Contextos

No son todos yihadistas

Por Lee Smith 

syriafingers
"Desde que el régimen, con ayuda de Hezbolá, recuperó la localidad de Qusair en junio, hemos oído decir que las fuerzas de Asad están en racha. Sin embargo, una serie de analistas y periodistas que se encuentran sobre el terreno, en Siria, sugiere que las pruebas más recientes señalan otra cosa. De hecho, el audaz ataque con armas químicas por parte del régimen, producido en el suburbio de Guta Este, en Damasco, el mes pasado, indica que Asad podría pensar que su posición se está volviendo cada vez más vulnerable""Como Obama no deseaba tomar parte en el conflicto sirio, la Casa Blanca contribuyó a crear la impresión de que todo se reducía a elegir entre Asad y un proyecto de Al Qaeda para convertir a Siria en un emirato islámico""Con dos generaciones de sirios que han crecido bajo la dictadura de la familia Asad, la oposición, sencillamente, carecía de la sofisticación necesaria para organizar por su cuenta una campaña de relaciones públicas""La decisión de la Casa Blanca de mezclar a toda la oposición siria con Al Qaeda también pretendía aparentar que Estados Unidos no tenía intereses en juego en Siria. Así, el presidente ni forjó coaliciones con aliados de Norteamérica para enfrentarse a la alianza entre Irán, Rusia y Asad, ni reforzó a los grupos rebeldes que podrían contar para Washington en caso de que algún día necesitara a uno u otro de ellos""La buena noticia para la Casa Blanca es que aún tiene tiempo de armar y entrenar a unidades rebeldes, haciéndolas así dependientes de Washington y responsables ante él. Suponiendo, claro está, que Obama llegue a reconocer que hay intereses norteamericanos en juego, aparte de hacer cumplir una línea roja que fue trazada precipitadamente"

La semana pasada, el secretario de Estado John Kerry contradijo la opinión generalizada -y la opinión de la casa Blanca, para la que trabaja- al manifestar que las fuerzas de la oposición siria no están dominadas por extremistas islámicos. Kerry afirmó en su testimonio ante el Congreso:

Simplemente, no estoy de acuerdo con que la mayoría sean de Al Qaeda, los chicos malos. Hay de 70.000 a 100.000 opositores, aproximadamente (…) Puede que entre un 15 y un 25% esté en uno u otro grupo de lo que podríamos denominar chicos malos.

“Probablemente menos”, dice el mayor Isam Rayes, antiguo oficial de comunicaciones del Ejército sirio, que desertó en junio de 2012 y que ahora sirve de coordinador para el Consejo Militar Supremo de la oposición. “Estuve viendo la comparecencia, y uno de los congresistas insistía en que la oposición era de Al Qaeda en un 50%; Kerry tuvo razón al corregirlo”, me dijo Rayes desde el norte de Siria, vía Skype. “No digo que no estén aquí. Tienen presencia, y han conquistado cierto territorio. Pero son minoría. El Congreso comete un error al pensar que la oposición es Al Qaeda”.

Según los rebeldes sirios, ése es uno de los dos grandes conceptos erróneos populares acerca de este conflicto de dos años y medio. El otro es que el presidente Bashar al Asad está ganando.

Desde que el régimen, con ayuda de Hezbolá, recuperó la localidad de Qusair en junio, hemos oído decir que las fuerzas de Asad están en racha. Sin embargo, una serie de analistas y periodistas que se encuentran sobre el terreno, en Siria, sugiere que las pruebas más recientes señalan otra cosa. De hecho, el audaz ataque con armas químicas por parte del régimen, producido en el suburbio de Guta Este, en Damasco, el mes pasado, indica que Asad podría pensar que su posición se está volviendo cada vez más vulnerable y que se está quedando sin opciones. Como sus fuerzas se vieron incapaces de despejar una zona de vital importancia que los rebeldes controlaban desde hacía más de un año, el presidente sirio estaba dispuesto a poner a prueba la línea roja de Obama y a desplegar, una vez más, su arsenal de armas no convencionales.

Como Obama no deseaba tomar parte en el conflicto sirio, la Casa Blanca contribuyó a crear la impresión de que todo se reducía a elegir entre Asad y un proyecto de Al Qaeda para convertir a Siria en un emirato islámico. Después de que la oposición tomara las armas en defensa propia y de que algunos políticos norteamericanos, como el senador John McCain, abogaran por apoyar a los rebeldes, miembros de la Administración afirmaron primero que no sabían quién estaba en la oposición. Después la Casa Blanca dijo que sí lo sabían: que Al Qaeda estaba en auge.

Al fin y al cabo, ¿quién, en su sano juicio, abogaría por armar a los organizadores del 11-S? Con la estirpe de Ben Laden de un lado, y Asad y el bloque de resistencia encabezado por Irán del otro, la única salida estratégicamente sensata era dejar que lucharan entre ellos hasta que no quedara ninguno. La campaña de información de la Casa Blanca tenía la ventaja adicional de armonizar con algunos círculos republicanos. Por ejemplo, si bien McCain quería una victoria en Siria para que los valores norteamericanos se impusieran a los iraníes, su compañera de campaña en 2008 se mostraba de acuerdo con la Casa Blanca en que un empate era preferible. “Que Alá lo resuelva”, dijo Sarah Palin.

Y, de hecho, en algunas partes de Siria, especialmente cerca de la frontera turca, los extremistas sirios, incluidos afiliados a Al Qaeda, han supuesto hasta hace poco una parte destacada de la guerra contra Asad. Sin apoyo occidental, los combatientes sirios acudieron en masa a los grupos que les podían ofrecer dinero y armas, gran parte de los cuales procedente de donantes privados en los Estados del Consejo de Cooperación del Golfo. Si los rebeldes se dejaban crecer la barba y proferían consignas islámicas por convicción o simplemente porque con ello convencían a los millonarios kuwaitíes para que dejaran el grifo abierto, lo cierto es que grupos islamistas como el Frente Al Nusra, el Frente Islámico Sirio y el Estado Islámico en Irak y Siria eran un factor importante. Se volvieron mucho menos decisivos cuando Arabia Saudí, o, más concretamente, el príncipe Bandar ben Sultán, asesor saudí de seguridad nacional, tomó las riendas.

Como escribió recientemente el investigador y profesor de la Universidad de Edimburgo Thomas Pierret, “las políticas saudíes se traducen en apoyos a las fuerzas políticas inherentemente conservadoras u hostiles a los movimientos islamistas”. Del mismo modo que Riad ha apoyado a los militares egipcios contra los Hermanos Musulmanes, ha seguido una trayectoria análoga en Siria. Pierret explica que “el destacado aumento de la implicación saudí en el conflicto en los últimos meses se ha traducido en un renacimiento de la insurgencia convencional, y una disminución en el peso relativo de los extremistas salafistas”.

Así pues, ¿por qué es John Kerry la principal figura que combate la tesis de la Casa Blanca de que Al Qaeda domina la oposición? ¿Por qué no hablan los rebeldes por ellos mismos? Porque están ocupados con la realidad que tienen sobre el terreno, afirma Oubai Shabhandhar, vicepresidente de operaciones para Oriente Medio del Grupo de Apoyo Sirio, que colabora estrechamente con el Consejo Militar Sirio (CMS). Shabhandhar, antiguo miembro del Pentágono cuya familia es originaria de Damasco, explica:

Están combatiendo en una guerra, y lo que han escuchado no tenía sentido. La idea de que son peones de Al Qaeda era tan inverosímil que pensaron que ni merecía una respuesta. Finalmente, estamos comenzando a combatir el mensaje de que la oposición es Al Qaeda.

Entonces, como sostenía la Administración, la oposición también está dividida, lo que en parte, es producto de las pequeñas rivalidades, de la competencia y de una insuficiente coordinación entre grupos rebeldes en el interior del país, por no hablar de los portavoces políticos y de los representantes en el exilio. Pero la incapacidad de la oposición para  combatir la imagen ofrecida por la Casa Blanca refleja también el trauma de un pueblo encerrado en un armario oscuro durante más de cuarenta años. Con dos generaciones de sirios que han crecido bajo la dictadura de la familia Asad, la oposición, sencillamente, carecía de la sofisticación necesaria para organizar por su cuenta una campaña de relaciones públicas. Shabhandhar dice que eso está empezando a cambiar. El CMS tiene ahora una reorganizada oficina de prensa que se centra en las actividades de difusión a la prensa extranjera.

La decisión de la Casa Blanca de mezclar a toda la oposición siria con Al Qaeda también pretendía aparentar que Estados Unidos no tenía intereses en juego en Siria. Así, el presidente ni forjó coaliciones con aliados de Norteamérica para enfrentarse a la alianza entre Irán, Rusia y Asad, ni reforzó a los grupos rebeldes que podrían contar para Washington en caso de que algún día necesitara a uno u otro de ellos. Por tanto, cuando Obama decidió, tras el ataque con armas químicas del mes pasado, que verdaderamente sí había intereses norteamericanos en juego, se encontró con que sólo le quedaba una opción: el unilateralismo. Sólo Francia, cuya posible contribución es incierta, está dispuesta a apoyar a Estados Unidos, y no hay grupos rebeldes que respondan directamente ante Washington. ¿Qué pasará si los rebeldes ganan?

Un comandante rebelde de Damasco con quien hablé cree que es cosa hecha. “Si se golpea a los intereses del régimen en Damasco, los esfuerzos de los rebeldes se centrarán en Damasco”, afirma un combatiente cuya unidad está próxima a la zona atacada con gases el mes pasado. Y prosigue:

Cuando caiga el régimen, tomaremos el resto de Damasco. Hemos estado elaborando un plan de transición para nueve meses para evitar el caos tras la caída. Nuestros objetivos son asegurar las zonas liberadas y continuar con los servicios esenciales, como el suministro de agua y alimentos a los civiles.

¿Por qué está tan seguro de que el régimen de Asad se tambalea? Explica que, pese a las bravuconadas autocomplacientes del dictador después de que Obama pidiera autorización al Congreso,

aún tuvimos 700 desertores la semana pasada, entre ellos 50 de la Guardia Republicana de Asad.

El mayor Rayes se muestra de acuerdo:

Si el ataque es lo suficientemente potente, si alcanza a aeropuertos y lugares principales, el régimen puede caer pronto. Quizá en 60 días. Cuando comience el ataque, muchos soldados huirán. Fíjese en lo que digo: no desertarán; huirán.

Es casi seguro que los rebeldes pecan de exceso de optimismo. Sin embargo, con McCain presionando a la Casa Blanca para que cambie de dinámica sobre el terreno, probablemente el equilibrio de poder se modifique en contra de un régimen que puede ser mucho menos sólido de lo que pretende. La buena noticia para la Casa Blanca es que aún tiene tiempo de armar y entrenar a unidades rebeldes, haciéndolas así dependientes de Washington y responsables ante él. Suponiendo, claro está, que Obama llegue a reconocer que hay intereses norteamericanos en juego, aparte de hacer cumplir una línea roja que fue trazada precipitadamente.

The Weekly Standard