Revista de Prensa

Israel y el Oriente Medio postamericano

 

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El historiador Martin Kramer, fundador del Shalem College de Jerusalén, denuncia en Foreing Policy la manera en que históricamente EEUU se ha desentendido de Israel, lo que no ha hecho sino agudizarse durante el mandato de Obama. Ahora bien, agrega, Israel quiso ser un país independiente para no depender de otros y ese es un factor que puede resultar positivo en el futuro inmediato.

Esta convicción, lejos de paralizar a Israel, lo impulsa a expandir sus opciones, diversificar sus relaciones y [potenciar su] independencia. El Oriente Medio de los próximos 50 años será diferente del de los últimos 100. No habrá poderes externos buscando la hegemonía. Los costes de perseguir una dominación de amplio alcance son demasiado altos y los beneficios, muy escasos. Las potencias extranjeras van a intentar conseguir objetivos específicos, relacionados con el petróleo o el terrorismo. Pero grandes áreas de Oriente Medio serán libradas a su destino (…). Israel puede ser requerido por sus vecinos más débiles para que extienda su red de seguridad de manera que los incluya a ellos, como ha hecho durante décadas con Jordania. La preocupación árabe respecto a Irán está haciendo ya más por normalizar a Israel en la región que el proceso de paz [con los palestinos], cada vez más impreciso e indeterminado. Israel, que una vez fue la piedra angular del conflicto regional, se configura como un pilar para la estabilidad de la zona; no sólo para su propio pueblo, también para su vecinos, amenazados por una oleada creciente de fragmentación política, contracción económica, islam radical y odio sectario.

Yamal Jashogui, director general de Al Arab News, apuesta por la transición a la democracia en los países de Oriente Medio inmersos en conflictos bélicos como la única solución para garantizar la libertad y la estabilidad a largo plazo.

La idea de que sólo la democracia puede detener el derramamiento de sangre debe extenderse [y] los actores regionales deberían ser prevenidos contra la idea de restaurar los regímenes anteriores. Los yemeníes y los sirios quieren democracia y cambios en el poder, (…) esas frases sólo se encuentran en las Constituciones de las repúblicas árabes y no han sido aplicables sobre el terreno.

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Una vez que la guerra termine, el mayor apoyo que Arabia Saudí y otros países del Golfo pueden proporcionar al Yemen no es hacerlo miembro del Consejo de Cooperación, ni un Plan Marshal, ni siquiera miles de millones en subvenciones, sino ayudarle a establecer mecanismos democráticos para regular la alternancia pacífica en el poder y reunir a los diferentes partidos en una asamblea constituyente. Lo mismo debería ser implantado en Siria e Irak. Los detalles podrían variar, pero la esencia de la democracia sigue siendo la misma.

Estabilizar la democracia y llevar a la gente a creer en ella es la única manera de avanzar hacia la paz. Tras conseguir esto, deberíamos trabajar para desarrollar y reconstruir la nación. Detener el derramamiento de sangre tendría que ser la prioridad en estos momentos.

Alexander H. Joffe, del Middle East Forum, explica los motivos del creciente rechazo al Estado judío en EEUU por parte de los nacidos después de 1980 (llamados millennials). La llegada de inmigrantes de cultura hispánica y musulmana a raíz de la ley de 1965 y las regulaciones posteriores de ilegales han transformado a la sociedad estadounidense, donde los principios protestantes fundacionales han perdido preeminencia, aduce Joffe.

El fundamento protestantes del país tenía por base la emulación de los judíos e inspiró una cierta tolerancia religiosa, si no afecto, hacia ellos. [En cambio,] otras comunidades americanas crecientes, como la de los hispanos y la de los musulmanes, están mucho menos a favor de Israel. Una ola ‘millennial’ de orígenes no europeos ni protestantes mantiene las distancias hacia los judíos, lo que ha sido explotado por la alianza izquierdista-musulmana que apuntala el movimiento BDS [boicot, desinversión y sanciones contra Israel].

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En resumen, el futuro no es radiante (…) No tiene nada que ver con “los asentamientos” o “la ocupación”, salvo en la medida en que para un creciente número de jóvenes votantes aquello empezó en 1948 y no en 1967. Pero el problema es aún mucho más profundo. El fin de la preeminencia cultural y política del protestantismo de inspiración bíblica es un mal presagio en muchos aspectos, ya que fue esa determinada manera de pensar particular lo que creó las instituciones y valores únicos del país –separación Iglesia-Estado, la consagración de la libertad de expresión y asociación, respeto por un imperio de la ley imparcial, tolerancia religiosa, etc.–. Otras culturas –la clave es la cultura, no la raza– no mantienen esos valores, que, trágicamente, están siendo ahora desdeñados por un número creciente de estadounidenses.