Revista de Prensa

Objetivo: contener a Erdogan

 

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En el Begin-Sadat Center for Strategic Studies (BESA), Dmitri Shufutinsky alerta de las ambiciones imperialistas del neo-otomano Recep Tayyip Erdogan y aboga por que se conforme un frente regional que haga las veces de poderoso muro de contención.

Emerge una nueva era [en el norte del Mediterráneo Oriental]. La República de Turquía ha dejado atrás sus pilares kemalistas y laicos en pro de un sistema de gobierno islamista y autoritario. El Partido de la Justicia y el Desarrollo (AKP), comandado por el presidente Recep Tayyip Erdogan, se ha apartado de EEUU, Israel y la UE y [Turquía] abandonado sus credenciales de país pro-occidental y miembro de la OTAN.

En su pretensión de usurpar a Arabia Saudí la posición de ‘líder del mundo musulmán’, el AKP ha adoptado una política imperialista neo-otomana (…)

Algunos analistas abogan por mantener los lazos con Turquía, a la espera de que caiga el Gobierno del AKP y se puedan entablar relaciones con un líder más moderado. Pero eso es mero ‘wishful thinking’ (…)

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Dada la creciente injerencia de Ankara en Oriente Medio y el Mediterráneo Oriental, es preciso desarrollar y fortalecer un mecanismo [de cooperación] multilateral entre los Estados y las entidades subestatales más afectados (…) EEUU ya está procurando un amplio apoyo tanto a los kurdos de Siria como al pujante Eje de la Antigüedad, conformado por Grecia, Israel y la República de Chipre. Los kurdos y la [referida] coalición (…) tienen un interés común en desafiar las ambiciones hegemónicas de Erdogan y proteger sus respectivas soberanías. Estos actores deberían forjar un plan cohesivo (…), quizá bajo la supervisión de EEUU.

Eyal Zisser, de la Universidad de Tel Aviv, escribe que los árabes se han desentendido de las recientes legislativas israelíes porque ya no ven una amenaza en el Estado judío, sino todo lo contrario, y porque están hartos de la cuestión palestina.

El líder de Hezbolá, Hasán Nasrala, uno de los pocos [dirigentes árabes] que comentaron los resultados de las elecciones israelíes, se apresuró a alertar de los duros tiempos que aguardan a su organización y a sus socios del ‘Eje del Mal’, Irán y Siria: “Estamos ante una fase de cooperación inaudita entre América e Israel bajo el liderazgo de Netanyahu y Trump”.

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La preocupación de Nasrala y sus patronos iraníes es especialmente relevante si se tiene en cuenta que las elecciones israelíes apenas han suscitado interés en el mundo árabe, inmerso en sus propios problemas. (…)

Ante la realidad de un mundo árabe fracturado y aplastado por el peso de sus propios problemas, Israel es visto como una fuerza estable, creíble y poderosa; de ahí que numerosos líderes regionales estén optando por alinearse con el Estado judío, a fin de asegurarse calma y estabilidad.

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La falta de interés del mundo árabe en las elecciones israelíes y, aun más importante, el deseo [árabe] de mantener el ‘statu quo’ dan igualmente cuenta de la pérdida de importancia y centralidad de la cuestión palestina. Son numerosos los regímenes árabes nada dispuestos a luchar por los palestinos, y menos aun a sacrificar sus intereses por ellos.

Yair Golán, saliente vicejefe de Estado adjunto de las Fuerzas de Defensa de Israel (FDI), recomienda a Jerusalén que no se vuelque en derrocar a la organización terrorista Hamás y que trate de aliviar la penosa condición de la inmensa mayoría de los habitantes de la Franja.

En las últimas décadas ha habido una tendencia a sobrevalorar las capacidades del enemigo y a subestimar las nuestras. Así las cosas, es comprensible que la población [israelí] se muestre tan remisa a permitir el ingreso de las FDI a las ciudades palestinas, como durante la Segunda Intifada, y tan preocupada ante la perspectiva de una guerra en el sur del Líbano.

En ambos casos, las capacidades del enemigo resultaron harto sobreestimadas, y lo mismo cabe decir de lo que sucede con Hamás en Gaza (…) Además, sólo una invasión terrestre puede reducir la amenaza que representa el grupo terrorista para los civiles israelíes (…)

El liderazgo israelí debe preparar a la nación y a la comunidad internacional para una política nueva de grandes y jugosas zanahorias y palos bien grandes. Es nuestro deber para con los habitantes de las inmediaciones de Gaza acometer una política de esperanza (…) [pero] la disposición a luchar y a sacrificarse existe y seguirá siendo necesaria.