Contextos

Irán no es un valladar

Por Michael J. Totten 

Alí Jamenei, Líder Supremo de la República Islámica de Irán.
"Lo que están haciendo muchos suníes de la zona es tratar con lo que perciben como el mal menor para que sirva como valladar contra lo que consideran el mal mayor, Irán y sus satélites en Damasco y Bagdad"

Un diplomático norteamericano no identificado le dijo al Sunday Times británico que el presidente Barack Obama «cree que un Irán pacífico podría ser un valladar contra el ISIS en el Medio Oriente y un factor clave en la paz [regional]».

El pueblo y el Gobierno iraní se oponen rotundamente al ISIS, no hay la menor duda. Son predominantemente chiíes, mientras que el ISIS es la más degenerada organización terrorista islamista suní. Su actitud hacia los chiíes es abiertamente genocida. Es fácil, pues, ver por qué un potente bloque chií podría ejercer de «valladar».

El problema es que el Bloque de Resistencia comandado por Irán, que incluye al régimen de Asad en Siria, a Hezbolá en el Líbano y a una plétora de milicias chiíes en Irak, es el principal instigador del ISIS.

Mire: el ISIS no es sino Al Qaeda en Irak con un nombre y unos dirigentes distintos. Las tribus suníes de Irak forjaron una alianza con el previamente odiado Ejército norteamericano a finales de la primera década del siglo para expulsar a la vieja versión del ISIS. La única razón por la que ha vuelto –dejando de lado el hecho de que se hizo lo suficientemente fuerte como para volver resistiendo al régimen de Asad en la vecina Siria– es que el Gobierno central iraquí, respaldado por Irán, aterroriza a la minoría suní del país con su desatado sectarismo chií.

Una exhaustiva encuesta regional llevada a cabo por el Centro Árabe de Investigación y Estudios Políticos, con sede en Doha, encontró que el apoyo al ISIS en Irak está en el 4%, y en el Líbano en el 1%. En Jordania, donde más respaldo tiene, apenas llega al 8%.

Así que dejemos de lado la ridícula noción de que el ISIS tiene un gran apoyo popular. No lo tiene.

Lo que están haciendo muchos suníes de la zona es tratar con lo que perciben como el mal menor para que sirva como valladar –por usar la expresión del diplomático no identificado– contra lo que consideran el mal mayor, Irán y sus satélites en Damasco y Bagdad. Los occidentales forjaron pactos similares en el pasado con los comunistas contra los fascistas, y viceversa.

Sólo un 4% de los iraquíes apoya al ISIS, pero eso es alrededor del 20% de los suníes del país; lo suficiente para que el ISIS gane terreno si aterroriza lo suficiente al restante 80%.

El presidente Obama parece tenerlo claro en Siria. «La única manera de que la guerra civil llegue a su fin», dice, «es una transición política inclusiva hacia un nuevo Gobierno sin Bashar al Asad, un Gobierno que sirva a todos los sirios». Puede que, a día de hoy, un Gobierno que sirva a todos los sirios sea imposible. Siria ya no existe. Hay un remanente de Estado, liderado por los alauitas, en el corredor de Damasco y en la costa, un emergente Estado kurdo en el norte y el denominado «Estado Islámico» en el este. Reunir todo de nuevo bajo un Gobierno inclusivo sería maravilloso, pero en estos momentos semeja una fantasía.

Al menos el presidente comprende que eso es imposible mientras siga en pie un régimen respaldado por Irán. Por qué piensa que las cosas pueden ser más fáciles en Irak es todo un misterio.

© Versión original (en inglés): World Affairs Journal
© Versión en español: Revista El Medio