Contextos

La guerra de la RDA contra Israel (y 2)

Por Jeffrey Herf 

Bandera de Israel en llamas.
"Cuando Stalin se volvió contra Israel, en 1949, y tuvieron lugar las purgas anticosmopolitas de principios de los años 50, el bloque soviético en su conjunto se convirtió en enemigo de Israel. Sin embargo, Alemania Oriental asumió un papel más fervoroso y relevante en la causa antiisraelí que otros satélites soviéticos, como Polonia, Hungría y Checoslovaquia. A diferencia de ellos, la RDA tenía en la RFA un adversario que pretendía aislarla y deslegitimarla rechazando mantener relaciones diplomáticas con cualquier Estado que reconociera a la Alemania comunista. Al jugar la carta antisionista, la RDA encontró un medio para echar por tierra la diplomacia de Alemania Occidental y abrirse las compuertas del reconocimiento diplomático. Con los Estados árabes empezó a haber avances en 1969, cuando Irak se convirtió en el primer país no comunista (después de la Camboya de Norodom Sihanuk) en entablar relaciones diplomáticas con la RDA""La trascendencia del apoyo del bloque soviético quedó patente cuando éste se derrumbó, en 1989, y la OLP perdió su principal apoyo militar. Con el fin de la dictadura en Alemania Oriental, la OLP también perdió un socio clave que había contribuido a su guerra contra Israel. En abril de 1990, el primer Parlamento elegido democráticamente en la RDA votó de manera unánime a favor de denunciar la política de hostilidad hacia Israel llevada a cabo por sus predecesores comunistas. En julio, el mismo Parlamento rechazó la resolución de la ONU que equiparaba al sionismo con el racismo y que había contado con el apoyo del régimen comunista. Así llegó a su fin el capítulo más desgraciado de la historia alemana desde la muerte de Hitler; un capítulo en el que un régimen alemán que había surgido de las cenizas del nazismo apoyó a los que buscaron destruir a Israel con la fuerza de las armas"

Cuando Stalin se volvió contra Israel, en 1949, y tuvieron lugar las purgas anticosmopolitas de principios de los años 50, el bloque soviético en su conjunto se convirtió en enemigo de Israel. Sin embargo, Alemania Oriental asumió un papel más fervoroso y relevante en la causa antiisraelí que otros satélites soviéticos, como Polonia, Hungría y Checoslovaquia. A diferencia de ellos, la RDA tenía en la RFA un adversario que pretendía aislarla y deslegitimarla rechazando mantener relaciones diplomáticas con cualquier Estado que reconociera a la Alemania comunista. Al jugar la carta antisionista, la RDA encontró un medio para echar por tierra la diplomacia de Alemania Occidental y abrirse las compuertas del reconocimiento diplomático. Con los Estados árabes empezó a haber avances en 1969, cuando Irak se convirtió en el primer país no comunista (después de la Camboya de Norodom Sihanuk) en entablar relaciones diplomáticas con la RDA. En la declaración conjunta de los ministros de Exteriores de ambos países se establecía una nítida conexión entre la decisión de Irak de entablar relaciones diplomáticas con la RDA y la hostilidad de ésta hacia Israel y se ponía énfasis en su «esfuerzo compartido (…) contra el imperialismo, el neonazismo, el colonialismo y el sionismo»; asimismo, se describía a Israel como «racista, imperialista, reaccionario y agresivo».

La descripción de Israel como Estado racista y herramienta imperialista, y la insinuación de que tanto Israel como Alemania Occidental eran expresiones del neonazismo, estaba implícita en las relaciones diplomáticas de la RDA con los Estados árabes. Un lenguaje similar acompañó al establecimiento de relaciones entre Alemania Oriental y Sudán, Siria, Egipto y Yemen del Sur, en 1969. Para los comunistas de la RDA, el antisionismo era una convicción ideológica y un instrumento eficaz para socavar la política de Alemania Occidental en Oriente Medio. Los del Este se presentaron a sí mismos como un tipo diferente de buenos alemanes, como un Estado alemán enemigo de Israel; esa hostilidad hacia Israel contribuyó a su considerable popularidad entre los Estados del Tercer Mundo. Tras su admisión en Naciones Unidas en 1973, la RDA formó parte repetidas veces de inmensas mayorías en la Asamblea General que votaban contra Israel en desequilibradas resoluciones de denuncia.

En octubre de 1971, el ministro de Defensa de Alemania Oriental, Heinz Hoffmann, encabezó una delegación militar a Irak, Egipto y, especialmente importante, Siria, donde se reunió con Hafez al Asad y con el jefe del Estado Mayor sirio, Mustafá Tlas. Mientras alababa la solidaridad en la lucha común contra el sionismo, Hoffmann observó que Tlas mostraba «claramente» una «tendencia en otros altos oficiales de las Fuerzas Armadas árabes», en concreto, una «admiración incondicional por la estrategia fascista del Blitzkrieg, así como por la experiencia y los logros del Ejército burgués alemán». Impávido ante la admiración suscitada por los éxitos de la Wehrmacht, Hoffmann expresó su seguridad de que los sirios saldrían “victoriosos de su batalla contra el enemigo”. Y añadió: «¡Estamos luchando contra el mismo enemigo!», en alusión a Estados Unidos e Israel.

La relación entre Alemania Oriental y Siria y entre Hoffmann y Tlas se intensificó en la década siguiente. La Siria de Asad se convirtió de hecho en la pieza esencial de la política soviética de Estado a Estado en Oriente Medio (igual que hoy es el eje de la política rusa en la región). A principios de la década de 1980, Tlas publicó La matzá de Sión, una variación de los libelos de sangre de la Europa medieval en la que escribió que los judíos asesinaban a los niños árabes para obtener su sangre y elaborar con ella el pan ácimo de Pascua. También afirmaba que el progreso económico de Europa se debía a su persecución de los judíos, mientras que los árabes y los musulmanes habían retrocedido por haberlos tratado demasiado bien. Los archivos de Hoffman documentan unos cálidos brindis con Tlas en los que celebraban su solidaridad y celebraban su comunidad de lucha (Kampfgemeinschaft).

Hasta ahora, los documentos disponibles (y no sabemos qué archivos de esos años fueron destruidos) indican que el régimen de Alemania Oriental ni estuvo implicado en la planificación ni cooperó en el ataque de Septiembre Negro contra los atletas israelíes en las Olimpiadas de Múnich de 1972. La RDA quería que los Juegos fuesen un escaparate del éxito de sus (dopados) atletas. Sin embargo, al año siguiente del atentado las relaciones de Alemania Oriental con la OLP, a la cual pertenecía Septiembre Negro, se convirtieron en una alianza formal.

En las semanas posteriores a la matanza, Hans Dietrich Genscher, entonces ministro del Interior y futuro titular de Exteriores de Alemania Occidental, firmó una orden para la proscripción de una organización llamada Unión General de Estudiantes Palestinos (UGEP). Las autoridades de la RFA habían reunido pruebas de que la UGEP era una filial de la OLP que buscaba apoyar la lucha armada contra Israel y posiblemente internacionalizarla con un frente en la propia Alemania Occidental. Un mes después de la matanza de Múnich, las autoridades de Alemania Occidental expulsaron a unos 300 miembros de la UGEP, confiscaron sus propiedades y disolvieron la organización por su voluntad de emplear y apoyar la violencia.

La prohibición de la UGEP creó una oportunidad para que la RDA se ganase aún más el favor de los Estados árabes, por lo que aprovechó para denunciar la prohibición como una medida «antiárabe». Los diplomáticos de Alemania Oriental en Beirut y Damasco mantuvieron conversaciones con miembros de la OLP. El líder de Alemania Oriental, Erich Honecker, mantuvo correspondencia con el jefe de la OLP, Yaser Arafat. En una carta fechada el 17 de septiembre de 1972, Arafat pedía que se «comprendiera la acción en Múnich desde el punto de vista del problema general, y los acontecimientos históricos, con todas sus dimensiones políticas, nacionales y humanas». En su respuesta del 27 de noviembre, Honecker denunció los «recientes actos de agresión de Israel contra la república del Líbano y la Repúblicas Árabe Siria», y remarcaba que Alemania Oriental se había mantenido y se mantendría “firmemente del lado del pueblo árabe-palestino”. Arafat y el Comité Ejecutivo de la OLP entendieron entonces que la RDA estaría presumiblemente dispuesta a permitir que se utilizara su territorio para apoyar actividades palestinas de guerrilla contra Israel.

En agosto de 1973, los alemanes del Este ensalzaron a Arafat, junto a la líder comunista estadounidense Angela Davis, como una de las principales atracciones del Festival Mundial de la Juventud celebrado ese año en la RDA, en el que el palestino mantuvo una de sus muchas reuniones con Honecker. El 2 de agosto, el miembro del Politburó de la RDA Gerhard Grüneberg y Arafat firmaron un acuerdo formal de cooperación en pro de su «lucha común contra el imperialismo y el sionismo». Los alemanes del Este prometieron entregar «bienes solidarios en áreas civiles y no civiles», es decir, armas. Durante 15 años, se firmaron acuerdos anuales similares para entregas civiles y militares. En septiembre de 1973, un año antes que la Unión Soviética, la RDA se convirtió en el primer Estado del bloque soviético que permitió a la OLP abrir un consulado en su capital. Esta decisión se produjo cuando la OLP, siguiendo lo estipulado en su carta fundacional (1968), emprendió abiertamente la «lucha armada» para destruir el Estado de Israel. Todo esto prueba el papel protagónico de los comunistas germanoorientales en la causa antiisraelí.

El 21 de septiembre de 1973 Heinz Galinski, jefe de la comunidad judía de Alemania Occidental, envió una carta abierta a Erich Honecker para expresarle la «creciente preocupación y ansiedad de la comunidad judía» por la apertura de la oficina de la OLP en Berlín Oriental. Honecker no respondió a la carta de Galinski. El alcalde de Berlín Occidental, Klaus Schutz, también se alarmó por la apertura de la oficina de la OLP. Así como David Klein, jefe de la misión de Estados Unidos en Berlín Occidental. A todos les preocupaba que terroristas árabes y palestinos pudieran escapar de Oriente Medio al aeropuerto de Schönefeld, en Berlín Oriental, y que después esa oficina de la OLP les ayudara a trasladarse a Berlín Occidental, a la RFA y, finalmente, a toda la Europa Occidental.

Como las cuatro potencias –Estados Unidos, Gran Bretaña, Francia y la Unión Soviética– tenían el cometido de asegurar la ley y el orden en Berlín, el problema de la posible infiltración terrorista desde el Este llegó a la oficina del secretario de Estado norteamericano, Henry Kissinger. El 28 de septiembre de 1973, mientras preparaba una aproximación a la Unión Soviética, Kissinger escribió que los aliados occidentales se habían enterado de que entre las actividades de la oficina de la OLP en Berlín Oriental iba a estar «el entrenamiento de personal para actos de terrorismo»; «al margen de cuál sea la función de la oficina [de la OLP] en Berlín», anotó también, «es inevitable que introduzca un nuevo elemento de tensión en Berlín y trabaje contra nuestros esfuerzos mutuos de facilitar la distensión. Y añadió:

A los soviéticos también les interesa no hacer nada que pueda alentar el terrorismo o hacer creer a los que se inclinan en esa dirección que cuentan con el apoyo –tácito o activo– de las autoridades en cualquier parte de Berlín. Con ese ánimo, pedimos que la embajada soviética utilice su influencia para evitar que opere la oficina de la OLP.

El 25 de octubre de 1973 Klein transmitió la advertencia de Kissinger a su homólogo soviético en Berlín Oriental de que Berlín no se utilizara «en modo alguno» como base para llevar a cabo «actividades terroristas o violentas». Las advertencias de Estados Unidos no plantearon, en todo caso, el problema del uso del territorio de Alemania Oriental como base para emprender actividades terroristas contra Israel.

Los archivos del Ministerio para la Seguridad del Estado de Alemania Oriental, la Stasi, indican que los servicios de inteligencia soviéticos y germanoorientales se tomaron muy en serio las advertencias de EEUU. Un informe de la Stasi del 17 de octubre de 1973 expresaba preocupación por «la posible ejecución de actos de terrorismo por parte de organizaciones militantes procedentes de la base de operaciones [en Alemania Oriental] y las posibles actividades de colaboradores que vivan en la RDA». La Stasi estaba vigilando a cuatro organizaciones «amigas» que tenían militantes en Alemania Oriental: Al Fatah, con 60 miembros; el «ultraizquierdista» Frente Popular para la Liberación de Palestina, con 20; Al Saika, con base en Siria, con 15, y el Frente Democrático para la Liberación de Palestina, con 6. Por un lado, el régimen comunista acogía a estas organizaciones como parte de su contribución a la lucha global contra el imperialismo y el sionismo. Por el otro, las veía como una potencial fuente de problemas, especialmente si llevaban a cabo atentados en la RFA y en Europa Occidental y el rastro llevaba hasta la RDA. Esos actos perjudicarían la reputación de la RDA como Estado pacífico y confirmaría las sospechas de que patrocinaba el terrorismo, lo que ponía en peligro los muy lucrativos beneficios de la distensión que recibía de Alemania Occidental.

Estas preocupaciones fueron el contexto de un llamativo informe de la Stasi encargado por el ministro para la Seguridad del Estado, Erich Mielke, el 8 de mayo de 1979, titulado Información sobre las actividades de los representantes del Movimiento para la Liberación de Palestina en asociación con terroristas internacionales que pretenden incluir a la RDA en la preparación de actos de violencia en los países de Europa Occidental. Esos grupos, escribía, habían «activado la planificación y preparación de actos de violencia vistos como actos de guerra (Kriegshandlung) contra países occidentales. Esas actividades con base en territorio de la RDA plantean peligros políticos y perjudican nuestros intereses de seguridad nacional». El memo articulaba lo que yo denomino política de contraterrorismo eurocéntrica de Alemania Oriental.

Por suerte para la Stasi, Alemania Oriental tenía en Arafat y la OLP un aliado que conocía a las organizaciones árabes y palestinas implicadas en dichos actos de terrorismo. Arafat llegó evidentemente a la conclusión de que los atentados en Europa Occidental causaban más daños que beneficios al objetivo de la OLP de ganar apoyo político en su batalla contra Israel. La OLP dejó clara su voluntad de ayudar a los alemanes del Este a reducir la amenaza terrorista en Alemania Occidental y Europa Occidental cuando esa amenaza proviniera de grupos árabes y palestinos o de individuos que trabajaban en Alemania Oriental o en otros Estados del bloque soviético.

Esta fue la razón de que se intensificara la cooperación entre la Stasi y el servicio de inteligencia de la OLP. El propósito no era en modo alguno desalentar el terrorismo contra Israel o contra el régimen del egipcio Anuar Sadat. Como decía un memo de la Stasi del 8 de mayo de 1979, el objetivo era que «la RDA, como aliada, mejorara la capacidad de la OLP de llevar a cabo acciones descritas como ‘actos de guerra’ (Kriegshandlung) contra objetivos antipalestinos y sionistas, así como contra el régimen traidor de Sadat». En junio de 1979, la Stasi firmó un acuerdo formal de cooperación con los servicios de inteligencia de la OLP basándose en su interés común por evitar el uso de Alemania Oriental como base de operaciones terroristas contra Europa Occidental y, en su lugar, potenciarla como base para las operaciones terroristas contra Israel. El contacto entre los dos servicios fue el Departamento de Contraterrorismo XXII, dirigido por Gerhard Leiber.

Durante la década de 1970, la OLP y los afiliados a su Comité Ejecutivo, de manera destacada el Frente Popular para la Liberación de Palestina (FPLP) y el Frente Democrático para la Liberación de Palestina (FDLP), llevaron a cabo numerosos actos terroristas contra ciudades y pueblos del norte de Israel desde sus bases del sur del Líbano. Entre ellos se cuentan los bárbaros atentados contra civiles en Kiriat Shmona y Maalot (1974) y la matanza de la carretera costera entre Tel Aviv y Haifa de 1978. Tuvieron mucha repercusión en los medios globales. Las celebraciones de los ataques contra los «niños enemigos» coparon las ruedas de prensa y los boletines de radio de las organizaciones palestinas en Beirut y Damasco. Los diplomáticos estadounidenses en dichas ciudades enviaron memos a Washington que describían las celebraciones con espeluznante detalle. Entre tanto, los diplomáticos de Alemania Oriental en la región estuvieron en contacto no solo con Arafat, también con los líderes del FPLP y del FDLP. Durante esos años, la RDA se estaba uniendo al resto del bloque soviético en el envío de armas terroristas a esos grupos, incluyendo miles de kalashnikovs, granadas de mano y abundante munición, así como en el ofrecimiento de instrucción militar y asistencia médica.

La delegación de Israel en Naciones Unidas, y sus embajadores –entre ellos Gideon Rafael, Yosef Tekoah, Jaím Herzog, Yehuda Blum y, después, Benjamín Netanyahu–, dejaron documentación con un asombroso nivel de detalle sobre los atentados palestinos y árabes contra civiles israelíes en forma de cartas a la Secretaría General y a la presidencia rotatoria del Consejo de Seguridad. En los debates en la ONU, los representantes de Alemania Oriental rechazaron la descripción de la OLP como organización terrorista diciendo que eran «calumnias» y «difamaciones» contra una lucha justa por la liberación nacional. Sin embargo, en Berlín Oriental, cuando Abu Ayad, jefe del servicio de inteligencia de la OLP, habló con los agentes de la División de Contraterrorismo de la Stasi, estos últimos le dispensaron de dichos eufemismos y expresaron su apoyo al «terrorismo» si servía a los intereses de la lucha palestina y no perjudicaba a los de la seguridad nacional de Alemania Oriental.

La trascendencia del apoyo del bloque soviético quedó patente cuando éste se derrumbó, en 1989, y la OLP perdió su principal apoyo militar. Con el fin de la dictadura en Alemania Oriental, la OLP también perdió un socio clave que había contribuido a su guerra contra Israel. En abril de 1990, el primer Parlamento elegido democráticamente en la RDA votó de manera unánime a favor de denunciar la política de hostilidad hacia Israel llevada a cabo por sus predecesores comunistas. En julio, el mismo Parlamento rechazó la resolución de la ONU que equiparaba al sionismo con el racismo y que había contado con el apoyo del régimen comunista.

Así llegó a su fin el capítulo más desgraciado de la historia alemana desde la muerte de Hitler; un capítulo en el que un régimen alemán que había surgido de las cenizas del nazismo apoyó a los que buscaron destruir a Israel con la fuerza de las armas.

© Versión original (inglés): Commentary
© Versión en español: Revista El Medio