El 11 de octubre las fuerzas estadounidenses lanzaron suministros militares a los rebeldes árabes del norte de Siria. Ese apoyo formaba parte de una revisada estrategia estadounidense para combatir al Estado Islámico tras poner fin a un programa por valor de 500 millones de dólares para adiestrar y equipar a los rebeldes moderados sirios. El nuevo plan, que se centra en incorporar a reclutas a unidades kurdas y árabes ya formadas, y en colaborar estrechamente con ellas sobre el terreno, fue anunciado el 9 de octubre por el secretario de Defensa, Ashton Carter, en una conferencia de prensa celebrada en Londres.
La nueva alianza encabezada por los kurdos lleva el nombre de Fuerzas Democráticas Sirias (FDS), e incluye a las YPG (el brazo militar de la Administración Autónoma Kurda), a varios grupos árabes y a un grupo cristiano asirio. Se espera que las FDS aprovechen el apoyo estadounidense para lanzar una ofensiva conjunta sobre Raqa, la capital de facto del Estado Islámico, y que soliciten ataques aéreos de la coalición contra objetivos concretos de las fuerzas islamistas.
Pero hay muchas cuestiones que no están claras en este nuevo plan. ¿Qué clase de retos tendrá que afrontar esta alianza? ¿Se beneficiará de las lecciones aprendidas? ¿Qué clase de oportunidades trae consigo?
Los avances de las YPG en la provincia de Raqa a comienzos de este año se vieron frenados debido, entre otras causas, a un aumento de las tensiones entre árabes y kurdos, a lo que siguieron supuestas violaciones de los derechos humanos. Han aumentado las noticias en las que se acusa a las YPG de violaciones contra comunidades árabes, especialmente durante su ataque de junio a Tal Abiad, de mayoría árabe. Esas supuestas violaciones incluyen la confiscación y saqueo de propiedad privada, detenciones, torturas y asesinatos, y desplazamientos forzosos de poblaciones enteras. En una reciente misión de investigación en el norte de Siria, Amnistía Internacional descubrió una oleada de desplazamientos forzosos y demoliciones de viviendas (equivalentes a crímenes de guerra) cometidos en la zona controlada por las YPG.
Si semejantes violaciones se repiten, seguramente aumenten las tensiones entre kurdos y árabes y se ponga en peligro el futuro de la alianza de las FDS.
Además, dichas violaciones harían el juego a la propaganda del Estado Islámico y servirían como instrumento de reclutamiento entre los árabes suníes. Es decisivo, por tanto, que las fuerzas kurdas abandonen inmediatamente esas violaciones y las condenen públicamente. Además, las víctimas de estas violaciones deberían ser compensadas y debería permitírseles regresar a sus hogares. Unas medidas semejantes, que suscitaran confianza, podrían frenar las críticas contra las fuerzas kurdas y contribuir a forjar unas mejores relaciones con la población árabe.
La intervención militar rusa podría poner en peligro la sostenibilidad de las FDS, por una parte, y el nivel de apoyo brindado por los norteamericanos a los kurdos, por otra. Los kurdos sirios han recibido favorablemente de forma pública la reciente intervención militar rusa y se han mostrado dispuestos a combatir contra el EI junto a ellos. Sepan Hemo, comandante general de las YPG, ha mostrado su voluntad de colaborar con Rusia:
Queremos apoyo aéreo ruso contra el Estado Islámico. Queremos armas. Podemos colaborar con Rusia contra el Estado Islámico.
Varios informes señalan que actualmente hay conversaciones entre Rusia y las fuerzas kurdas para establecer un proceso de coordinación, especialmente en Hasaka, donde se cree que Asad y los kurdos están luchando juntos.
Además, la mayoría de los ataques aéreos rusos han tenido como objetivo grupos rebeldes contrarios a Asad, incluidos algunos apoyados por la CIA. Por tanto, la cooperación con Rusia y el régimen de Damasco podría llevar a la conclusión de que los kurdos son fuerzas pro Asad, lo que los pondría en mayor peligro de ser atacados por varios grupos rebeldes.
No hay indicaciones claras de que una coalición ruso-kurda ayudara a poner a las YPG en mejor posición frente al Estado Islámico. Al contrario: es altamente probable que ello alimentara las tensiones con los kurdos y que afectara negativamente a las FDS. Además, no es seguro que aliarse con Moscú hiciera que cesara el apoyo estadounidense a las YPG, pero la Administración Obama podría perfectamente ser más cauta y reducir su apoyo si las fuerzas kurdas llegaran a considerarse aliadas de Rusia. Así, una postura pública que condenara claramente los ataques rusos contra los grupos rebeldes moderados podría mejorar las relaciones con otros grupos rebeldes y aumentar el apoyo norteamericano a los kurdos.
Turquía está preocupada por que la ayuda estadounidense a los kurdos sirios refuerce también a los kurdos turcos, sobre todo al Partido de los Trabajadores del Kurdistán (PKK), considerado un grupo terrorista por varios países. El Ministerio de Exteriores turco convocó al embajador de Estados Unidos en Ankara para transmitirle el malestar de Ankara por que los norteamericanos lanzaran suministros a los kurdos y árabes del norte de Siria el pasado 11 de octubre. Ademas, el primer ministro turco, Ahmet Davutoglu, dijo que nadie puede garantizar que las armas entregadas a las YPG no acaben en manos del PKK y se empleen contra Turquía.
La indignación turca, pese a las afirmaciones estadounidenses de que los suministros lanzados habían ido a parar sólo a grupos rebeldes árabes, muestra las dificultades que podría afrontar Estados Unidos para mantener el apoyo militar necesario para las FDS. Además, Turquía mantiene fuertes vínculos con rebeldes y tribus árabes de Siria, que podrían movilizarse contra las YPG. Por último, la importancia de los kurdos sirios en la lucha contra el EI podría no superar la importancia que Turquía tiene para Estados Unidos y, por tanto, los norteamericanos podrían hacer la vista gorda si Ankara los atacara, especialmente si se considera que suponen una amenaza para la seguridad nacional turca.
Va en interés de las fuerzas kurdas sirias el mejorar sus relaciones con Turquía, aplicando medidas que despierten confianza y reduzcan las preocupaciones turcas por su seguridad, y las sólidas relaciones entre Ankara y el Gobierno Regional del Kurdistán en el norte de Irak demuestran que es posible establecer unos vínculos similares. Los kurdos también podrían valerse del importante papel que desempeñan actualmente en la lucha contra el Estado Islámico para buscar el apoyo de sus aliados a fin de establecer unas relaciones diplomacias positivas con Turquía.
Mucho depende de cómo las fuerzas kurdas gestionen todos estos retos, que podrían convertirse en oportunidades para superar pasadas diferencias y centrarse en construir un país común que acoja a todos los sirios, tanto árabes como kurdos.
© Versión original (en inglés): NOW
© Versión en español: Revista El Medio