Tras el Holocausto, en la política de Alemania Occidental prevaleció un undécimo mandamiento implícito, rara vez verbalizado: no volverás a matar o a dañar a ningún judío, y no volverás a ayudar a nadie a matar o a dañar a los judíos, incluidos los ciudadanos del Estado de Israel. Era un mínimo moral y resultó ser inquietantemente compatible con ciertos aspectos perturbadores del proceder de la RFA, como la prematura amnistía concedida a exoficiales nazis y los muchos años de silencio público sobre los crímenes del muy reciente pasado. Aun así, ningún Gobierno de Alemania Occidental causó daño a los judíos, fuese en el país o en Israel.
Con Alemania Oriental la historia fue distinta. También había formado parte del Tercer Reich, y a su población y a sus líderes les perseguía la misma sombra moral de las fechorías perpetradas en su tierra. Pero fue hostil hacia el Estado de Israel desde el momento de su fundación, en 1949, hasta su desaparición, en 1989. Y ahora sabemos que a esa hostilidad iba aparejada a una conducta que buscó sistemáticamente dañar a los judíos, al pueblo judío y al Estado judío.
Gracias al acceso a los archivos sobre sus más delicadas actividades políticas, militares y de espionaje, podemos documentar el alcance de esa hostilidad. Ahora sabemos que, especialmente en los años que precedieron a la Guerra de los Seis Días (1967) y hasta 1989, el apoyo de la RDA a los Estados árabes y a las organizaciones terroristas palestinas incluyó una guerra política, que libró en sus órganos de propaganda y en Naciones Unidas, donde apoyó la resolución de noviembre de 1975 que equiparaba el sionismo con el racismo. También proporcionó una significativa cantidad de ayuda militar, en forma de adiestramiento y entrega de armas, a los Estados árabes y a las organizaciones terroristas palestinas que estaban en guerra con Israel.
Como historiador de la Alemania contemporánea, considero que estos hechos, nunca antes analizados, se encuentran entre los más importantes de la Alemania de posguerra y de la historia europea.
El sedicente régimen antifascista de Alemania Oriental y los radicales de la Alemania Occidental que también se denominaban “antifascistas” fueron entusiastas protagonistas en todos estos propósitos. Su agresiva campaña, diseñada para deslegitimar a Israel y al nacionalismo judío, incluyó varias afirmaciones falsas sobre la historia del conflicto israelí con los árabes y los palestinos que siguen resonando hasta el día de hoy. No hay nada nuevo en las acusaciones contra Israel de los defensores de los boicots, las desinversiones y las sanciones (BDS): aparecen en los ataques de los años 60 y 70 de la Organización para la Liberación de Palestina, los Estados árabes y sus defensores del bloque soviético, como el régimen de Alemania Oriental.
Ahora que ha terminado la dictadura y se han abierto los archivos, hemos empezado a escribir la historia de las guerras no declaradas contra Israel libradas por la alianza entre el bloque soviético, los Estados árabes y la OLP durante el último cuarto de siglo de la Guerra Fría. Ahora podemos entender con mayor claridad la confluencia de la guerra política en Naciones Unidas con el conflicto armado en Oriente Medio. También podemos entender y apreciar cómo los israelíes, con su aliado estadounidense, triunfaron en estas guerras no declaradas; evitaron la destrucción de Israel por la fuerza de las armas y superaron la estrategia soviética en Oriente Medio con una crucial serie de victorias aún no suficientemente valoradas.
Ya en 1967, líderes judíos de la RFA como Heinz Galinski y sus colegas del Consejo Central Judío de Alemania alertaron sobre la emergencia del antisemitismo y de auténticas amenazas violentas contra los judíos de la RFA provenientes de la izquierda radical. En 1969, el izquierdista de Berlín Occidental Dieter Kunzelmann urgió a sus camaradas a superar lo que él llamaba el “complejo judío”, un supuestamente incapacitante sentimiento de culpa que producía una falsa conciencia de simpatía por Israel. Ulrike Meinhof, famosa líder terrorista en Alemania Occidental, celebró abiertamente que la OLP asesinara en 1972 a 11 atletas israelíes en las Olimpiadas de Múnich como una gran hazaña revolucionaria. Dos individuos que ayudaron en el secuestro por parte de un grupo palestino radical de un avión de Air France procedente de Tel Aviv –que tuvo que hacer un aterrizaje forzoso en Entebe (Uganda), dando lugar a la Operación Trueno israelí, el rescate de rehenes más dramático de la historia– eran de Alemania Occidental. De hecho, el terrorismo germano-occidental generó una obsesiva preocupación en el país y en toda Europa a lo largo de la década de 1970.
Pero todo eso era, en cierto sentido, una distracción que desviaba la atención del mundo de otras operaciones secretas, de más envergadura y mayores consecuencias, que tuvieron lugar en Alemania Oriental y en el bloque soviético y que tuvieron mucho mayor impacto en el conflicto de Oriente Medio. Mientras que los terroristas de Alemania Occidental buscaban publicidad, el estado de Alemania Oriental utilizó su dictadura y la falta de libertad de prensa para mantener en secreto su apoyo militar a los Estados árabes y a la Organización para la Liberación de Palestina y sus socios.
Como Estado que era, Alemania Oriental controlaba un territorio, en el que procedió a impartir entrenamiento militar. Tenía sus propias fuerzas armadas, una modesta industria armamentística, una prensa controlada, embajadas y consulados por todo el mundo; formidables agencias de policía y espionaje y universidades estatales que promulgaban mensajes ideológicos a los jóvenes estudiantes que provenían de los países del Tercer Mundo.
Durante la Guerra de los Seis Días, en junio de 1967, Alemania Oriental se unió a sus socios del bloque soviético en el envío de aviones de combate MiG, tanques soviéticos T-34 y miles de fusiles de asalto Kalashnikov a Egipto y Siria. Los archivos del Ministerio de Defensa de la RDA, en especial los del despacho del ministro Heinz Hoffmann, contienen amplia información sobre la contribución de Alemania Oriental al rearme y entrenamiento de las FFAA egipcias y sirias desde 1967 hasta la Guerra de Yom Kipur, en 1973. El 30 de septiembre de 1969, ante las recientes peticiones de muchos Estados y movimientos del Tercer Mundo de ayuda militar, Willi Stoph, miembro del Politburó y presidente del Consejo de Ministros de Alemania Oriental, asignó al viceministro Gerhard Weiss la tarea de coordinar las entregas de armas a Estados de todo el mundo, árabes incluidos. El comité de Weiss siguió siendo el centro de ese programa durante los siguientes 15 años. En 1970 Alemania Oriental envió otros 50 aviones de combate MiG, 17.500 fusiles Kalashnikov, 150.000 minas terrestres, 3.500 granadas de mano, así como cascos, uniformes y mochilas, a Egipto y Siria.
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