Contextos

La frágil estabilidad jordana

Por Dana Barakat Thomas Sullivan 

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"El régimen está hoy en mejor situación que en años anteriores, pero lo ha conseguido casi por defecto: no ha sido gracias al apoyo popular, sino más bien por el temor ante los cambios que las reformas podrían traer consigo"

Los recientes acontecimientos en la vecina Siria y en el cercano Egipto han sofocado los deseos de reforma entre la población jordana… al menos de momento. La continua represión sufrida por los Hermanos Musulmanes egipcios ha disminuido el atractivo del Frente de Acción Islámica (FAI) jordano, afiliado a los HHMM, y desempeñado un papel en el encarecimiento de los costes de la energía. Además, la guerra civil ha tenido como consecuencia la huida de cientos de miles de sirios a Jordania y a otros países vecinos.

Tales acontecimientos regionales han afectado a la población jordana de dos formas. En primer lugar, lo sucedido en Egipto y Siria ha presentado a los jordanos una previsión negativa de las repercusiones que tendría un gran cambio político en su país, lo que ha hecho que muchos acepten el statu quo aunque partes del mismo les resulten insatisfactorias. En segundo lugar, dichos acontecimientos (sobre todo los de Siria, aunque en cierta medida también los de Egipto) han agravado una situación económica ya de por sí difícil. Aún no se sabe cuál será el impacto a largo plazo de estos efectos, pero resulta razonable predecir que, una vez cambie el panorama regional, podrían resurgir las reivindicaciones despertadas por la reciente inestabilidad.

El caos en la región ha hecho que en Jordania muchos teman las consecuencias de la inestabilidad. El FAI, uno de los principales grupos de la oposición, ha sido muy explícito en su apoyo al anterior presidente egipcio, Mohamed Morsi. Sin embargo, ha sido cada vez menos capaz de conquistar apoyos para sus llamamientos de protesta contra la represión en dicho país. En parte porque muchos jordanos recuerdan las graves situaciones vividas durante la presidencia de Morsi y temen que en su país llegase a producirse un escenario similar si el FAI lograra obtener escaños en las elecciones parlamentarias. No sólo recuerdan la represión sobre los partidarios de Morsi tras el derrocamiento de éste, sino la del propio Morsi sobre sus oponentes durante su mandato. En general, el conflicto sirio ha hecho que muchos jordanos se vuelvan contrarios al riesgo, y así ha disminuido el atractivo generalizado de buena parte de la oposición. Y con una mayoría de ciudadanos que teme a las incógnitas que el cambio político pudiera traer consigo en estos momentos, el régimen ha mantenido sustancialmente el control.

Sin embargo, los cambios regionales y la inestabilidad también presentan riesgos a largo plazo para el régimen. Es importante comenzar estableciendo que las dificultades que atraviesan actualmente muchos jordanos no son culpa de la Administración, que, en muchos casos, ha llevado a cabo intentos significativos para mitigar los problemas. Jordania no es responsable en absoluto de la crisis siria, y ha hecho lo posible por permanecer al margen del conflicto al tiempo, que intenta ayudar a tantos refugiados como sea posible. De hecho, los esfuerzos del país por acomodar a más de 500.000 refugiados sirios son dignos de alabanza. Con la capacidad de los campos de refugiados del norte del reino superada, el impacto del conflicto se ha extendido de los campamentos a los centros urbanos. Entre las numerosas dificultades que afrontan los servicios públicos jordanos se encuentra la grave masificación en las escuelas. Para hacer frente a la fuerte presión que sufren los servicios municipales, el Banco Mundial concedió recientemente a Jordania un préstamo de 50 millones de dólares.

Los acontecimientos en Egipto también han tenido impacto en los de Jordania, aunque de forma menos directa que en el caso del conflicto sirio. Tras la expulsión de Mohamed Morsi por parte de los militares el pasado mes de julio, Amán declaró rápidamente su apoyo al nuevo régimen. El respaldo del rey a las Fuerzas Armadas egipcias se debe a que han hecho de la lucha contra el terrorismo un objetivo estratégico, una cuestión importante para Jordania debido al efecto que tiene el terrorismo en el Sinaí sobre su economía. Pese a las pobres relaciones con Morsi mientras estuvo en el poder, Amán ha mantenido, por el bien de la seguridad nacional, un interés directo en la estabilidad de Egipto.

Desde la caída de Mubarak, en 2011, el oleoducto que suministra petróleo a Jordania e Israel ha sido blanco de numerosos ataques, lo que ha provocado subidas significativas en el coste del combustible en Jordania. Recientemente se calculó que el coste total que el suministro interrumpido desde la dimisión de Mubarak ha supuesto para la economía jordana superaba los 5.000 millones de dólares; sólo en 2013 rondó los 300 millones. Todo el presupuesto nacional de Jordania para ese año fue de 10.400 millones, lo que supone que, al igualar prácticamente el presupuesto de medio año, los 5.400 millones de pérdidas resultan significativos para la economía del país. Por tanto, el Gobierno del primer ministro Abdulá Ensur, que podría haber preferido reducir gradualmente los subsidios al combustible o a la electricidad, ha tenido que hacerlo rápidamente, lo que ha provocado protestas. Como se ha mencionado anteriormente, los descontentos populares se han contenido debido al entorno regional, pero no está nada claro si esto continuará siendo así cuando cambie la situación en la zona.

El régimen está hoy en mejor situación que en años anteriores, pero lo ha conseguido casi por defecto: no ha sido gracias al apoyo popular, sino más bien por el temor ante los cambios que las reformas podrían traer consigo. Además, los desafíos que afronta Jordania, sobre todo debido al conflicto sirio, han hecho que las reformas sean más difíciles de aplicar desde el punto de vista logístico. Por último, dado que la presión local que sufre ha disminuido, el régimen tiene pocos incentivos a corto plazo para realizar cambios políticos significativos. Sin embargo, los problemas subyacentes que motivaron las exigencias populares de reforma no desaparecerán, y es probable que resurjan una vez la situación regional se estabilice. Por tanto, pese al actual panorama en la zona, el régimen haría bien si considerara realizar reformas graduales dentro de cualquier estrategia a largo plazo.

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