Contextos

Los desafíos abrumadores de Nidaa Tunis

Por Hussein Ibish 

Bandera de Túnez.
"Túnez se enfrenta a unos cambios tremendos, quizá abrumadores. La batalla de la economía sigue, y hay un grave y creciente problema de violencia extremista. Ningún país aporta más combatientes extranjeros al Estado islámico (ISIS), en Irak y en Siria, que Túnez. Que además se las tiene que ver con un movimiento terrorista más local como Ansar al Sharia, que opera en Libia, Argelia y otras zonas del Sáhara y el Sahel""La situación ha llegado a tal extremo que probablemente necesite pactar con Ennahda más que el propio Ennahda"

Beyi Caíd Esebsi, líder de de la coalición no islamista Nidaa Tunis, fundada en 2012 como un paraguas para grupos seculares que previamente estaban divididos en docenas de formaciones, ha sido elegido presidente de Túnez tras imponerse de manera contundente en las primeras elecciones presidenciales libres y abiertas del país. La ventaja que sacó a Moncef Marzuki fue enorme: casi un 11%. Si no es un triunfo aplastante, está cerca de serlo. El umbral para considerar aplastante una victoria ronda el 15%, pero la revista norteamericana Politico lo sitúa en el 10%. Sea como fuere, la victoria de Esebsi fue inequívoca y espectacular.

Sus problemas empiezan ahora.

Para el partido islamista Ennahda, la derrota de Marzuki ha supuesto un golpe muy duro. Lo habían apoyado porque no era Esebsi y porque pensaban colaborar con él. En un primer momento, Ennahda prometió no presentar ni apoyar oficialmente a un candidato. Mantuvieron la promesa, quizá con la lección aprendida de lo que les sucedió a los Hermanos Musulmanes en Egipto, que incumplieron la suya en las presidenciales de su país. Oficialmente no apoyaron a nadie. Pero extraoficialmente no cabe duda de que pujaron fuerte por Marzuki, y, como en las recientes elecciones parlamentarias, en las que fueron derrotados por Nidaa Tunis, debemos preguntarnos por la capacidad de Ennahda para liderar a las masas o conseguir hacerse con grandes cantidades de votos.

Pero, habiendo perdido las parlamentarias, quizás sea contraintuitivamente mejor para Ennahda que su candidato preferido no ganara las presidenciales. Túnez se enfrenta a unos cambios tremendos, quizá abrumadores. La batalla de la economía sigue, y hay un grave y creciente problema de violencia extremista. Ningún país aporta más combatientes extranjeros al Estado islámico (ISIS), en Irak y en Siria, que Túnez. Que además se las tiene que ver con un movimiento terrorista más local como Ansar al Sharia, que opera en Libia, Argelia y otras zonas del Sáhara y el Sahel.

Habiendo conseguido el mayor número de escaños en el Parlamento y la Presidencia, Nidaa Tunis afronta la formidable perspectiva de ser el responsable de lidiar con todo eso y más. La situación ha llegado a tal extremo que probablemente necesite pactar con Ennahda más que el propio Ennahda.

El grupo islamista tiene ante sí un escenario promisorio. Si forma Gobierno con Nidaa Tunis, quedará demostrado que, a pesar de la derrota, su electorado es tan poderoso e importante que no puede ser excluido del Gobierno. Seguirá en el poder, tendrá importancia e influencia. Por otro lado, si Nidaa Tunis conforma una coalición sin ellos, todo lo que tendrán que hacer los islamistas será, como oposición leal, protestar y criticar la actuación del Gobierno, con más vehemencia a medida que pase el tiempo.

Ennahda ni siquiera tendría que sabotear las nuevas políticas del Gobierno en asuntos cruciales y quizá irresolubles como la economía y la seguridad. Probablemente sería suficiente un aluvión de críticas para sentar las bases de su vuelta luego de las siguientes elecciones presidenciales y legislativas. Si su actuación fuera vista como propia de una oposición desleal u obstruccionista, podría ser contraproducente. Mucho más sensato sería mostrarse cooperador y sincero, pero cada vez más decepcionado, en nombre de todo el país, con los fracasos de la Administración.

En cuanto a Esebsi, tiene ante sí no sólo los desafíos referidos sino los derivados de la situación en Nidaa Tunis. Desde su fundación, en 2012, Nidaa Tunis ha sido un conjunto heterogéneo e incongruente de fuerzas políticas, entidades y personalidades que tienen muy poco en común excepto una cosa: no son islamistas ni antiislamistas. Colaboran para hacer retroceder la oleada que llevó a Ennahda al poder en las elecciones parlamentarias que siguieron al derrocamiento del dictador Ben Alí.

Los grupos que formaron parte de Nidaa Tunis se dieron cuenta de que ni siquiera nada más caer la dictadura Ennahda era un partido mayoritario. De hecho, ganó poder porque los grupos no islamistas o laicos eran muy numerosos y estaban mal avenidos. La mayoría no islamista existía, pero no tenía capacidad para gobernar o para formar coaliciones coherentes porque estaba bastante fracturada. Esto dio poder a una minoría islamista unida, coherente y de gran tamaño.

El reto se hizo cada vez más urgente a medida que el desempeño de la coalición de Gobierno comandada por Ennahda se hacía cada vez más vulnerable a las duras críticas en seguridad y economía. Por otro lado, dos asuntos relacionados con las negociaciones sobre la Constitución abrieron la puerta a Nidaa Tunis de hacerse con el poder.

En primer lugar, el fracaso de política de exclusión demostró que la experiencia de Gobierno, que durante el levantamiento fue considerada un baldón de políticos y tecnócratas, volvía a ser considerada por la opinión tunecina como potencialmente deseable. La experiencia y la capacidad no eran necesariamente malas, y no todos los que trabajaron con el antiguo régimen tenían que ser vistos como lastres. De hecho, la competencia técnica se veía como deseable, especialmente después de los errores de la inexperta coalición de Ennahda y de la relativamente mejor Administración provisional del último año.

En segundo lugar, dado que se forzó a Ennahda al compromiso con la naturaleza del emergente sistema político tunecino, que da un mayor papel a la Presidencia, se otorgó a Nidaa Tunis un gran poder nacional. Naturalmente, Ennahda apoyó fervientemente el parlamentarismo, confiado en el poder que le brindaría sus apoyos electorales, entre el 20 y el 30% de los votos. De esta manera, estaría siempre preparado para ser una fuerza significativa, si no dominante, en el Parlamento. Pero por otro lado precisaría conseguir grandes apoyos externos para asegurarse la Presidencia, sobre todo en el caso de que la disputara con un candidato no islamista potente que recurriera a la mayoría laica.

Llegado el caso, Ennahda aceptaría un sistema mixto en la nueva Constitución, que otorgara mayor poder al Parlamento en asuntos domésticos pero estableciera una Presidencia fuerte en asuntos de seguridad nacional y defensa. La poderosa jefatura del Ejecutivo parecía hecha a la medida de Nidaa Tunis en general y de Esebsi en particular. Aunque el nuevo presidente de Túnez tiene 88 años y sirvió a las antiguas dictaduras antes de abandonarlas, hace bastantes años, parece haber suscitado un gran apoyo entre la mayoría nacional no islamista.

Ahora que han ganado las elecciones legislativas y presidenciales, Esebsi y Nidaa Tunis se darán cuenta de que el de ser exclusivamente responsables de los retos que afronta Túnez podría ser una corona de espinas. No lamentarán su victoria. Pero si excluyen a Ennahda de la próxima coalición en el Parlamento quizás puedan verse enfrentados a una oposición cada vez más popular y poderosa, a medida que se agudicen los problemas en Túnez (lo que parece muy probable, con independencia del tipo de medidas que se adopten). Ennahda ha esquivado la trampa en la que cayeron los Hermanos Musulmanes de Egipto cuando se salieron de madre y por eso mantienen sus aspiraciones.

Irónicamente, en la victoria, Nidaa Tunis tiene todas las de perder, mientras que Ennahda, en la derrota, se las promete muy felices. Probablemente lo mejor para Nidaa Tunis y para el país sería que invitaran a formar coalición y que los islamistas aceptaran. Pero hay voces contrarias a ello, y Nidaa Tunis no parece muy dispuesto a recibir con los brazos abiertos a sus rivales islamistas. Es probable que eviten incluir a Ennahda en el próximo Gobierno, si tienen la oportunidad. Pero si lo hacen estarán preparando el terreno para que Ennahda vuelva con más fuerza dentro de unos años, especialmente si los islamistas dan la impresión de ser una opisición leal, sincera y colaborativa.

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