Contextos

El Estado islámico, una amenaza para Turquía

Por Jonathan Schanzer 

Bandera de Turquía.
"El ministro de Exteriores, Mevlut Cavusoglu, afirma que hay unos 700 ciudadanos turcos luchando con el grupo radical. Sin lugar a dudas, la ideología del Estado islámico y su reciente expansión están incitando a muchos turcos conservadores a sumarse a la lucha. Sin embargo, los alicientes económicos también desempeñan un papel importante; según el 'New York Times', el Estado Islámico ofrece 150 dólares diarios a los turcos que acepten luchar en sus filas"

Un informe filtrado del servicio de inteligencia de la Policía Nacional Turca revela que Ankara está en alerta ante posibles ataques de las células durmientes del Estado Islámico desplegadas por todo el país.

El informe policial, divulgado por Jane’s Intelligence Weekly, advierte de que en Turquía hay 3.000 operativos directamente relacionados con la organización yihadista. Asimismo, incluye una lista de ciudades vulnerables, entre las que se encuentran Ankara y Estambul, capitales política y cultural del país, respectivamente.

Esta amenaza era bastante predecible. En un esfuerzo por hacer desaparecer el régimen de Bashar al Asad en Siria, Turquía abrió en 2011 su frontera sureste a un gran número de rebeldes sirios. A medida que la guerra se prolongaba, se incorporaron grupos yihadistas como el Estado Islámico, que desde entonces ha conquistado grandes franjas de Siria e Irak, y el Frente Al Nusra, que es la marca oficial de Al Qaeda en Siria. Hoy, la frontera turca con Siria, de unos 910 kilómetros, es el punto de tránsito elegido para la venta ilegal del petróleo del Estado Islámico, el traslado de armas a diferentes facciones guerrilleras y la penetración de combatientes extranjeros.

El problema tiene ahora más de cuatro años. Los extremistas han tenido tiempo de sobra para establecer una infraestructura en Turquía que facilite esta actividad ilícita. En el proceso, también han creado células y bases logísticas por todo el país. La Policía Nacional Turca parece haber reconocido la amenaza.

Los medios de comunicación turcos y americanos han estado informando durante muchos meses sobre las labores de reclutamiento del Estado Islámico en Turquía. Por ejemplo, un reportaje del diario turco Hurriyet de septiembre de 2014 identificó actividades del Estado islámico en ciudades como Estambul y Kocaeli, en el oeste, y en Gaziantep, Sanliurfa y Diyarbakir, en el este. El New York Times también ha dado cuenta de cómo el Estado Islámico reclutaba militantes en Ankara, en el centro del país.

El periódico kemalista y anti AKP Aydinlik informó en su día de que militantes del Estado Islámico estaban operando en ciudades como Konya, célebre por su conservadurismo islámico. Como explicaba Newsweek, otros bastiones conservadores, como el barrio de Dilovasi de Ankara, son especialmente susceptibles al reclutamiento.

La cantidad total de turcos que se han unido al Estado islámico es perturbardora. Precisamente la semana pasada el ministro de Exteriores, Mevlut Cavusoglu, declaró que hay unos 700 ciudadanos turcos luchando con el grupo radical. Sin lugar a dudas, la ideología del Estado islámico y su reciente expansión están incitando a muchos turcos conservadores a sumarse a la lucha. Sin embargo, los alicientes económicos también desempeñan un papel importante; según el New York Times, el Estado Islámico ofrece 150 dólares diarios a los turcos que acepten luchar en sus filas.

Turquía alberga numerosos simpatizantes del Estado islámico. El opositor Alí Ediboglu afirma: “Al menos 1.000 turcos están ayudando a combatientes extranjeros a adentrarse en Siria e IraK para unirse al ISIS [una de las siglas inglesas del Estado Islámico]”. Hay vídeos en YouTube con concentraciones del Estado Islámico en Estambul y manifestaciones en apoyo a los combatientes yihadistas en Siria, los del Estado islámico incluidos. El pasado otoño se informó de que un grupo de 20 encapuchados armados con bates atacaron una manifestación en contra del Estado Islámico en la Universidad de Estambul. El grupo, como la Juventud Musulmana, al parecer volvió al campus a perpetrar más ataques.

También existen motivos para temer la radicalización de los sirios que viven en Turquía. Como resultado de la guerra civil, Turquía alberga más de 1,5 millones de refugiados sirios, y puede que esta cifra se quede corta. Hay informaciones que sugieren que el Estado islámico podría tener como propósito el reclutamiento de hombres jóvenes y menores en los campos de refugiados.

Recientemente Turquía pudo hacerse una idea de qué le depararía el futuro si Estado islámico organizara asaltos concertados contra su territorio. El 6 de enero un terrorista suicida que podría estar vinculado al Estado Islámico atacó una comisaría en el distrito Sultanahmet de Estambul. Como apuntaron los comentaristas, una oleada de ataques así podría causar daños irreparables en el sector turístico y sembrar el miedo en el corazón de los turcos de todo el país.

Por otra parte, y según advierte el informe divulgado por Jane’s, el Estado Islámico tiene mucho que perder atacando Turquía. El grupo terrorista obtiene grandes beneficios de la venta ilegal de petróleo a Turquía, del flujo de combatientes extranjeros, dinero y armas a través de la frontera turca con Siria y del entorno bastante permisivo que encuentra en el sureste del país, donde las autoridades no parecen demasiado alarmadas con la presencia de los extremistas. Los líderes del Estado islámico son conscientes de que Ankara ha rechazado adoptar un papel activo en la coalición internacional dirigida por EEUU que está bombardeando sus posiciones. De hecho, Turquía incluso ha rechazado que se utilicen sus bases para tal fin.

Incluso teniendo en cuenta este modus vivendi, la presencia de simpatizantes y operativos del Estado Islámico en su territorio pone a Turquía en peligro. Cuanto más se demore el conflicto en Siria, mayores serán las probabilidades de que Turquía se vea arrastrada a él. Si el Estado Islámico contraatacara activando sus recursos locales, Ankara sólo podría culpar de ello a sus propias políticas.

NOTA: Este artículo tiene por coautora a Merve Tahiroglu, analista asociada de la FDD.

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