Contextos

"Para un periodista, Israel es un paraíso"

Por Eli Cohen 

Jordi Pérez Colomé, autor de 'Un Estado y medio. Israel y el conflicto perfecto'.
"El pacto social con los 'haredim' es necesario, pero también con los árabes. Será más fácil el primero, de momento; costará igualmente, pero es bastante inevitable""Los palestinos, en cierto modo, viendo lo que pasa con sus hermanos árabes, se han percatado de que están mal pero podían estar mucho peor""Hoy estamos en una situación en la que es razonable decir que no hay apartheid, pero si la coyuntura sigue así, ¿qué pasará en el futuro?""Obama ha hecho lo que ha podido, haber presionado más a Netanyahu habría sido contraproducente"

Jordi Pérez Colomé es el autor del conocido blog de política internacional Obamaworld, referente incuestionable en la red. Su prestigio en el periodismo digital ha sido acreditado tanto con premios como el José Manuel Boquet como por el éxito que tuvo su campaña de crowfunding para viajar Israel y Palestina, con la que recaudó 3.500 euros en 14 días. De ese viaje ha salido el libro Un Estado y medio. Israel y el conflicto perfecto, que acaba de publicar. Hablamos con él sobre las impresiones de dicho viaje y sobre lo que ha relatado en su libro.

–– En el crowfunding que organizaste para financiar tu viaje a Israel y Palestina decías que querías cubrir y profundizar en temas importantes como la modificación de la Ley Tal o la pérdida de poder de los haredim (ultraortodoxos). En el libro no especulas mucho sobre el futuro de este colectivo, pero ante los datos que das acerca de que en 2050 sólo un tercio de la población de Israel irá al Ejército, trabajará y pagará impuestos, ¿qué crees que pasará con los haredim?

La mayoría en Israel ha dicho basta, el sentimiento es: «Os estáis comportando de manera un poco infantil, esto cuesta mucho dinero, vuestra manera de vivir lleva a una vía insostenible». Hay mucha gente que opina que hay que solucionar el problema. Ves que rabinos, seculares u ortodoxos se están poniendo de acuerdo para que los haredim lentamente se incorporen a la sociedad; que se mantenga una subvención para un número de estudiantes en las yeshivot (escuelas religiosas) y que poco a poco salgan de sus guetos y se vayan integrando, como solución razonable.

Ciertamente, tuve la sensación de que los haredim eran un movimiento imparable, pero incluso desde dentro se contemplan grietas. Decir que esto va a ser el fin de la comunidad haredí en Israel me parece exagerado, pese a que había gente que creía fervientemente en ello. Aunque haya un proceso de normalización de los haredim, va a seguir habiendo núcleos de población. Los haredim no podrán sostener este nivel de vida, y llegará el momento en que ellos mismos se den cuenta de que su nivel de pobreza será insostenible.

–– Entonces, ¿cuál puede ser el escenario en 2050?

En 2050, aunque puedan seguir existiendo, estarán mucho más implicados en la sociedad, estarán trabajando, servirán en el Ejército… El pacto social con los haredim es necesario, pero también con los árabes. Será más fácil el primero, de momento; costará igualmente, pero es bastante inevitable.

–– Como mencionas en tu libro, Ehud Barak, tras el fracaso de las negociaciones en Camp David II (2000), manifestó que no existía un «socio para la paz en el lado palestino». Has visitado ciudades más allá de los puestos de control y hablado con muchos palestinos. ¿Has visto o percibido el posible resurgir de una nueva juventud palestina alejada tanto del integrismo de Hamás como del liderazgo corrupto de la OLP, que pueda llevar a Palestina a formarse como nación libre y democrática que viva en paz junto a Israel?

Esa es la pregunta del millón. He hablado con muchos palestinos y no se puede generalizar. Pero no me he encontrado con ese punto de vista concreto, lo que no quiere decir que no exista. La situación más común diría que es de gente que está muy preocupada por vivir hoy, por pensar en sobrevivir mañana y por criticar a cualquier persona en el Gobierno por no haber sabido llevar a Cisjordania hacia un presente más estable, no sólo en lo político sino en lo económico. La situación es preocupante en muchos frentes. En Cisjordania me encontré con que estaban muy cansados del conflicto, y la necesidad era salir adelante de cualquier forma posible.

Por ello, las ganas de tirar piedras y cócteles molotov eran pequeñas –no quiere decir que no las haya–, y había más desesperación que estrategia. La sensación general es de «Dejadnos en paz, queremos seguir adelante», aunque los analistas sobre el terreno hablaban de que se estaba cociendo la tercera intifada.

De cara a construir una Palestina libre, después del experimento de Salam Fayad, la sensación era de que éste había intentado cosas buenas para el país pero que había fracasado con lo de “Pasemos página, vamos a ver qué viene ahora”. Y lo que viene es el vacío absoluto. Hay cierto miedo en los dos bandos porque nadie sabe lo que va a pasar. Al haber fallado este experimento de construcción estatal (no democrática), la sensación es que Israel es un problema pero no hay solución en el Gobierno palestino. Es decir, una crítica total a todo, bastante decepción y bastante cansancio. Si algún día cambian las cosas, no será en 2014, tampoco en 2015; por eso, empecemos a pensar en 2035.

Los palestinos, en cierto modo, viendo lo que pasa con sus hermanos árabes, se han percatado de que están mal pero podían estar mucho peor. Plantearse la construcción de una Palestina democrática, que sería maravilloso, no está al alcance de la imaginación de los palestinos actualmente.

–– Después de haber viajado por las tres zonas (A, B y C) de Cisjordania, ¿crees que Israel practica una política de apartheid contra los palestinos?

Legalmente es imposible decirlo, porque los palestinos que viven en Cisjordania no son ciudadanos israelíes. Si ocurriera lo que ocurre hoy con los palestinos con los árabes israelíes sí lo sería, porque no tendrían derecho al voto. Pero los árabes israelíes son ciudadanos con todos los derechos, al mismo nivel que un israelí judío.

En cuanto al término, está muy cargado de connotaciones. Pero lo que sí está claro es que, si Israel no cambia de rumbo en algún sentido, va a ser inevitable pronto. Si la situación de hoy continúa unos años sin violencia, las reclamaciones que hagan, no sólo de derechos civiles sino de derechos laborales –por ejemplo, un palestino que trabaja en una colonia judía–, serán más que razonables… Este tipo de avances legales van a ser complicados de afrontar en un futuro si la situación sigue igual.

Hoy estamos en una situación en la que es razonable decir que no hay apartheid, pero si la coyuntura sigue así, ¿qué pasará en el futuro? Si la excusa de la seguridad disminuye, ¿qué hacemos con toda esta gente que vive allí con unos derechos determinados?

Este problema es el temor de muchos israelíes. Quizás en las negociaciones igual salen soluciones en las que nadie había pensado, es difícil pero podría pasar. Soluciones rocambolescas pero legítimas.

En resumen, no hay apartheid, pero los palestinos árabes que viven en los territorios viven peor que los israelíes, con problemas de movilidad, y esto puede convertirse en algo más grave si Israel no hace algo.

–– ¿Qué tal es el trabajo periodístico en Israel? ¿Has tenido problemas por tu condición profesional? 

No he tenido ningún problema en Israel. En Ramala tuve problemas para entrar en el campus de la Universidad de Birzeit.

En Israel están muy acostumbrados a ver periodistas deambulando por todo el país. Les encanta dar su opinión del conflicto y aportar variantes, cosas que han oído, que pueden ocurrir… y para un periodista es fascinante que toda la población esté tan puesta en lo que ocurre a su alrededor, es utilísimo.

Además, lo que también es fascinante es que cualquier persona que entrevistes, por ejemplo un profesor universitario, resulta que ha sido héroe de guerra, espía o vivido algún momento crucial de la historia de Israel.

Otra gran ventaja para los periodistas es la facilidad de llegar a cualquier persona. La mayoría de la gente está muy bien dispuesta a charlar y a verte. Todos se conocen, y tienes la sensación de que estás a dos números de teléfono del primer ministro.

A pesar de que la situación es tensa, en esta época está todo muy relajado, el control de seguridad en el  aeropuerto, los checkpoints… Es un país también fácil para el periodismo porque además está todo muy cerca. (De Jerusalén a la frontera del Líbano son dos horas en coche, así como a la frontera con Siria).

Para un periodista, Israel es un paraíso y un país muy interesante. El problema que me he encontrado es que, al vivir del conflicto, hay pequeñas historias con menos peso que se leen o venden menos.

–– Igual que en España todo el mundo es entrenador de fútbol, en Israel todos son analistas políticos…

Sí, es cierto. Es porque les toca de cerca el conflicto. Saben perfectamente lo que ocurre, saben que cuando votan pueden cambiar sus vidas. Igual que en España de la crisis sabe algo todo el mundo, en Israel el conflicto está a la orden del día. Un acuerdo de paz puede cambiar la situación personal de miles y miles de israelíes, y todos ellos han estado con un rifle en la mano defendiendo a su país, todos han sufrido o conocen a alguien que ha sufrido un atentado. Es algo que cuesta entender desde fuera, y cuando se habla de Israel es algo que se olvida: el nivel de intimidad que hay con los problemas de seguridad que afectan a la vida de todos los israelíes. En cualquier momento, estás en tu casa y mañana puede sonar una alarma antiaérea, esto influye en la sociedad y es muy difícil de transmitir.

Por ello, la narrativa palestina es mucho más fácil.

–– Como experto en Obama que eres, ¿cómo crees que lo ha hecho el presidente en lo referente al conflicto? ¿Crees que ha podido hacer más para alcanzar la paz? ¿Ha presionado suficiente a ambos bandos?

Estamos haciendo esta entrevista dos días después de haberse reiniciado el proceso de paz, después de que el secretario de Estado haya hecho tanto esfuerzo para conseguir lo que parecía imposible hace tres meses… Definitivamente, hay que ser respetuosos con lo que ha conseguido hoy.

Las ganas de todo presidente americano –al menos de los tres últimos– de ser el último que vive con el conflicto son enormes. Cuando ven lo difícil que es se relajan un poco, y luego cuando les quedan pocas cosas que hacer vuelven a la palestra.

EEUU tiene su papel en la región, y todos los países árabes saben que va a estar al lado de Israel haya quien haya en la Casa Blanca. Pero más allá de ello no es tanto lo que ha podido hacer Obama: así, sus discursos de El Cairo en 2009 y Jerusalén en 2013 son pasos sintomáticos, pero en 2009 quedó en agua de borrajas y en 2013, probablemente también. Pero es importante apreciar cómo se han esforzado para reiniciar las conversaciones.

Indudablemente, hay que mostrar respeto sobre lo que ha conseguido Kerry, al menos el hecho de sentarlos en la mesa es algo saludable y bueno. Si bien es cierto que se exagera un poco con lo que puede hacer un presidente americano con el Gobierno israelí y también con el palestino. Si la influencia de Obama en Jerusalén es poca, no variará si los intereses de Israel son otros que los del presidente.

Para resumir, Obama ha hecho lo que ha podido, haber presionado más a Netanyahu habría sido contraproducente. En este sentido, ha logrado que Israel no vaya solo con Irán, y eso ya es bastante, así como el reinicio de las negociaciones. Las opciones que tenía eran pocas. Conseguir más de esto parece un sueño, con lo cual ya está bien.