Contextos

Israel: Trump vs Obama

Por Frank Musmar 

obama-y-trump-940x526
"Obama consideraba que lo mejor era castigar a Israel y dar todo a los palestinos. Trump, por el contrario, quiere que los palestinos comprendan que sus acciones están cayendo: su objetivo es conseguir que los líderes palestinos acepten propuestas más realistas"

La estrecha relación entre el presidente de EEUU, Donald Trump, y el primer ministro de Israel, Benjamín Netanyahu, no ha dejado de intensificarse desde el pasado 6 de diciembre, cuando Trump se convirtió en el primer presidente estadounidense en cumplir una promesa hecha por casi todos los demás candidatos a la Presidencia de ese país: trasladar la embajada de EEUU en Israel desde Tel Aviv hasta Jerusalén. Netanyahu, por su parte, le dedicó personalmente la construcción de una nueva comunidad israelí en los Altos del Golán, que se llamará Altos de Trump.

Trump siempre ha admirado la arrogancia y las capacidades oratorias de Netanyahu; su insistencia en proyectarse como un gran actor histórico y su voluntad de desafiar a Barack Obama.

La afinidad de Trump con Netanyahu probablemente se ve también reforzada por la relación del primer ministro israelí con el yerno del presidente norteamericano, Jared Kushner, que viene de atrás. El padre de Jared aparecía junto a Sheldon Adelson y Ron Lauder en una lista de posibles donantes que Netanyahu recopiló en 2007. En un viaje que éste realizó a EEUU antes de ser primer ministro, se alojó como invitado en la residencia de los Kushner, y hasta durmió en la cama de Jared, que –un adolescente en aquel entonces– acabó alojándose en el sótano. Netanyahu visitó las oficinas del padre de Jared, Charles, y jugó al fútbol en una de las escuelas judías que llevan el apellido Kushner con Joshua Kushner, el hermano menor de Jared.

Jared Kushner está casado con la hija de Trump, Ivanka, a la que algunos consideran la judía más poderosa de Estados Unidos en estos momentos. Ivanka ejerce desde hace mucho una extraordinaria influencia sobre su padre, del que en la actualidad es asesora –no remunerada–. Trump apoyó abiertamente la conversión de Ivanka al judaísmo, riguroso proceso trascendental en la vida de la joven. En un discurso durante uno de los embarazos de Ivanka, Trump dijo que su hija estaba “a punto de tener un precioso bebé judío”.

Netanyahu creía, con razón, que Barack Obama no tenía “ningún afecto especial” por Israel. También creía que el intento del demócrata de generar un equilibrio entre Arabia Saudí e Irán en Oriente Medio era ilusorio, y que Obama subestimaba las perversas intenciones regionales de Teherán. Obama pensó que el acuerdo nuclear limitaría el poder de Irán, pero en realidad no hizo sino poner de manifiesto la debilidad occidental y alimentar el expansionismo iraní. Además, al final de su presidencia, apuñaló a Israel por la espalda. Se negó a vetar la Resolución 2334 del Consejo de Seguridad de la ONU, en principio relativa a la política de asentamientos de Israel pero cuya gran intención era inclinar el equilibrio político en favor de los palestinos. No aprobación de dicha resolución no fue una buena cosa, pero por desgracia era de prever.

Una y otra vez, Obama mostró reflejos antiisraelíes. Parecía deleitarse ejerciendo presión sobre Jerusalén, incluso pasaba por alto o quitaba importancia a la malevolencia de sus enemigos. Dirigió su antipatía no sólo hacia uno de los aliados más leales de Estados Unidos, sino hacia una nación que se encuentra entre las más estimables y admirables de la Historia. En un mar de tiranía, Israel es democrático, pluralista, autocrítico y respetuoso con los derechos individuales, los derechos humanos y los derechos de las minorías.

Debido a que Trump y sus asesores más cercanos compartían la antipatía de Netanyahu hacia Obama, el primer ministro israelí confiaba en que aquél cuidaría de los intereses de Israel y compartiría su oposición a las políticas de Obama en la región. Efectivamente, Trump aceptó la propuesta de Netanyahu de fraguar una coalición con Arabia Saudí y Emiratos para combatir a Irán, que llevaba mucho tiempo respaldando a Hezbolá en el Líbano y a Hamás en Gaza y se había aprovechado de la insensatez estadounidense en Irak y de la guerra en Siria para avanzar en sus aspiraciones a la hegemonía regional. 

Mohamed ben Zayed, príncipe heredero de Abu Dabi, y Mohamed ben Salman, príncipe heredero de Arabia Saudí, creían que los Estados del Golfo e Israel tenían un enemigo común: Irán. En mayo de 2017, Trump y su equipo se reunieron con líderes árabes en Riad, y Kushner y Ben Salman acordaron los contornos de una alianza estratégica en Oriente Medio. Israel seguiría siendo un “socio silencioso”, al menos por el momento. EEUU se comprometió a adoptar una línea más dura con Irán, y los árabes del Golfo se prometieron ayudar a que los palestinos aceptaran el nuevo esquema.

En mayo de 2009, Netanyahu intentó que Obama y su equipo contribuyeran a mitigar el aislamiento de Israel en la región. Así que pidió a la entonces secretaria de Estado norteamericana, Hillary Clinton, que convenciera a los líderes del Golfo para que se reunieran con él públicamente y mostraran así la normalización de las relaciones a los pueblos de Oriente Medio. El rey saudí, Abdulá ben Abdulaziz, se negó a reunirse con un líder israelí, y los funcionarios estadounidenses se mostraron escépticos durante años ante las afirmaciones israelíes de que era posible estrechar los lazos con los Estados del Golfo.

Para promover la armonía y resolver de una vez el conflicto israelo-palestino, Trump –junto a Kushner– presentó una propuesta de inversión e infraestructuras para Palestina por valor de 50.000 millones de dólares, el  denominado Acuerdo del Siglo. El plan está diseñado para crear al menos un millón de nuevos empleos para los palestinos y propone proyectos por valor de 27.500 millones de dólares en la Margen Occidental y Gaza, y de 9.100, 7.400 y 6.300 millones para los palestinos de Egipto, Jordania y el Líbano, respectivamente. Los proyectos previstos atañen a la sanidad, la educación, la energía, el agua, la alta tecnología y la agricultura (ni que decir tiene, los dirigentes palestinos rechazaron el plan incluso antes de verlo).

Una de las diferencias más significativas entre las Administraciones de Obama y Trump está en el enfoque y comprensión de la cuestión palestina. Obama consideraba que lo mejor era castigar a Israel y dar todo a los palestinos. Trump, por el contrario, quiere que los palestinos comprendan que sus acciones están cayendo: su objetivo es conseguir que los líderes palestinos acepten propuestas más realistas.

© Versión original completa (en inglés): BESA Center
© Versión en español: Revista El Medio