El diario mexicano El Universal publica las reflexiones de Fernando Reinares, experto en terrorismo del Real Instituto Elcano, un think tank español especializado en asuntos geoestratégicos, en torno al ataque terrorista contra la revista francesa Charlie Hebdo.
Para este especialista, no es casual que el objetivo de los terroristas islamistas haya sido Francia, a pesar de que la amenaza del yihadismo es global. Al contrario, la participación del país galo en la coalición internacional contra el terrorismo islamista tiene bastante que ver en esta elección. La entrevista tuvo lugar al día siguiente de la matanza.
Reinares, que está convencido de que el atentado ocurrido ayer contra el semanario satírico francés ‘Charlie Hebdo’ fue obra de alguna organización yihadista, subraya el hecho de que se haya llevado a cabo en Francia, uno de los países que participan en los bombardeos que la coalición internacional contra el Estado Islámico está llevando a cabo en Irak y Siria. “Francia fue el primer país europeo en el que, en 1995, hubo un atentado yihadista, ha sido señalado como blanco por Al Qaeda y por la rama magrebí de esta organización, y es el país de Europa del que más yihadistas han salido a Medio Oriente en los últimos años”. Reinares calcula que, en los últimos años, de los 3.000 voluntarios que han salido de Europa hacia Siria e Irak, más de 1.000 eran franceses.
Jonathan Marcus recoge en esta colaboración para la web informativa de la cadena británica BBC las a su juicio principales dificultades a las que el presidente norteamericano se va a tener que enfrentar a partir de ahora en esa parte del planeta: la lucha contra el Estado Islámico, la guerra de Siria, las negociaciones nucleares con Irán, el conflicto palestino-israelí y la redefinición de los intereses estadounidenses en la zona.
El mensaje aquí es que EEUU debe redefinir sus intereses centrales en la región más claramente. Los discursos bienintencionados acerca de la difusión de la democracia o los derechos de las mujeres están muy bien como aspiración, pero Occidente necesita ser más realista acerca del tiempo que va a ser necesario para propiciar ese cambio social, que, en todo caso, debe surgir desde dentro.
Una medida del fracaso de la Administración Obama para hacer frente a las complejidades de la región lo muestra la irrelevancia actual del discurso del presidente norteamericano en El Cairo en 2009, que aunque fue jaleado en su momento como el inicio de un cambio en las relaciones de EEUU, Oriente Medio y el mundo musulmán, ha resultado ser en gran medida una salida en falso.
Dennis B. Ross explica en esta columna para The New York Times que la manera favorable en que los líderes occidentales han recibido las últimas maniobras diplomáticas de la Autoridad Palestina no va a contribuir a poner fin al conflicto entre palestinos e israelíes. Los líderes palestinos saben del coste popular de cualquier acuerdo con Israel: al que lo alcanzara se le consideraría traidor a la causa. En cambio, saben que en la arena internacional nadie les exige nunca contrapartida alguna. Ross reclama a los líderes europeos que exijan compromisos a los palestinos antes de prestarles su apoyo en operaciones unilaterales que socavan el equilibrio regional.
Por eso los líderes europeos que apoyan fervientemente el reconocimiento estatal de Palestina deberían centrarse en cómo elevar el coste de decir no o no actuar en absoluto cuando hay una oferta sobre la mesa. Los palestinos se preocupan mucho del apoyo internacional a su causa. Si supieran que tendrían que rendir cuentas por no responder o por rechazar una oferta o resolución justas, cambiarían sus cálculos.
Desgraciadamente, la mayoría de los europeos están más preocupados por la conducta israelí y quieren, como mínimo, un cambio en la política de asentamientos de Israel.
Pero utilizar a la ONU o el Tribunal Penal Internacional durante las elecciones israelíes es contraproducente. En Israel se verá desde una sola perspectiva y reforzará a los políticos que prefieren mantener el ‘statu quo’. Estos candidatos argumentarán que en esta situación el país necesita líderes que permanezcan firmes contra esas presiones injustas.
Luisa Corradini analiza en el argentino La Nación las dificultades que las democracias tienen para tratar el fenómeno terrorista. El difícil equilibrio entre los derechos y libertades civiles y la necesidad de mayores controles para prevenir atentados es utilizado por los nuevos yihadistas, lobos solitarios que saben cómo camuflarse en las sociedades modernas utilizando sus garantías y debilidades.
Desde este punto de vista, la batalla de las democracias para erradicar a los terroristas de su seno va a ser larga y dura, como acaba de demostrar la matanza de París.
La cooperación entre los principales países concernidos por esa violencia debía permitir reforzar la eficacia de la lucha antiterrorista. Estos últimos años, después de cada reunión ministerial europea, los responsables aseguraban que se hacía todo lo posible para estrechar cada vez más la vigilancia. Con frecuencia, sin embargo, los intereses nacionales chocaron con esa lógica colectiva: así sucedió con Turquía, que considera que los kurdos constituyen una amenaza más grande que Estado Islámico (EI).
Por otra parte, a pesar de la voluntad de armonizar los marcos legislativos a nivel europeo, las barreras jurídicas obstaculizan la cooperación, sobre todo en materia de intercambio de información. Esas dificultades son producto de las tradiciones, la historia y la forma en que cada país trata las libertades del ciudadano, sobre todo en materia de acceso a datos personales por parte de la administración.