Como otros observadores de la política turca, me quedé estupefacto el pasado día 1 cuando se reportó que el gobernante Partido Justicia y Desarrollo (Adalet ve Kalkinma Partisi, AKP) había incrementado un 9% su porcentaje de voto con respecto a las elecciones de junio y un 11% su representación parlamentaria.
Las encuestas mostraron consistentemente que los cuatro partidos principales obtendrían prácticamente los mismos escaños que en junio. Lo cual tenía todo el sentido, pues representan puntos de vista mutuamente hostiles (islamista, izquierdista, kurdo, nacionalista), lo que hace altamente improbable un cambio de fichas en apenas cinco meses. Que uno de cada nueve votantes cambiara de partido desafía a la razón.
Su fuerte subida ha devuelto al AKP la mayoría parlamentaria que había perdido en las elcciones de junio, lo que promete al presidente, Recep Tayyip Erdogan, una vía semilegal a los poderes dictatoriales a los que aspira.
Para mí, los resultados apestan a fraude. Así, desafía a la razón que la guerra del AKP contra los kurdos haya llevado a una cuarta parte de los kurdos a abandonar el partido prokurdo por el AKP. Cuando empezaron a aparecer informaciones sobre irregularidades, Michael Rubin, del Amerrican Enterprise Institute, resumió los problemas en Commentary:
Analistas políticos turcos cifran en torno al 5% el fraude de Erdogan; fraude que comprende el llenado de urnas, chanchullos de las estatales Aerolíneas Turcas al transportar el voto desde el extranjero, la desaparición de urnas en pueblos y distritos de la oposición (…) En el caso de las elecciones del domingo, parece que el AKP de Erdogan consiguió el voto de cientos de miles de muertos…
Dado el historial de las elecciones turcas, este amaño no debería sorprender, especialmente a medida que cunden los rumores sobre los sofisticados esfuerzos para manipular los resultados. (Por lo que hacen al método, piense en el fraude de las emisiones de Volkswagen).
Los ciudadanos de Turquía han de afrontar la decisiva cuestión de aceptar o no los resultados de esta elección. ¿Qué prevalecerá, el miedo a la implacabilidad de Erdogan o la indignación ante la estafa? Desgraciadamente, como este golpe de estado electoral ha bloqueado el camino a la democracia, si los turcos resisten se verán impelidos a hacerlo de maneras no democráticas.
© Versión original (en inglés): danielpipes.org
© Versión en español: Revista El Medio