Contextos

Irak mira hacia adelante

Por Max Boot 

Haidar al Abadi
"No debemos engañarnos y creer que un cambio de premier resolverá mágicamente todos los problemas de Irak, o siquiera alguno de ellos. Éste no es un Gabinete de burócratas ultraespecializados, sino, básicamente, de los mismos partisanos de pacotilla responsables del hundimiento de Irak en el caos"

Ayer fue un día trascendental para Irak; el día en el que se anunciaba un nuevo Gobierno que no estaba encabezado por Nuri al Maliki. No hace tanto, la opinión generalizada, tanto en Irak como en Estados Unidos, era que no había forma de apartar a Maliki del cargo. Pero aunando voluntades (las de otras facciones políticas y la del Gobierno estadounidense) se ha conseguido. Irán podría haber sido decisivo para impedirlo, dado el papel de Maliki como estrecho aliado de Teherán, pero el Gobierno iraní primó la unidad chií por encima de conservar el mandato de Maliki, y eso fue todo.

Así, se ha anunciado un nuevo Gobierno encabezado por el primer ministro Haidar al Abadi, el cual ha estado empleando un tono más conciliador que Maliki. Pero no debemos engañarnos y creer que un cambio de premier resolverá mágicamente todos los problemas de Irak, o siquiera alguno de ellos. Éste no es un Gabinete de burócratas ultraespecializados, sino, básicamente, de los mismos partisanos de pacotilla responsables del hundimiento de Irak en el caos. Por ejemplo, Ibrahim Jaafari, que ocupó brevemente el cargo de primer ministro durante la ocupación estadounidense, ha sido designado ministro de Exteriores, mientras que Adel Abdul Mahdi, ex-vicepresidente y miembro de un partido islamista chií, ha sido nombrado ministro del Petróleo.

Y los más preocupantes de todos han sido los puestos ministeriales no cubiertos: Interior y Defensa, que son los más importantes en un país que afronta unos retos de seguridad tan graves como los de Irak. Abadi estaba dispuesto a designar a Hadi al Ameri, líder de las Brigadas Badr, una milicia respaldada por Irán, como ministro del Interior y a un suní para dirigir el Ministerio de Defensa. Pero objeciones de última hora, al parecer por parte de Estados Unidos, dieron al traste con el acuerdo… por suerte: la última persona que debería encabezar el poderoso Ministerio del Interior, que controla a la Policía iraquí, es un matón sectario apoyado por Irán. Ahora el reto es encontrar candidatos más neutrales que resulten aceptables para las diversas facciones parlamentarias.

Aparte de eso, Abadi debe demostrar que es serio en lo que respecta a tender puentes: tendrá que convencer a las tribus suníes de que será un aliado de fiar contra el Estado Islámico. Sólo entonces será posible avanzar de forma significativa contra los terroristas que se disfrazan de defensores de la comunidad suní frente a las agresiones chiíes.

Si hay una lección que hemos aprendido en los últimos años es que no podemos contar con las facciones iraquíes para que resuelvan sus propios problemas. La formación de este Gobierno supone en parte un tributo al papel más activo desempeñado por la Administración Obama en Irak durante los últimos meses tras años de vergonzosa dejadez. Es de importancia vital que Estado Unidos siga animando al primer ministro y a otros actores políticos a encontrar puntos en común contra la abrumadora amenaza que afronta ahora el país. Y cuanto más esté dispuesto a hacer Estados Unidos –militarmente hablando– para combatir contra el Estado Islámico, más peso tendrá para influir en el proceso político iraquí. 

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