Contextos

La causa saharaui, víctima de la geopolítica

Por Jesús M. Pérez 

BANDERA FRENTE POLISARIO Snapseed
"La amenaza yihadista en la región ha servido de argumento a Marruecos para legitimar su dominio del Sáhara Occidental. Se da la circunstancia de que el cierre de fronteras con Argelia tras los atentados de Marrakech del 24 de agosto de 1994 y la existencia del muro marroquí en el Sáhara Occidental han convertido a Marruecos en un tapón frente al avance en el norte de África del yihadismo, que ha golpeado en la última década desde la capital de Mauritania hasta el Sinaí. Hoy, Marruecos es un aliado importante de Estados Unidos y un socio imprescindible en la lucha contra el terrorismo yihadista para Francia y España, países que además tienen allí importantes intereses económicos"

El pasado día 6 se cumplió el 25º aniversario de la entrada en vigor del alto el fuego que detuvo la guerra en el Sáhara Occidental. El conflicto permanece desde entonces congelado, sin una solución definitiva. La base del acuerdo de paz entre el Marruecos y el Frente Polisario fue la realización de un referéndum de autodeterminación, supervisado por Naciones Unidas, que decidiera el futuro del territorio. Las dificultades surgieron en la elaboración del censo electoral. La postura del Frente Polisario era que se tomara como base el censo español de 1974, para dar el derecho de voto a las personas en él incluido y a sus descendientes. Según el criterio de Marruecos, deberían tener derecho a voto también las personas asentadas en fecha posterior a la salida de España. La discusiones para dilucidar detalles técnicos en la elaboración del censo y a quién incluir en el mismo prolongaron su elaboración hasta finales de 1999. Pero el referéndum nunca llegó a celebrarse, por lo que se ha mantenido el statu quo, signado por la ocupación marroquí de buena parte del Sáhara Occidental.

La calma en la que está sumido el conflicto se rompió en agosto, a raíz de un incidente que enfrentó a Marruecos y el Frente Polisario. Miembros de la Gendarmería Real marroquí entraron cerca de Guerguerat, en el extremo suroseste del Sáhara Occidental, en la franja desmilitarizada de 5 kilómetros establecida por el acuerdo de alto el fuego que separa los dominios de ambos bandos. Según la versión marroquí, se trató de una operación contra el contrabando. Los observadores de la misión de Naciones Unidas para el Sáhara, la Minurso, se desplazaron a la zona y constataron en un informe, que apareció filtrado en la prensa, que Marruecos estaba construyendo una carretera. La reacción del Frente Polisario fue mandar a personal armado y adoptar una encendida retórica bélica, pues considera que el propósito de Rabat es consolidar sus posiciones en la franja desmilitarizada. El 25 de agosto, con la supervisión de los observadores de la Minurso, las fuerzas marroquíes se retiraron. Pero posteriormente han continuado las obras marroquíes y la retórica bélica saharaui. Según Mustafá el Jelfi, portavoz del Gobierno marroquí, el propósito es terminar la carretera que une Guerguerat con la frontera mauritana.

El Frente Polisario vivió este año un relevo en su cúpula tras el fallecimiento de Mohamed Abdelaziz, su secretario general desde el 30 de agosto de 1976. En un congreso extraordinario, el 9 de julio fue elegido su sucesor: Brahim Gali. Tras la elección, Omar Mansur, portavoz oficial del congreso, declaró al diario español El Mundo: “Se respira un ambiente de necesidad de desafío a Marruecos“. Podemos suponer, por tanto, que el nuevo líder del Frente Polisario aprovechó los recientes acontecimientos para realizar un acto de fuerza y mandar un mensaje a Rabat y a los suyos.

Que el conflicto esté congelado desde 1991 supone que se trata de un vestigio de la Guerra Fría, tanto en su condición de cuestión colonial como en la propia naturaleza del Frente Polisario, asunto que se suele pasar por alto. La lucha saharaui formó parte de la ola de movimientos de liberación nacional de los años 60 y 70 del siglo pasado que terminaron vinculados al bloque soviético y sus aliados del Tercer Mundo. El Frente Polisario terminó formando a sus cuadros en Moscú y La Habana, mientras que recibía armamento de Argelia y Libia. La perspectiva de un Estado satélite de Argelia, que ya recibía atención soviética, en la fachada atlántica del norte de África, frente a las islas Canarias, resultaba inadmisible para Washington. Así, Estados Unidos entregó ayuda militar a Marruecos y Arabia Saudita le aportó ayuda financiera. La causa saharaui, alineada con los perdedores de la Guerra Fría, quedó atrapada en la geopolítica. No sería la primera vez.

Veinticinco años de alto el fuego significan que hay toda una generación saharaui, nacida en los campamentos de refugiados de Tinduf, para la que la épica de la huida del Sáhara Occidental y la guerra contra la ocupación marroquí es sólo un relato de los mayores. Esos jóvenes no han conocido otra cosa en la vida que el hastío y la falta de expectativas en una región árida, sin recursos para sostener la vida de una comunidad sedentaria. La población saharaui depende de la ayuda internacional. Por otro lado tenemos que el Frente Polisario es, como el propio conflicto, una herencia de la Guerra Fría, en su naturaleza de partido único y vertical identificado con el socialismo árabe. El nombramiento del veterano Brahim Gali, fundador del propio Polisario, refleja la falta de relevo generacional.

La lección del mundo árabe en las últimas décadas es que el agotamiento del discurso socialista árabe abre el camino al islamismo como dinamizador político. De momento, sólo se tienen noticias de la colaboración de jóvenes saharauis con Al Qaeda en el Magreb Islámico como expertos guías en el desierto. El secuestro en Tinduf en 2012 de tres cooperantes internacionales, dos españoles y una italiana, que terminaron en manos de yihadistas en el Sahel, permite imaginar la participación de colaboradores locales por convicción o dinero.

La amenaza yihadista en la región ha servido de argumento a Marruecos para legitimar su dominio del Sáhara Occidental. Se da la circunstancia de que el cierre de fronteras con Argelia tras los atentados de Marrakech del 24 de agosto de 1994 y la existencia del muro marroquí en el Sáhara Occidental han convertido a Marruecos en un tapón frente al avance en el norte de África del yihadismo, que ha golpeado en la última década desde la capital de Mauritania hasta el Sinaí. Hoy, Marruecos es un aliado importante de Estados Unidos y un socio imprescindible en la lucha contra el terrorismo yihadista para Francia y España, países que además tienen allí importantes intereses económicos.

La causa saharaui ha quedado atrapada, otra vez, en la geopolítica.