Tras la Gran Guerra de 1914-1918 y los acuerdos que siguieron, Palestina había quedado bajo mandato británico. De hecho, los ingleses tenían la zona en su poder desde 1917, pero la Sociedad de las Naciones, creada a mediados de 1919 por el Tratado de Versalles, no oficializó esa situación hasta 1922. Al principio abarcaba lo que hoy es Israel, Jordania y los territorios palestinos. No obstante, Gran Bretaña separó casi inmediatamente la zona jordana, creando el emirato de Transjordania, bajo el gobierno de Abdalá I, como consecuencia de la Revuelta Árabe que tanto había costado. Lo que entonces quedó en disputa fue el territorio del actual Estado y los hoy llamados territorios palestinos. En disputa entre judíos y árabes. La totalidad de los árabes. Los palestinos no existían como tales por entonces.
En 1947 la Organización de las Naciones Unidas, sucesora de la Sociedad de las Naciones, decidió la liquidación del mandato británico. Y una comisión creada a tal efecto recomendó la partición de lo que quedaba de él tras el establecimiento del emirato transjordano, es decir, la Palestina occidental, en dos Estados, uno judío y otro árabe. En la propuesta, Jerusalem y sus alrededores eran designados, con carácter temporal, como zona internacional, al margen de los dos nuevos países.
De esa recomendación surgió la Resolución 181, comúnmente llamada Plan de Partición, no vinculante, como suelen ser los productos hipócritas de las grandes burocracias políticas, y que sometía la concreción del proyecto al acuerdo de árabes y judíos, algo que ya se sabía muy difícil. Para que al año siguiente Israel declarara su independencia y lograra que el Estado fuese reconocido por los países miembros de la ONU poco a poco hubo que librar una larga lucha, en el interior de Israel y, a la vez, en el plano diplomático. La célebre respuesta de la Liga Árabe, que no de los palestinos, fue que se negaba a aceptar el establecimiento de Israel, que se negaba a reconocer la partición y que iba a echar a los judíos al mar.
Los países árabes denunciaron el plan ante la Asamblea General de la ONU en 1947, y Egipto, Siria, Irak, Arabia Saudí y otros votaron en contra de la Resolución 181, prometiendo oponerse a su desarrollo por la fuerza de las armas. Con eso bloqueaban el establecimiento del Estado hebreo sine die, dado el carácter no vinculante del Decreto de Partición.
Se hacía cada vez más evidente que la profecía de Zeev Jabotinsky era acertada:
Es imposible soñar con un acuerdo voluntario entre nosotros y los árabes… Cada nación autóctona combatirá a los colonos mientras tenga la esperanza de eliminarlos. Así se comportan y así se comportarán los árabes mientras haya en sus corazones la chispa de una esperanza en el sentido de que puedan impedir la transformación de Palestina en Eretz Israel.
Y añadía que «sólo un muro de hierro formado por bayonetas judías» podía obligar a los árabes a aceptarlo. (V. Jabotinsky, «The iron wall»).
Fiel a la tradición racista que le había llevado a perpetrar la matanza de Hebrón de 1929 y otros pogromos masivos en años sucesivos, fiel a la vieja amistad que le había unido a Hitler y le había llevado a organizar para él la 13ª División de Montaña SS Handschar (favor devuelto por el Führer con el asesinato de 400.000 judíos que en principio iban a ser enviados a Palestina), en 1947 el muftí de Jerusalem, Amín el Huseini, tío de Arafat, dijo ante el comité especial de la ONU para Israel, oponiéndose al reconocimiento del Estado:
Una consideración adicional de gran importancia para el mundo árabe es la uniformidad racial. Los árabes vivieron en una amplia faja que se extiende desde el Mar Mediterráneo hasta el Océano Índico. Hablan una lengua y comparten historia, tradiciones y aspiraciones comunes. Su unidad fue el sólido fundamento para la paz en una de las más importantes y delicadas regiones del mundo. Por esta razón, no tiene sentido que las Naciones Unidas faciliten el establecimiento de una entidad extranjera en el interior de tan arraigada unidad.
La uniformidad racial era, como siempre, falsa, y, por supuesto, Huseini hablaba a conciencia de que en el llamado mundo árabe conviven muchas otras etnias y lenguas: véase el caso de Egipto, al que Naser denominó República Árabe, donde conviven decenas de razas diferentes y hay una cantidad notable de nubios, etíopes, bereberes, bejas, etc., y donde no todos hablan el dialecto árabe oficial. El verdadero factor de unidad era y es el islam.
La Resolución 181, sin embargo, en su párrafo C, exige al Consejo de Seguridad que determine como «amenaza para la paz, ruptura de la paz o acto de agresión, de acuerdo con el Artículo 39 de la Carta [de la ONU], cualquier intento de alterar por la fuerza la colonización prevista por esta resolución». El Gobierno británico de Palestina temía una escalada de violencia por parte de los árabes, cosa que sucedió y sigue sucediendo hasta hoy, con características distintas en cada época, pero a partir, sobre todo, de la fundación de Israel.
El mandato británico terminaba el 15 de mayo de 1948, coincidiendo con el Shabat, de modo que los dirigentes judíos decidieron adelantarse y declarar la independencia el día 14, viernes, a las cuatro de la tarde. La proclamación tuvo lugar en el Museo de Arte de Tel Aviv. Era imposible hacerlo en Jerusalem, que se hallaba, en ese momento, sitiada por soldados jordanos (transjordanos, en el lenguaje de la época), en el marco de la guerra que se estaba librando por la posesión de la que había sido declarada zona internacional. El acto fue austero. David ben Gurión leyó el texto fundacional bajo un retrato de Teodoro Herzl flanqueado por dos banderas israelíes.
La Declaración de Independencia de Israel es igualmente sobria:
ERETZ ISRAEL fue la cuna del pueblo judío. Aquí se forjó su identidad espiritual, religiosa y nacional. Aquí logró por primera vez su soberanía, creando valores culturales de significado nacional y universal, y legó al mundo el eterno Libro de los Libros.
Luego de haber sido exiliado por la fuerza de su tierra, el pueblo le guardó fidelidad durante toda su Dispersión y jamás cesó de orar y esperar su retorno a ella para la restauración de su libertad política.
Impulsados por este histórico y tradicional vínculo, los judíos procuraron en cada generación restablecerse en su patria ancestral. En los últimos decenios retornaron en masa. Pioneros, maapilim [judíos instalados ilegalmente en el territorio del Mandato] y defensores hicieron florecer el desierto, revivieron el idioma hebreo, construyeron ciudades y pueblos, y crearon una sociedad pujante, que controlaba su economía y su cultura propias, amante de la paz, pero capaz de defenderse a sí misma, portadora de las bendiciones del progreso para todos los habitantes del país, que aspira a la independencia y a la soberanía.
En el año de 5657 (1897), respondiendo al llamado del padre espiritual del Estado judío, Teodoro Herzl, se congregó el Primer Congreso Sionista, que proclamó el derecho del pueblo judío a la restauración nacional en su propio país.
Este derecho fue reconocido en la Declaración Balfour del 2 de noviembre de 1917 y reafirmado en el mandato de la Liga de las Naciones que específicamente sancionó internacionalmente la conexión histórica entre el pueblo judío y Eretz Israel y el derecho del pueblo judío de reconstruir su Hogar Nacional.
La catástrofe que recientemente azotó al pueblo judío –la masacre de millones de judíos en Europa– fue otra clara demostración de la urgencia por resolver el problema de su falta de hogar, restableciendo en Eretz Israel el Estado Judío, que habrá de abrir las puertas de la patria de par en par a todo judío y conferirle al pueblo judío el estatus de miembro privilegiado en la familia de las naciones.
Sobrevivientes del holocausto nazi en Europa, como también judíos de otras partes del mundo, continuaron inmigrando a Eretz Israel, superando dificultades, restricciones y peligros, y nunca cesaron de exigir su derecho a una vida de dignidad, de libertad y de trabajo en su patria nacional.
Durante la Segunda Guerra Mundial, la comunidad judía de este país contribuyó con todas sus energías en la lucha de las naciones amantes de la libertad y la paz en contra la iniquidad nazi, y la sangre derramada por sus soldados y el esfuerzo bélico desplegado le valieron el derecho de contarse entre los pueblos que fundaron las Naciones Unidas.
El 29 de noviembre de 1947 la Asamblea General de las Naciones Unidas aprobó una resolución que disponía el establecimiento de un Estado judío en Eretz Israel. La Asamblea General requirió de los habitantes de Eretz Israel que tomaran en sus manos todas las medidas necesarias para la implementación de dicha resolución. Este reconocimiento por parte de las Naciones Unidas sobre el derecho del pueblo judío a establecer su propio Estado es irrevocable.
Este derecho es el derecho natural del pueblo judío de ser dueño de su propio destino, con todas las otras naciones, en un Estado soberano propio.
POR CONSIGUIENTE NOSOTROS, MIEMBROS DEL CONSEJO DEL PUEBLO, REPRESENTANTES DE LA COMUNIDAD JUDÍA DE ERETZ ISRAEL Y DEL MOVIMIENTO SIONISTA, ESTAMOS REUNIDOS AQUÍ EN EL DÍA DE LA TERMINACIÓN DEL MANDATO BRITÁNICO SOBRE ERETZ ISRAEL Y, EN VIRTUD DE NUESTRO DERECHO NATURAL E HISTÓRICO Y BASADOS EN LA RESOLUCIÓN DE LA ASAMBLEA GENERAL DE LAS NACIONES UNIDAS, PROCLAMAMOS EL ESTABLECIMIENTO DE UN ESTADO JUDÍO EN ERETZ ISRAEL, QUE SERÁ CONOCIDO COMO EL ESTADO DE ISRAEL.
DECLARAMOS que, desde el momento en que termina el Mandato, esta noche, víspera de Shabat, el 6 de iyar, 5708 (14 de mayo, 1948), y hasta el establecimiento de las autoridades electas y permanentes del Estado, de acuerdo con la constitución que habrá de ser adoptada por la Asamblea Constituyente, a ser elegida, a más tardar, el 1º de octubre de 1948, el Consejo del Pueblo actuará en calidad de Consejo Provisional del Estado y su brazo ejecutivo, la Administración del Pueblo, será el Gobierno Provisional del Estado judío, que se llamará «Israel».
EL ESTADO DE ISRAEL permanecerá abierto a la inmigración judía y el crisol de las diásporas; promoverá el desarrollo del país para el beneficio de todos sus habitantes; estará basado en los principios de libertad, justicia y paz, a la luz de las enseñanzas de los profetas de Israel; asegurará la completa igualdad de derechos políticos y sociales a todos sus habitantes sin diferencia de credo, raza o sexo; garantizará libertad de culto, conciencia, idioma, educación y cultura; salvaguardará los Lugares Santos de todas las religiones; y será fiel a los principios de la Carta de las Naciones Unidas.
EL ESTADO DE ISRAEL está dispuesto a cooperar con las agencias y representantes de las Naciones Unidas en la implementación de la resolución de la Asamblea General del 29 de noviembre de 1947, y tomará las medidas necesarias para lograr la unión económica de toda Eretz Israel.
APELAMOS a las Naciones Unidas para que asistan al pueblo judío en la construcción de su Estado y a admitir al Estado de Israel en la familia de las naciones.
EXHORTAMOS –aun en medio de la agresión sangrienta que es lanzada en contra nuestra desde hace meses– a los habitantes árabes del Estado de Israel a mantener la paz y participar en la construcción del Estado sobre la base de plenos derechos civiles y de una representación adecuada en todas sus instituciones provisionales y permanentes.
EXTENDEMOS nuestra mano a todos los Estados vecinos y a sus pueblos en una oferta de paz y buena vecindad, y los exhortamos a establecer vínculos de cooperación y ayuda mutua con el pueblo judío soberano asentado en su tierra. El Estado de Israel está dispuesto a realizar su parte en el esfuerzo común por el progreso de todo el Medio Oriente.
HACEMOS un llamado a todo el pueblo judío en la diáspora para que se congregue en torno de los judíos de Eretz Israel y lo secunde en las tareas de inmigración y construcción, y estén juntos en la gran lucha por la materialización del sueño milenario: la redención de Israel.
PONIENDO NUESTRA FE EN EL TODOPODEROSO, COLOCAMOS NUESTRAS FIRMAS A ESTA PROCLAMACIÓN EN ESTA SESIÓN DEL CONSEJO PROVISIONAL DEL ESTADO, SOBRE EL SUELO DE LA PATRIA, EN LA CIUDAD DE TEL AVIV, EN ESTA VÍSPERA DE SÁBADO, EL QUINTO DÍA DE IYAR DE 5708 (14 DE MAYO DE 1948).
Así nacía el Estado, y así vive aún Israel: con serena severidad y rodeado por un mar de enemigos. Todavía no existía la entidad denominada posteriormente Palestina, en este momento en una profunda crisis interna, sino el conjunto del mundo árabe.
En 1969 Golda Meir declaraba al Sunday Times:
No existe el pueblo palestino… No se trata de que nosotros hayamos llegado y los hayamos expulsado y tomado su territorio.
En 1970 Arafat explicó a la periodista italiana Oriana Fallaci:
La cuestión de las fronteras no nos interesa (…) Desde el punto de vista árabe, Palestina no es más que una gota en un enorme océano. Nuestra nación es la nación árabe, que se extiende desde el Océano Atlántico [sic] hasta el Mar Rojo y más allá. La OLP combate a Israel en nombre del panarabismo. Lo que usted llama Jordania no es más que Palestina.
En 1977 Zahir Muhsein, portavoz y miembro de la dirección de la OLP en representación de la organización Al Saiqa, declaró en una entrevista con el diario holandés Trouw:
El pueblo palestino no existe. La creación de un Estado palestino es sólo un medio para proseguir nuestra lucha contra el Estado de Israel por nuestra unidad árabe. En realidad, actualmente no hay diferencias entre jordanos, palestinos, sirios y libaneses. Sólo por razones políticas y tácticas hablamos de la existencia de un pueblo palestino, puesto que los intereses nacionales árabes exigen que postulemos la existencia de un «pueblo palestino» diferenciado para oponerse al sionismo. Jordania, que es el Estado soberano que definió fronteras, no puede reclamar Haifa y Jaffa. En tanto que palestino, puedo sin duda reclamar Haifa, Jaffa, Beer-Sheva y Jerusalem. Sin embargo, desde el momento en que reclamamos nuestros derechos sobre toda Palestina, no perderemos un minuto en unir Palestina y Jordania.
El Estado de Israel, construido con sangre, dolor y esfuerzo, tiene el derecho histórico a existir en la tierra que vio nacer el judaísmo. Su creación fue obra de judíos. Su perduración depende de la humanidad.
Nota. Este texto está tomado de la aportación de Horacio Vázquez-Rial a la obra colectiva Israel, siglo XXI, coordinada por Alfredo Hidalgo Lavié y Jacqueline Tobiass y editada por Netbiblo en 2011. Vázquez-Rial fue uno de los primeros impulsores de El Medio, pero por desgracia no pudo verlo convertirse en realidad, pues falleció de cáncer en Madrid en septiembre de 2012. Sirva esta recuperación como tributo y como consumación simbólica de su deseo de escribir en esta Casa.