa financiando el terrorismo internacional. Está ayudando a Hamás a reabastecer su arsenal de cohetes y a reconstruir sus túneles del terror hacia Israel, al tiempo que apoya a Hezbolá y se asegura de que el brutal régimen de Bashar al Asad sobreviva en Siria con ayuda de tropas fuerzas auxiliares iraníes. Hasta el New York Times ha señalado que las vastas sumas que fluyen a Irán como consecuencia del colapso de las sanciones enriquecerán considerablemente al Gobierno y a los negocios de su brazo terrorista (los Cuerpos de la Guardia Revolucionaria) más que a empresas privadas e individuos.
Ha habido muchas informaciones sobre las recientes elecciones iraníes que pretendían presentar ese falso acontecimiento democrático como una señal de que el régimen estaba relajando su férreo control de la sociedad. Pero, como he señalado anteriormente, es un engaño. Todos los candidatos a los que se permitió presentarse contaban con la sanción del régimen. La división entre los denominados partidarios de la línea dura y los supuestos moderados es bastante artificial. Y, lo que viene más al caso, hasta los moderados respaldan la carrera nuclear, la ayuda a los terroristas y la búsqueda de la hegemonía regional, la cual asusta a sus vecinos árabes tanto como ese Estado de Israel que Teherán ha marcado para la eliminación, si no más.
Así, reforzar los lazos con los iraníes tendrá el efecto contrario al que muchos norteamericanos querrían creer. En vez de hacer que Irán sea más flexible y que invierta en unas buenas relaciones con Occidente, enriquecer al régimen lo hará más peligroso.
Por eso resulta tan preocupante el acuerdo con Boeing. La excepción aeronáutica del acuerdo nuclear fue la brecha de entrada que necesitan Irán y quienes buscan la distensión con Teherán para poder garantizarle que pueda seguir siendo un Estado criminal mientras se beneficia de acuerdos comerciales con Occidente. Una vez Boeing se establezca como socio importante de los islamistas, será mucho más difícil para Occidente, o para cualquier Gobierno norteamericano, romper el acuerdo, aunque Irán lo viole de manera patente. En vez de tener sólo a los apologetas de Irán, que tratan de oponerse al restablecimiento de las sanciones o a que Teherán pague por sus atrocidades y por sus actos terroristas, el acuerdo con Boeing creará una nueva base para el apaciguamiento que resultará difícil superar.
En vez de vitorear a Boeing, quienes vemos a Irán tal cual es, una tiranía sanguinaria y antisemita empeñada en una guerra contra Israel y todos sus enemigos, además de, en última instancia, contra Occidente, deberíamos darnos cuenta de que este nuevo acuerdo con los iraníes es la sentencia de muerte para la exigencia de responsabilidades y una garantía de que Teherán se librará de pagar haga lo que haga.
© Versión original (en inglés): Commentary
© Versión en español: Revista El Medio