El jueves la Casa Blanca anunció que la comunidad estadounidense de inteligencia ha establecido con un alto nivel de seguridad que el régimen de Bashar al Asad ha empleado armas químicas contra la oposición en varias ocasiones, si bien de forma limitada. Ahora que está claro que Asad ha cruzado la línea roja que trazó Obama, la pregunta es: ¿ha cambiado esto los «cálculos» del presidente, como dijo que haría?
Los medios de comunicación informan de que así ha sido. Según la prensa, Obama ha decidido armar a la oposición. El New York Times afirma, citando fuentes de la Administración, que la Casa Blanca «empezará a suministrar armamento ligero y munición a los rebeldes». USA Today está en la misma línea. En cuanto al Wall Street Journal, explica:
Obama ha emitido una orden clasificada en la que se instruye a la Agencia Central de Inteligencia para coordinar la entrega de armas a los rebeldes de acuerdo con los aliados.
Sin embargo, otros miembros de la Administración han declarado a la prensa que la Casa Blanca no va a enviar armas a la oposición. Josh Rogin escribe en el Daily Beast que su fuente le dice que «las armas letales no forman parte del nuevo material que Obama ha autorizado». «El presidente», afirma esa fuente,
ha tomado la decisión de suministrar a la oposición siria material militar que pueda aumentar su efectividad sobre el terreno, pero eso no incluye elementos como armas y balas.
Así pues, ¿está la Casa Blanca armando a los rebeldes o no? Ha habido confusión desde el jueves por la tarde, cuando John McCain dijo en el Senado: «[Obama] va a anunciar que ayudaremos a los rebeldes sirios con armas y ayuda de otro tipo. Aplaudo la decisión del presidente». Poco después, el senador republicano se retractó y dijo: «El presidente no ha tomado una decisión definitiva sobre la entrega de armas». Según Rogin, posteriormente el portavoz de McCain había afirmado que a éste le habían dicho fuentes fidedignas que Obama planeaba armar a los rebeldes.
La Casa Blanca apenas aclaró las cosas en una teleconferencia con periodistas celebrada ese mismo día. Se preguntó varias veces al consejero adjunto de Seguridad Nacional para Comunicaciones Estratégicas, Ben Rhodes, si el Gobierno tenía intención de armar a los rebeldes o si sólo iba a proporcionarles más ayuda no letal (como vehículos o gafas de visión nocturna) de la misma clase que se les había prometido en abril pero que aún no ha llegado al Consejo Militar Sirio (CMS). «No puedo dar una lista de la clase de ayuda que vamos a proporcionar», dijo Rhodes. «Pero baste decir que, en efecto, será sustancialmente diferente de lo que estábamos suministrando antes de nuestro informe inicial de abril [sobre armas químicas]». Respondiendo a otra petición de detalles al respecto, añadió: «No voy a poder enumerar los tipos de ayuda que vamos a proporcionar al CMS». Posteriormente hubo más de lo mismo:
No vamos a poder ofrecer un inventario de qué entra exactamente en el ámbito de la ayuda.
Lo que sabemos, pues, a partir de las declaraciones públicas y oficiales de la Administración es esto: la Casa Blanca va a hacer más de lo ha venido haciendo hasta ahora. Pero no sabemos si eso incluye el envío de armas o sólo más ayuda y equipo no letal, porque el hombre clave del Gobierno en comunicaciones estratégicas no dice qué es lo que se va a enviar. La información que afirma que Washington va a enviar armas no está basada en las declaraciones públicas de Rhodes, sino en lo que dicen miembros de la Administración desde el anonimato, por lo que no tienen motivos para temer que su credibilidad quede comprometida en el caso de que su información resulte ser inexacta o falsa.
En otras palabras, aún no sabemos si la Casa Blanca va a armar a la oposición siria, o si Obama sólo quiere dar la impresión de que va a respetar sus propias líneas rojas. En ambos casos, es un desastre.
Si la Administración fuera realmente a enviar armas, eso supondría un gran cambio en su política. Uno pensaría que Obama querría anunciarlo él mismo, dado que es su línea roja lo que ha cruzado Asad; y si no lo hiciera él, que al menos fuera el asesor de Seguridad Nacional u otro alto cargo responsable de la toma de decisiones políticas. En cambio, tenemos a un asistente de comunicaciones estratégicas que o no puede o no quiere comunicar cuál es la política de la Casa Blanca al respecto, política que, dependiendo de si Obama ha decidido o no armar a los rebeldes, puede o no haber sido filtrada a la prensa por fuentes anónimas, presumiblemente tan fiables como las que le dijeron a McCain que el presidente iba a armar a los rebeldes, hasta que una fuente más fiable aún le dijo que Obama todavía no había tomado esa decisión. ¿Alguien decidió realmente presentar las cosas de esta forma, o es sólo una muestra de la incoherencia de la política siria de la Casa Blanca y de la incompetencia de los miembros de la Administración responsables de la toma de decisiones?
Por lo menos Rhodes fue claro en una cuestión: «El resultado preferible [del conflicto sirio] sigue siendo un acuerdo político». ¿Por qué? Porque sin él, explicó, «lo que pasará es que proseguirá hasta que alguien se imponga». Lo que Rhodes parece decir es que Estados Unidos tiene interés en detener la lucha, pero no en que el bando al que está ayudando, y quizá armando, derrote a Asad y a sus aliados, Irán y Hezbolá. Por tanto, si la Administración está armando a los rebeldes lo hace sólo con la intención de igualar los bandos, en cierto sentido, para obligar a Asad a negociar.
El problema con esta idea es que el presidente sirio está más que feliz de negociar en esas circunstancias. Si la Administración dice que no está interesada en que uno de los bandos se imponga, entonces no tiene voluntad, o capacidad, de obligar a Asad a abandonar el poder. Por supuesto, la Administración cree, como dijo Rhodes, que Bashar al Asad «no puede formar parte del futuro de Siria«, pero eso no es más que retórica. La realidad es que, si no pone las armas para expulsar a Asad, la Casa Blanca no tiene nada que decir en el asunto, como ha dicho el propio Kerry. Depende de los sirios decidir si Asad se queda; o, más concretamente, de los sirios que tienen más armas, suministradas por los rusos, y de aliados como Irán y su satélite, Hezbolá.
Afortunadamente, hay pocas probabilidades de que ambas partes lleguen a un acuerdo político, que inevitablemente beneficiaría a los enemigos de América, especialmente a la República Islámica de Irán. Dada la naturaleza y magnitud de la ayuda que los iraníes han invertido en Siria –armas, así como tropas propias, sumadas a las de Hezbolá y a las de las milicias iraquíes proiraníes–, en estos momentos Asad y su camarilla gobernante en Damasco son, en la práctica, poco más que vasallos de Teherán. Un acuerdo negociado no sería más que el reconocimiento del dominio iraní sobre Siria, lo que supondría un desastre para Estados Unidos y sus aliados en la región, especialmente para aquellos que son limítrofes con Siria, como Turquía, Jordania e Israel. Sin embargo, los rebeldes sirios harán que un acuerdo sea poco menos que imposible.
Como ha explicado Michael Doran, un pacto entre la oposición y el régimen es «absolutamente inverosímil»:
[Asad] jamás negociará su abandono del poder. Incluso si estuviera inclinado a hacerlo –y no lo está–, el acuerdo es prácticamente imposible, dado lo fragmentada que está la oposición. Los líderes rebeldes hablan sólo en nombre de sus propios grupos. Un acuerdo con uno de sus líderes nunca sería vinculante para los otros. La guerra seguirá adelante pase lo que pase.
La Administración se ha quejado a menudo de lo fragmentada que está la oposición; ha buscado líderes e instituciones aglutinadores al tiempo que ha tratado de aislar a los grupos que considera problemáticos. En diciembre, la Casa Blanca calificó como organización terrorista al Frente Al Nusra (un afiliado a Al Qaeda), en un intento de aislarlo y de recalcar la preocupación de Estados Unidos por el auge de los extremistas entre los rebeldes. De hecho, una de las razones que ha dado la Administración para no armar a los rebeldes es que no quiere armas americanas en manos de Al Qaeda. Es bastante razonable, y eso también explica por qué la Administración no ha dejado sitio al Frente Al Nusra en la mesa de negociaciones. Sin embargo, lo cierto es que, sin que estos grupos, que se encuentran entre las unidades de combate más efectivas de la oposición, se sumen al pacto, no puede hacer un acuerdo que salve a Asad y mejore la posición de Irán y Rusia en el Mediterráneo Oriental a expensas de los intereses americanos. En otras palabras: la política de Obama respecto a Siria es tan incoherente que la atomización de la oposición y el fanatismo mortal de Al Qaeda son lo único que está impidiendo que la Casa Blanca se pegue un tiro en el pie.