Contextos

Hombres de paz en el reino de la guerra

Por Clifford D. May 

Banderas de Palestina e Israel.
"Tres hombres muy distintos. En muchos asuntos no estarían de acuerdo. ¿Pero qué supone usted que ocurriría si los metiéramos en una habitación y les dijéramos que negociaran? Esto es lo que yo pienso: negociarían duro y, al final, saldrían con algo que llevaría a dos Estados para dos pueblos, dos pueblos que no se verían como enemigos mortales"

Recientemente hice un par de visitas a la Margen Occidental o, como dicen los enemigos de Israel, «los ilegalmente ocupados territorios palestinos». Los israelíes que viven y trabajan ahí son más dados a emplear el bíblico nombre de Judea y Samaria.

Hablé con tres individuos, dos palestinos y un israelí, a los que considero hombres de paz. Déjenme contarles algo de ellos.

Salam Fayad es un economista y político de maneras profesionales y una reputación de integridad. En 2007, urgido por el hastío que sentían los diplomáticos occidentales al ver cómo se despilfarraban sus fondos destinados a ayuda humanitaria, el presidente de la Autoridad Palestina, Mahmud Abás, hizo de Fayad su primer ministro. Pero el señor Abás nunca pareció apreciar el trabajo del señor Fayad y, hace dos años, le forzó a dimitir. Ahora, el señor Fayad preside Futuro para Palestina, una ONG volcada en la poco ortodoxa idea de que lo que más necesitan en este momento los palestinos es desarrollo económico y una buena gobernanza.

No se alinea con quienes piensan que los palestinos deberían dedicar sus vidas al sueño de la aniquilación de Israel. Cree que es mejor darse al nation building antes y no después de declarar el Estado palestino y de obtener el reconocimiento de la ONU. Aduce que crear un Estado palestino que acabe siendo un Estado fallido puede perjudicar y no beneficiar a la gran mayoría de los palestinos.

Al final del encuentro que mantuvimos un pequeño grupo de expertos norteamericanos vinculados a la seguridad nacional y yo con él en sus bien amuebladas oficinas de Ramala, la capital de facto de Palestina, le deseamos lo mejor. Nuestros deseos no se cumplieron: al día siguiente la Autoridad Palestina congeló las cuentas bancarias del señor Fayad y le acusó de lavado de dinero.

Él ha negado los cargos. Me cuento entre los que le creen. Y entre los que tienen poca confianza en el sistema palestino de justicia. (Nota a la Casa Blanca: hagan algo).

Bashar Masri es un patricio palestino-americano, el cerebro emprendedor detrás de Rawabi, «el mayor proyecto de la historia de Palestina». Se trata de un proyecto de ciudad al norte de Ramala, con edificios de apartamentos en piedra blanca, tiendas, complejos deportivos y un enorme anfiteatro romano. Rawabi será el hogar de 40.000 palestinos de sólida clase media. Más áun: Rawabi es la idea que tiene el señor Masri de una nación Palestina libre, próspera, moderna, tolerante y ligada a las altas tecnologías.

Como esta ciudad sobre la colina –sobre siete colinas, de hecho– ha cosechado el apoyo del Gobierno israelí, y como sólo puede tener éxito si los palestinos y los israelíes coexisten pacíficamente, no está teniendo demasiado apoyo de la Autoridad Palestina. Los líderes del movimiento BDS (Boicot, Desinversiones y Sanciones contra Israel) han condenado vehementemente el proyecto. La website radicada en América Electronic Intifada ha denunciado su «descarada normalización económica»; y es que la normalidad en las relaciones entre israelíes y palestinos es una abominación para este tipo de voces propalestinas.

El señor Masri, por el contrario, piensa que la mejor manera de «desafiar la ocupación» es construir, literalmente desde los cimientos, una Palestina que suscite respeto en lugar de sólo miedo; una Palestina que la mayoría de los israelíes verá como un vecino al que hay que cautivar en vez de un enemigo que debe ser derrotado. «No creo en el boicot a Israel», dice. «Trabajar con los israelíes nos beneficia».

Rami Levy es un magnate israelí, aunque al verlo no lo creas. Me saluda con sus pantalones vaqueros y su camiseta Gant azul marino. Su cabello es negro pero ha retrocedido hacia el norte de su frente. Hijo de un recogedor de basuras, ahora posee 32 bien surtidos y muy frecuentados supermercados, tres de los cuales están en la Margen Occidental.

En su tienda de Gush Etzión, sobre la Línea Verde, en las Montañas de Judea, al sur de Jerusalén, su clientela es una colorida mezcla de palestinos y colonos israelíes. Este término oculta más que revela: en ese lugar, tan pronto como en los años 20 del siglo pasado hubo judíos que compraron legalmente tierra a árabes dispuestos a tolerar un poco de diversidad. Otros no lo estaban, sin embargo, y en 1929 fue destruida una aldea agrícola fundada por judíos huidos de la opresión que padecían en el Yemen.

Hubo más ataques; y matanzas. Cuando la Guerra de Independencia israelí –librada contra siete ejércitos árabes invasores– terminó con el alto el fuego de 1948, Gush Etzión se encontraba entre los territorios ocupados por Jordania. Todo aquel judío que no huyó fue encarcelado o asesinado. En 1967 Jordania se unió a Egipto y a Siria en otra guerra multifrente que tenía por objeto exterminar Israel. Cuando la contienda finalizó, los israelíes controlaban Gush Etzión y otros territorios que habían sido gobernados por Jordania durante una generación.

La fuerza laboral del señor Levy en Gush Etzión es palestina en un 50%. Él resalta que no discrimina por razones de etnia, religión o sexo. Busca gente que trabaje duro y sea honesta.

Eso es hacer bien las cosas. Pero hay más. «Aquí las cosas son todo lo contrario de lo que el mundo cuenta», dice. «Aquí, los judíos sirven a los árabes y los árabes sirven a los judíos, y musulmanes y judíos se conocen y se felicitan en sus respectivas fiestas».

¿No teme ser objetivo de los terroristas? «Si estás haciendo cosas buenas, ¿por qué temer?», es su admirable pero no completamente persuasiva respuesta. Y reconoce que el de seguridad se cuenta entre sus mayores gastos.

«Al principio trataron de impedir a los palestinos que vinieran a comprar aquí», dice. «Pero no pudieron porque enseguida incluso los que querían detenerlos estaban comprando aquí. La Autoridad Palestina no ayuda a los palestinos», añade. «Nosotros ayudamos a los palestinos».

Tres hombres muy distintos. En muchos asuntos no estarían de acuerdo. ¿Pero qué supone usted que ocurriría si los metiéramos en una habitación y les dijéramos que negociaran? Esto es lo que yo pienso: negociarían duro y, al final, saldrían con algo que llevaría a dos Estados para dos pueblos, dos pueblos que no se verían como enemigos mortales.

© Versión original (en inglés): Foundation for Defense of Democracies
© Versión en español: Revista El Medio