Contextos

¡Liberen a los presos! El coronavirus como coartada para la israelofobia

Por Jonathan S. Tobin 

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"Las autoridades penitenciarias deberían hacer todo lo posible para mitigar los efectos del virus en sus dependencias, aun cuando en ellas no sea siempre posible respetar la distancia social. Asimismo, habría que someter a consideración la liberación de quienes no representen una amenaza para la sociedad. Ahora bien, a quienes, so capa de una pretendida compasión ante la crisis del coronavirus, abogan por la liberación de criminales violentos, terroristas palestinos son sangre en las manos incluidos, no se les debería consentir que siguieran presentándose como defensores de los derechos humanos"

¿Cuál es nuestro deber para con quienes están confinados en lugares donde la crisis del coronavirus representa una amenaza? Los esfuerzos para proteger a los residentes en las instituciones que se ocupan de los ancianos han sido objeto de gran atención. Pero puede que quienes están recluidos en una cárcel corran mucho más peligro. Sea como fuere, la cuestión de qué se debería hacer al respecto dice mucho de la disposición de algunos a permitir que su ideología se imponga al sentido común. 

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Esto ha llevado a un vivo debate sobre el dilema moral implícito en la existencia de instituciones penales en tiempos de pandemia. El Estado tiene la obligación de no permitir que una condena de cárcel acabe siéndolo de muerte. Pero está igualmente obligado a no tomar decisiones que pongan en peligro a otros ciudadanos, que podrían convertirse en víctimas si dicha política condujera a una oleada de crímenes [cometidos por presos liberados]. 

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El debate en Nueva York [donde se ha liberado incluso a presos con delitos violentos a sus espaldas] ha puesto de manifiesto el hecho de que algunos de los que abogan por las sueltas de presos (…) están motivados por la creencia de que el régimen penal en su totalidad es injusto e incluso los presos más culpables merecen ser puestos en libertad. Pero, por insensata que esta posición pueda parecer, cuando el debate se traslada a Israel, puede convertirse en mucho más intolerable. Y es que a quienes claman por las liberaciones de presos no les mueve tanto la preocupación por la salud de los reclusos como la convicción de que los terroristas encarcelados no merecen castigo alguno.

Esta es la posición de Jewish Voice for Peace (JVP), grupo izquierdista cuyo auténtico objetivo es la erradicación del Estado judío.

Junto con algunos aliados igualmente izquierdistas, la semana pasada JVP organizó vía Zoom una cibermanifestación, así como una ‘tormenta tuitera’, en pro de la “liberación de los presos desde Rikers Island [en Nueva York] hasta Palestina”.

Por supuesto, con la alusión a “Palestina” JVP no quiere decir que esté pidiendo a Hamás que libere al pacifista gazatí que se encuentra en paradero desconocido desde que participó vía Zoom en un encuentro dedicado a la promoción a la coexistencia con Israel. Ni está interesado en la liberación de quienes están detenidos en dependencias de la Autoridad Palestina por criticar al despótico régimen de Al Fatah. Lo que quiere es liberar a todos los palestinos presos en cárceles israelíes, incluso los terroristas con sangre en las manos.

Lo cual nos dice dos cosas de JVP y de sus promotores progres, como el escritor Peter Beinart, que niega la naturaleza antisemita de sus empeños.

Los apologetas JVP tratan de asegurar que esta organización es simplemente neutral en lo relacionado con el sionismo y el derecho de Israel a existir. Y así es como trata abrirse paso en los principales foros de la comunidad judía. Pero semejante patraña saltó por los aires con el libelo de sangre antisemita nuclear de su campaña Intercambio Mortal, con la que pretendió culpar a los judíos proisraelíes de que la Policía dispare contra los afroamericanos en las ciudades del país.

Asimismo, JVP tiene en tanta estima a la congresista demócrata Rashida Tlaib que este año dedicó su séder virtual de Pascua a celebrar una cibermanifestación en apoyo de una mujer que ya no es que apoye abiertamente el BDS, sino que es una desacomplejada partidaria de la destrucción del Estado de Israel.

La disposición de JVP a servirse de la pandemia como excusa para exigir la liberación de terroristas que han asesinado a hombres, mujeres y niños norteamericanos e israelíes –y que seguramente vuelvan a hacerlo si se les presenta la ocasión– es una prueba más de su falta de brújula moral.

Entre los participantes en la cibermanifestación por la liberación de los presos se encontraban el profesor universitario y exanalista de la CNN Marc Lamont Hill, célebre por su discurso en Naciones Unidas sobre una “Palestina desde el mar [Mediterráneo] hasta el río [Jordán]”; Aarab Barguti, hijo de Marwán Barguti, líder de Fatah que cumple varias cadenas perpetuas en Israel por el asesinato de civiles, así como otros activistas palestinos que promueven activamente la violencia contra los israelíes y los judíos.

Hay que tener que presente todo esto la próxima vez que un rabino defensor de una delegación universitaria de JVP pretenda decir que no son los antisemitas que son, sino meros críticos del Gobierno israelí y de sus políticas. Lo mismo cabe decir cuando activistas izquierdistas que hacen causa común con JVP pretendan ganar influencia en la plataforma electoral del Partido Demócrata de cara a las elecciones de este año.

Las autoridades penitenciarias deberían hacer todo lo posible para mitigar los efectos del virus en sus dependencias, aun cuando en ellas no sea siempre posible respetar la distancia social. Asimismo, habría que someter a consideración la liberación de quienes no representen una amenaza para la sociedad. Ahora bien, a quienes, so capa de una pretendida compasión ante la crisis del coronavirus, abogan por la liberación de criminales violentos, terroristas palestinos son sangre en las manos incluidos, no se les debería consentir que siguieran presentándose como defensores de los derechos humanos.

© Versión original del artículo completo (en inglés): JNS
© Versión en español: Revista El Medio