Hay reporteros de los informativos por cable que han estado todo el fin de semana preguntando a un representante del Gobierno tras otro por qué estamos bombardeando Irak y no Siria si nuestros motivos, como afirma Washington, son de tipo humanitario.
Aún no he escuchado una sola respuesta directa; puede que sea porque la Administración crea que una respuesta directa no resulta diplomática. Pero yo no soy diplomático, así que puedo explicarlo a bocajarro.
Pues bien, aquí tienen; es algo verdaderamente sencillo: Estados Unidos está bombardeando Irak ahora mismo porque los psicópatas del Estado Islámico (anteriormente llamado Estado Islámico de Irak y el Levante) están atacando a los kurdos.
Moral y filosóficamente, la muerte de toda persona inocente de la tierra –desde Nueva York a Gaza– tiene el mismo peso trágico. Cortar cabezas de niños kurdos en Irak no es menos censurable que decapitar niños en Homs o Alepo, pero Siria es hostil y los kurdos son nuestros amigos, y esa diferencia cuenta para los miembros de la Administración y para los encargados de la política exterior. Si no fuera así, las amistades y las alianzas no significarían nada.
Los kurdos de Irak son nuestros mejores amigos en todo el mundo islámico. Ni siquiera un pacifista y no intervencionista nato como Barack Obama puede mantenerse al margen y dejar que los masacren unos lunáticos tan radicales que hasta Al Qaeda reniega de ellos. No hay universo alternativo en el que eso vaya a suceder.
El Kurdistán iraquí es un lugar amistoso, civilizado y que funciona muy bien. Es la única parte de Irak que funciona, en realidad, y tiene un brillante futuro ante sí. Negarse a defenderlo sería como negarse a defender Polonia, Taiwán o Japón. No tenemos una obligación semejante respecto a Siria.
Eso es todo. Esa es toda la respuesta. Washington está siguiendo la primera y más antigua regla de la política exterior: premia a tus amigos y castiga a tus enemigos.