En 1970, con ayuda y apoyo de Gran Bretaña, Qabus ibn Said derrocó a su padre y tomó las riendas del poder en el sultanato de Omán. El sultán Qabus era un monarca ilustrado, y guió firmemente a su Estado, xenófobo y aislacionista, de vuelta al mundo moderno. Desde entonces, Omán ha sido un modelo de neutralidad y tolerancia que a menudo ha actuado como puente entre rivales regionales (no es ninguna casualidad que fuera el intermediario inicial para las conversaciones entre Estados Unidos e Irán). Sin embargo, cuando las cosas se han puesto difíciles, Omán ha hecho lo necesario para combatir al terrorismo. Las fuerzas aéreas estadounidenses con base en Omán lanzaron algunos de los primeros ataques contra los talibanes durante la operación Libertad Duradera.
Omán también tiene importancia estratégica. Con todo lo que se preocupan los políticos occidentales por las actividades iraníes en el Estrecho de Ormuz, a menudo olvidan que Omán ocupa una de las orillas de esa importante vía marítima. Si Irán lograra tener presencia a ambos lados del estrecho, los cálculos sobre la seguridad en el Golfo Pérsico cambiarían.
Por desgracia, el statu quo no puede durar para siempre. El sultán Qabus envejece. Solterón empedernido, no ha tenido descendencia, y el problema de la sucesión acecha, puede que ahora más que nunca. En ForeignPolicy.com apareció la semana pasada un interesante artículo en el que se especulaba con la posibilidad de que el sultán, que cumplirá 74 años esta semana, estuviera en su lecho de muerte. En las últimas semanas ha tratado de desmentir los rumores de que sufre cáncer de colon en estado terminal, pero su frágil apariencia y la subsiguiente cancelación de su aparición el próximo día de la fiesta nacional han añadido más leña al fuego.
En teoría, cuando Qabus muera, se elegirá un nuevo líder por consenso entre las facciones principales de la élite de la realeza. Pero si no hay consenso, sería una carta dejada por Qabus la que ayudaría a decidir el sucesor. El problema es que los países del entorno no tienen nada que perder y sí todo que ganar si ponen en tela de juicio la autenticidad de dicha carta, o si presentan ejemplares fraudulentos de la misma en los que se favoreciera a un peón suyo. Si bien resulta dudoso que el país sufra un cambio político tan radical como el experimentado como consecuencia de la última sucesión, el hecho de que la Casa Blanca no haya adoptado una política proactiva respecto a la región pone su futuro entre interrogantes. Aunque Washington no tendría necesariamente que trastear en las políticas monárquicas de Omán, es un interés fundamental proteger la integridad del proceso y evitar que sea Irán quien lo haga.
Varios son los peores casos posibles. Uno de ellos es que un mandatario proiraní se convierta en el próximo dirigente de Omán. Otro es que se inicie un enfrentamiento armado. Es algo que resulta poco plausible, desde luego. Al igual que las tropas saudíes invadieron Baréin para evitar un triunfo chií sobre la familia del califa reinante, Arabia Saudí no se quedaría de brazos cruzados si una monarquía amiga cayera ante lo que considera fuerzas hostiles. Pero Omán no es ni suní ni chií, y mientras la monarquía no se vea amenazada (y no lo estará), los saudíes podrían preferir interferir de formas más sutiles.
Ahí radica otro peligro. Si tanto Irán como Arabia Saudí comienzan a apoyar a terceras personas o movimientos, no pasará mucho tiempo antes de que ello socave la estabilidad de Omán de otras formas. Al fin y al cabo, el país ha sido un pilar de estabilidad durante décadas…pero también lo era Siria, al menos desde que Hafez al Asad diera un golpe de estado en 1970. Omán también podría tener que enfrentarse al resurgir de tensiones regionales; no hace tanto (considerando el esquema general de las cosas) tuvo que luchar contra la insurgencia de rebeldes comunistas en Dhofar.
Esperemos que Qabus supere su actual crisis de salud pero, para ser realistas, los líderes septuagenarios no duran para siempre. Estados Unidos debería esperar lo mejor en Omán, pero ya hace tiempo que los responsables estadounidenses deberían hacer planes para lo peor. Por desgracia, hacer planes para el peor de los casos es algo a lo que, demasiado a menudo, se muestran contrarios los estrategas de las distintas Administraciones. No deberíamos hacerlo. Omán es demasiado importante como para perderlo.