El expresidente islamista de Egipto Mohamed Morsi falleció ayer en El Cairo tras sufrir un infarto mientras prestaba testimonio ante el tribunal que lo estaba juzgando por espionaje. Según se ha informado, las autoridades han negado a su familia –que incluso desconocía dónde se había trasladado el cadáver– la posibilidad de enterrarlo en su localidad natal, situada en el Delta del Nilo.
Morsi, de 67 años, fue derrocado por el actual hombre fuerte del país, Abdulfatah el Sisi, en 2013, tras estar sólo un año al frente del Gobierno. Con numerosas causas pendientes con la Justicia de su país, en el juicio en el que perdió la vida se trataba de dilucidar el cariz de sus relaciones con la organización terrorista palestina Hamás, estrechamente vinculada con la Hermandad Musulmana egipcia, que por su parte ha calificado la muerte de Morsi de “flagrante asesinato”.
Tanto su familia como Amnistía Internacional habían denunciado las condiciones de reclusión en que vivía Morsi, que padecía diabetes e hipertensión.